LA LUCHA CONTRA LA POBREZA INFANTIL
EN EL MARCO DE LOS OBJETIVOS
DE DESARROLLO SOSTENIBLE
Pau Marí Klose
Diputado en el Congreso de los Diputados
Correspondencia: pmklose@unizar.es
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4278-3141
RESUMEN
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030
han entrado con fuerza en la agenda de muchos organismos
multilaterales, gobiernos y entidades no gubernamentales. La lucha
contra la pobreza es el primer Objetivo en la lista de 17 Objetivos de
desarrollo sostenible. Su lugar preeminente en una agenda global de
estas características lo justifica tanto su relevancia para promover el
bienestar humano y el progreso social como su estrecha vinculación
con otros objetivos. La experiencia de la pobreza tiene un carácter
universal, que conjuga diversas expresiones de carencia material y
subjetiva. En este artículo se revisan las dimensiones de la pobreza
contempladas en el ODS 1, concentrándose particularmente en la
lucha contra la pobreza infantil. Se detallan las razones para prestar-
le especial atención y se analiza la magnitud del problema a escala
global y en España. Por último, se examinan asimismo otras dimen-
siones asociadas a la privación material en la infancia incorporadas a
otros ODS.
Palabras Clave: Objetivos de Desarrollo Sostenible, pobreza, salud,
carencia material, dignidad, trabajo infantil, migración
resumen
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Pau Marí Klose
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 165 a 188
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THE FIGHT AGAINST CHILD POVERTY WITHIN THE
SUSTAINABLE DEVELOPMENT GOALS FRAMEWORK
ABSTRACT
The 2030 Agenda for Sustainable Development Goals (SDGs) has
made a strong impact on the agenda of many multilateral entities,
governments and NGOs. The fight against poverty is number 1 on the list
of 17 Sustainable Development Goals. Its pre-eminent position on a global
agenda of such characteristics is justified both by its relevance for promoting
human well-being and social progress, and also its close association with
other objectives. The experience of poverty has a universal nature, and
combines various expressions of material and subjective paucity. This
article looks at the dimensions of poverty contemplated in SDG 1, while
focusing specifically on the fight against child poverty. The reasons are
listed for affording it special attention and the magnitude of the problem is
analysed both on a global scale and also in Spain. Last of all, other
dimensions associated with material deprivation in childhood incorporated
in other SDGs are also examined.
Key words: Sustainable Development Goals, poverty, health, material de-
privation, dignity, child labour, migration
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LA LUCHA CONTRA LA POBREZA INFANTIL
EN EL MARCO DE LOS OBJETIVOS
DE DESARROLLO SOSTENIBLE
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022437425
Recibido: 12-07-2022
Aceptado: 16-10-2022
Publicado:
31
12
2022
INTRODUCCIÓN
Los gobiernos de casi todo el mundo, así como muchas ad-
ministraciones públicas y locales, se han impuesto trabajar para
alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda
2030. En septiembre de 2015, más de 150 jefes de Estado y de
Gobierno se reunieron en la histórica Cumbre del Desarrollo
Sostenible en la que aprobaron los 17 objetivos (ODS) de
aplicación universal que, desde entonces, rigen los esfuerzos
para lograr un mundo sostenible. Sustituyen a los Objetivos de
Desarrollo del Milenio, primera batería de objetivos promovidos
con arreglo a los principios de la Declaración del Milenio de 2000
para promover un mundo más pacífico, más próspero y más jus-
to (Dornan 2017).
Frente a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, centrados
en países menos desarrollados, los ODS tienen un carácter uni-
versal. Instan a todos los países, con independencia de su grado
de desarrollo, a adoptar iniciativas para promover el crecimiento
económico al tiempo que protegen el planeta, atienden las nece-
sidades de los más vulnerables e impulsan el bienestar colectivo
mejorando las oportunidades de empleo, la educación, la salud,
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la igualdad de género o la protección social. En este empeño
deben participar las administraciones públicas, pero también
empresas privadas y ciudadanos. Según proclama el Objetivo
17, para lograr que los ODS se conviertan en una realidad es
fundamental fomentar alianzas para aunar esfuerzos y recursos.
Muchas de las metas recogidas en los 17 Objetivos se refie-
ren a dimensiones vinculadas con la pobreza infantil y sus deri-
vadas sobre el bienestar y las oportunidades de los menores. En
el presente artículo se analizan las referencias a la pobreza in-
fantil en las metas de las ODS y otras formas de exclusión social
estrechamente asociadas al fenómeno. El objetivo principal es
mostrar la centralidad de la pobreza
—y
en particular la pobreza
infantil— como elemento subyacente a otras realidades de las
que se ocupan los ODS, incidiendo sobre ellas de manera cau-
sal, agravando sus efectos perniciosos o limitando la capacidad
de las intervenciones sociales para lograr los efectos pretendi-
dos. Con este fin ofrecemos un análisis de los principales argu-
mentos sobre la universalidad de la experiencia de la pobreza, la
especial vulnerabilidad de la infancia frente a esa experiencia, y
la materialización de esa vulnerabilidad en toda una serie de
formas de exclusión y vulnerabilidad incorporadas al catálogo de
metas que los ODS ambicionan corregir. No se trata de una revi-
sión exhaustiva de la literatura, un objetivo que esta fuera del
alcance de un artículo de estas características.
LA POBREZA EN EL EPICENTRO DE LOS ODS
Seguro que no es casual que el Objetivo 1 de los ODS se
impone “Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el
mundo”. El título del ODS presenta matices que lo apartan clara-
mente del título del Objetivo 1 de los Objetivos de Desarrollo del
Milenio (2000-2015), que se refería a “Erradicar la pobreza Ex-
trema y el Hambre”.1 En los nuevos Objetivos, se mantiene la
1 Por pobreza extrema se entendía la que sufría la población que vivía con menos
de 1,25 dolares al día (utilizando paridades de poder de compra). Posteriormente se in-
crementó a 1,90.
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meta de erradicar la pobreza extrema, pero se especifican nue-
vas metas para reducir la proporción de personas en situaciones
de pobreza con arreglo a definiciones nacionales, ampliar los
sistemas de protección nacional contra la pobreza, el acceso a
recursos y servicios o desarrollar estrategia de inversión en la
erradicación de la pobreza. La lucha contra el hambre se trasla-
da al Objetivo 2, y se amplía de nuevo el enfoque.
Sufrir situaciones de pobreza y exclusión puede ser una ex-
periencia extremadamente dura y degradante, con graves con-
secuencias sobre el bienestar físico y mental de las personas
(Dornan y Woodhead 2015). La falta de recursos tiene repercu-
siones directas sobre la vida de las personas. Las personas que
se encuentran en situaciones de privación material pueden in-
vertir menos en bienes y experiencias que procuran salud (una
buena alimentación, ejercicio físico, revisiones médicas periódi-
cas) y se ven más expuestos a situaciones de riesgo. Las situa-
ciones de desventaja socioeconómica son la “causa de las cau-
sas” de la mayor parte de situaciones de mala salud y malestar
(Marmot 2015). También dificultan el progreso educativo debido
a los déficits de inversión que pueden realizar las familias en
bienes y servicios necesarios para auspiciar el logro. Las fami-
lias con pocos recursos cuentan con viviendas más pequeñas y
mal acondicionadas, donde la convivencia puede ser más difícil
y los miembros de la familia no disponen de intimidad y espacios
propios (Office of the the Prime Minister, 2004). Muchas perso-
nas que sufren condiciones de adversidad económica entran en
espirales en que la privación material conduce a otro tipo de
desventajas, derivadas de la discriminación, el aislamiento, la
desinformación o la falta de acceso a servicios y recursos cuyo
pago supondría una pesada carga para ellos.
Más allá de esta dimensión de “carencia material” de la po-
breza, la pobreza es una experiencia eminentemente subjetiva.
Pobres son aquellas personas que viven con medios considera-
dos insuficientes para sacar adelante una familia, e incluso en
condiciones materiales, que en el momento histórico y en la so-
ciedad en que les ha tocado vivir, se consideran indignas (Marí-
Klose, 2019).
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Esa indignidadpercibida es un componente nuclear de la
experiencia de la pobreza. Una línea de investigación muy ilus-
trativa en este sentido son los trabajos de Robert Walker y su
equipo. En uno de sus trabajos más conocidos, Walker y sus
colaboradores (2014) entrevistaron a personas adultas y niños
en situación de pobreza en siete países distintos (zonas rurales
de Uganda e India, zonas urbanas de China, Corea del Sur y
Reino Unido, y áreas rurales y pequeñas ciudades de Noruega)
con objeto de rastrear elementos comunes en su experiencia.
Como es fácil imaginar, las circunstancias materiales de las per-
sonas entrevistadas eran extremadamente diferentes. Los en-
trevistados en áreas rurales de Uganda e India residían en infra-
viviendas, sin suministros básicos (agua corriente o electricidad)
y subsistían gracias a actividades agrícolas o ganaderas que
generaban rendimientos muy escasos. En Pakistán las vivien-
das eran algo más consistentes, pero el grado de hacinamiento
era alto. En los tres casos, el trabajo infantil estaba generaliza-
do. En China la vida de los “pobres” entrevistados se desarrolla-
ba en pequeños apartamentos en torno a complejos industriales,
donde estas personas estaban ocupadas en empleos elementa-
les o actualmente en paro. Sus viviendas contaban con suminis-
tros de agua y electricidad.
En el Reino Unido, las viviendas eran algo más grandes, y
además de agua y electricidad, existía calefacción centralizada
(aunque su funcionamiento dejara muchas veces bastante que
desear). En Noruega, las personas entrevistadas residían en vi-
viendas bien equipadas, aunque su tamaño era significativa-
mente menor al estándar de familias noruegas similares. Gran
parte participaba en programas públicos de activación o recibía
algún tipo de ayuda social.
A pesar de las enormes diferencias materiales, las presiones
psicológicas que experimentaban las familias eran muy pareci-
das. Los entrevistados hablan en términos similares de las frus-
traciones que les producía ser incapaces de satisfacer sus aspi-
raciones materiales y gestionar sus renuncias. En India, Uganda
o Pakistán, los entrevistados relataban la “indignidad” que supo-
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ne vivir en las condiciones en que viven, la falta de privacidad a
que se ven expuestos a diario, la vergüenza que supone tener
que orinar o defecar en espacios abiertos. Pero incluso en No-
ruega, las familias expresaban angustia por la indignidad que
supondría que se conociera públicamente su situación de des-
ventaja. Por ejemplo, una de las familias entrevistadas no quería
que su hija invitara a sus amigas a casa porque la “austeridad”
de su apartamento podría estigmatizarla como “diferente” en su
grupo de iguales.
Una segunda experiencia común a todos los contextos tiene
que ver con los sentimientos asociados a la gestión de situacio-
nes límite, la necesidad de pedir ayuda o endeudarse. Todos los
entrevistados relataban la incomodidad que les genera su inca-
pacidad de devolver favores o la dependencia a la que se ven
abocadas los hogares que reciben ayudas de familiares, amigos
o de servicios sociales. Recibir ayuda supone admitir que uno no
puede valerse por sí mismo, y eso nos pone en evidencia como
ejecutores fallidos de un rol social que la mayoría de nuestros
conciudadanos esperan que ejecutemos con competencia, es-
pecialmente si se trata del de “madre cuidadora” o “padre pro-
veedor”. En el Reino Unido, por ejemplo, muchos varones rela-
tan que percibir ayudas de la asistencia social supone un ultraje
a su masculinidad. Uno de ellos sugiere que “le hace sentir como
una mierda”: “soy el hombre en esta relación. Se supone que
debo ocuparme de que a mi pareja y mis hijos no les falte de
nada. Y no soy capaz”.
Endeudarse para hacer frente a necesidades materiales bá-
sicas entrañaba para todas las familias una situación embarazo-
sa. La deuda es, además, vista con temor por las consecuencias
que puede terminar acarreando si finalmente no puede hacerse
frente a sus exigencias. La mayoría de los entrevistados habían
contraído deudas, y todos lo vivían con preocupación.
De manera también universal, los entrevistados tienen un
bajo concepto de mismos. Los hijos tienen bajo concepto de
sus padres, las mujeres de sus esposos. En no pocos casos, eso
traía consigo tensión y conflicto familiar. Aunque la mayoría
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de los entrevistados consideraban que habían obrado adecua-
damente dadas las circunstancias en que les había tocado vivir,
muchos piensan que habían “fallado” a los suyos y estaban con-
vencidos de que los demás también lo veían así.
Uno de los lugares donde los entrevistados estaban más
expuestos a la humillación es el mercado laboral. Aguardar pa-
cientemente en una cola a ser seleccionado para trabajar y ter-
minar siendo rechazado porque la elección favorece a otros, qui-
zás más jóvenes, más vigorosos o que pueden permitirse
sobornar al capataz, alimenta sentimientos de inferioridad de
muchos entrevistados en la India y Pakistán, donde la búsqueda
de trabajo bajo estas premisas es norma diaria. Pero sentirse
rechazado es también común en el Reino Unido o Noruega: las
solicitudes de empleo reciben generalmente la callada por res-
puesta y los pobres fracasan repetidamente en las pocas entre-
vistas de empleo a las que son llamados.
Muchos de los entrevistados en los países menos desarro-
llados habían sido víctimas de explotación laboral, o incluso tra-
tados con crueldad en los empleos que conseguían. Sin embar-
go, a pesar de las diferencias en las experiencias, no son los
únicos que hablan de explotación. Varios entrevistados en No-
ruega y el Reino Unido se refieren a experiencias de empleo en
programas públicos de ayuda condicionada como una forma de
explotación en que no reciben salarios reales, acordes al valor
de la actividad realizada. Además, compartían sentimientos si-
milares de desazón cuando dichas actividades no conducían a
un empleo permanente.
En las situaciones descritas, sentirse pobre y señalado como
tal alimentaba sentimientos de degradación, vulnerabilidad e im-
potencia. Esos sentimientos se refuerzan en el curso de las
interacciones diarias con conocidos y vecinos, así como con los
trabajadores de servicios sociales dedicados a administrar
ayudas. En el Reino Unido, los más pobres cargaban además
con la humillación que suponía verse retratados en programas
de televisión donde los beneficiarios de ayudas eran etiquetados
como “aprovechados” que abusaban de recursos costeados
por los
Comentado [VGM10]:
pasar esto a la línea siguiente
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impuestos públicos, tensionando con ello la base financiera del
Estado de bienestar.2
Walker y sus colaboradores describen reacciones y compor-
tamientos muy parecidos en los siete contextos. Algunos pobres
optan por desplegar estrategias de disimulo. Ocultan la grave-
dad de su situación, intentando aparentar normalidad. El coste
psicológico de esta maniobra puede terminar siendo muy eleva-
do. Otra estrategia (complementaria) muy común es retirarse
total o parcialmente de la vida social. Como resultado de esta
“separación”, mucho entrevistados experimentaron situaciones
de aislamiento y exclusión de recursos básicos, conducentes al
malestar.
Las situaciones de estrés, angustia y temor a los que abo-
can las experiencias de pobreza tienen un efecto todavía más
perverso. Empujan a actuar irracionalmente, lo que puede per-
petuar situaciones de desventaja. Es la tesis de una línea de in-
vestigación que acumula cada vez mayor evidencia. A la hora de
procesar información y tomar decisiones, los seres humanos te-
nemos a nuestra disposición un «ancho de banda» limitado. Es-
tamos en condiciones de atender unos cuantos problemas a la
vez, pero llegado un punto somos incapaces de dar más de sí. El
«ancho de banda» disponible solo nos permite gestionar un
número limitado de preocupaciones, y su acumulación descon-
trolada, erosiona nuestras capacidades cognitivas, restándonos
eficiencia en la toma de decisiones (Mullainathan y Safir, 2013).
Alguien con pocas preocupaciones inmediatas puede proce-
sar una cantidad considerable de información y tomar decisio-
2 En 2014, el canal británico Channel 4 lanzó Benefits Street, una serie de varios
programas dedicados a seguir la vida de familias en un barrio de Birmingham con gran
número de beneficiarios de ayudas económicas de la administración pública. El progra-
ma causó gran controversia. Se recreaba en mostrar la escasa motivación de estar
personas en buscar empleo y salir de la situación en que se encontraban, así como las
triquiñuelas que empleaban para engañar a los trabajadores públicos con el fin de no
perder sus ayudas. El programa inauguró lo que algunos han llamado un nuevo género
televisivo, la “pornografía de la pobreza” (poverty porn).
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nes óptimas con miras al presente y al futuro. Alguien que afron-
ta una situación de estrés provocada por sus circunstancias
materiales —pobreza— o sociales —como por ejemplo gestionar
cuidados de un dependiente sin ayuda—, debe concentrar todo
su «ancho de banda» en dar respuesta a los problemas a los que
se ve abocado de manera inmediata —como lograr poner un plato
en la mesa, pagar recibos para que no le corten la luz, encontrar
un empleo compatible con la administración de cuidados. No
está en condiciones de pensar cabalmente sobre el futuro, sobre
las consecuencias de muchas de sus acciones, y diseñar una
“hoja de ruta” para salir de la situación en que se encuentra.
Algunos experimentos han puesto de manifiesto que su cociente
de inteligencia se resiente, y su capacidad de control ejecutivo
sobre su impulsividad disminuye (Mani, Mullainathan, Shafir y
Zhao, 2013).
EL INFORTUNIO DE LA POBREZA INFANTIL
«Todos los seres humanos nacen libres e iguales en
dignidad y en derechos» reza el primer artículo de la Declaración
Universal de Derechos Humanos. Se trata de una de las
proclamas más conocidas mundialmente, que consagra la
aspiración a que todos los seres humanos puedan ser objeto de
mismo respeto y consideración, sea cuál sea su sexo, lugar de
nacimiento, su raza o su origen social. En el preámbulo se con-
cibe como un “ideal común, por el que todos los pueblos y na-
ciones deben esforzarse”.
Pero, como decía Abraham Lincoln, los seres humanos na-
cen iguales, y ésta es la última vez que lo son. De hecho, es
dudoso incluso que sean iguales en ese momento. Como pone
de relieve abundante investigación sociomédica, los niños na-
cen marcados por las experiencias vividas por la gestante du-
rante el embarazo, que pueden incidir de manera significativa
en el desarrollo del feto y los riesgos del parto (Barker 1998).
Tras el nacimiento, ya desde los primeros años, aparecen toda
clase de diferencias. Buena parte de nuestros itinerarios vitales
(educativos, laborales, sentimentales) vienen condicionados
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por el perfil socioeconómico de la familia que te ha tocado en
suerte. Nacer en una familia rica o en una pobre, en una familia
con recursos educativos y capital cultural o en otra que no ha
tenido la oportunidad de acumular estos activos, es resultado
de una lotería.
La experiencia de la adversidad económica en la infancia no
es una forma de malestar como cualquier otra (Graf y Schweiger,
,2015). Es una experiencia crítica, que influye sobre procesos
nucleares de la vida de la persona: la formación de su persona-
lidad, su educación, su salud, su inserción laboral, etc. Se vive
en el hogar, donde son frecuentes las situaciones de privación
de bienes básicos (dieta equilibrada, espacio autónomo suficien-
te para estudiar, vivienda convenientemente acondicionada) y
las tensiones socioemocionales derivadas de la falta de recur-
sos. Pero también se vive en la escuela, donde si eres pobre es
más probable que acudas a un centro con altos niveles de se-
gregación, y aparezcan problemas de educabilidad en el aula
que comprometen los procesos de aprendizaje. Que vivas en
barrios que ofrecen menos oportunidades de ocio, aislados del
centro de las ciudades, donde esas opciones se acumulan. Que
en tu entorno vecinal escaseen personas que constituyan refe-
rencias de éxito social, y abunden ejemplos de conocidos y fami-
liares con trayectorias profesionales estancadas o declinantes.
Que disfrutes de menos oportunidades de completar tu forma-
ción en actividades extraescolares, en cursos de verano, o en
estancias en otro país.
La génesis del fracaso escolar, de la obesidad en la vida
adulta (y las afecciones que lleva aparejadas), de la empleabili-
dad en etapas de inserción a la vida adulta, de las oportunidades
de prosperar en el mercado de trabajo y de muchas otras diná-
micas que marcan la forma de desenvolverse en la vida adulta,
hay que buscarlas en la etapa infantil. Durante las primeras eta-
pas de la vida los niños que viven en situaciones de adversidad
económica tienden a estar más expuestos a factores que pue-
den afectar negativamente a su progreso cognitivo y al desarro-
llo de su personalidad.
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La meta 1.2 de los ODS nos impele a “Reducir al menos a la
mitad la proporción de hombres, mujeres y niños de todas las
edades que viven en la pobreza en todas sus dimensiones con
arreglo a las definiciones nacionales”.
La forma en que está redactada la meta impulsa deliberada-
mente una nueva concepción de la pobreza que subraya tres
dimensiones que conviene tener presente en las estrategias para
abordar el fenómeno. En primer lugar, la pobreza es presentada
como una experiencia vinculada a perfiles sociodemográficos.
La mención explícita a la infancia supone reconocer la
importancia capital de abordar la lucha contra la pobreza desde
las primeras etapas de la vida, rompiendo los procesos acumu-
lativos que engendran desventajas y lastran las oportunidades
vitales. En segundo lugar, se enfatiza el carácter multidimensio-
nal de la pobreza. La pobreza tiene un carácter eminentemente
material y económico, pero esta dimensión no agota el fenóme-
no. La desventaja de los que tienen menos recursos trae consi-
go situaciones de exclusión y vulnerabilidad que conviene com-
batir. En tercer lugar, cabe subrayar la alusión a las “definiciones
nacionales” como un reconocimiento explícito del carácter relati-
vo de la pobreza (Dornan 2017: 161). El significado de la pobre-
za y el modo de experimentarla está ligado a las condiciones y
expectativas que rigen en los entornos acotados en el espacio y
en el devenir histórico.
Para honrar nuestro compromiso con esta meta 1.2 debe-
mos dotarnos de políticas más ambiciosas para combatir la po-
breza infantil en las diversas formas que se presenta en el mun-
do. Algunos países demandan, de manera prioritaria, iniciativas
de cooperación y desarrollo para hacer frente a las expresiones
más cruentas de la pobreza.
Así, según datos de Naciones Unidas, la inseguridad ali-
mentaria, de la que se ocupa el ODS 2 (Hambre Cero), afecta a
750 millones de personas en el mundo. Según Unicef 149 millo-
nes de niños menores de 5 años sufren retrasos del crecimiento
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y 50 millones emaciación (UNICEF, 2019).3 Conflictos como los
que se están viviendo actualmente en Ucrania, uno de los princi-
pales surtidores de cereales consumidos en muchos países vul-
nerables, pueden conducir la situación a un escenario dramáti-
co, en que el hambre vuelva a provocar cientos de miles de
muertes (Jameel Observatory y cols., 2022).
Una segunda forma de expresión de la pobreza infantil es la
implicación de los niños en actividades laborales. El trabajo in-
fantil es una lacra que aqueja todavía a 160 millones (una cifra
que parece haberse estancado, según las últimas estimaciones
de ILO/UNICEF), de los que 79 trabajan en condiciones de peli-
gro. Eso significa que uno de cada diez niños en el mundo sigue
involucrado en trabajo infantil, entendiendo por tal, conforme a
los estándares de la Organización Internacional del Trabajo,
aquellas formas de trabajo que por su naturaleza y circunstan-
cias, los niños no están preparados para realizar, privándolos de
su niñez, su potencial y su dignidad. La definición también inclu-
ye aquel trabajo que pone en riesgo su salud, seguridad e inte-
gridad moral, o interfiere con su escolarización. Especialmente
preocupante es la situación de niños que trabajan en actividades
y ocupaciones peligrosas, lo que incluye trabajo nocturno o a lo
largo de extensas jornadas, exposición a abusos físicos, psico-
lógicos o sexuales, trabajo en minas o con maquinaria peligrosa,
que implica el manejo o transporte de material pesado, trabajo
en entonos poco saludables (por exposición a tóxicos, tempera-
turas o niveles de ruido o vibraciones que pueden perjudicar su
salud).
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible con su Meta
8.7 tiene por objeto erradicar el trabajo infantil en todas sus for-
mas para 2025. Este objetivo está claramente interconectado
con otras metas como la 5.2 (eliminar todas las formas de violen-
3 En ingles “wasting”. Se refiere a una forma de malnutrición que provoca delga-
dez y debilidad patológica. Los niños que la sufren experimentan deficiencias de su
desarrollo y dificultades de aprendizaje.
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cia contra las mujeres y las niñas, incluidas la trata y la explota-
ción sexual y otros tipos de explotación) o la 16.2 (eliminar el
abuso, la explotación, el tráfico y toda forma de violencia y tortu-
ra contra la infancia).
Una tercera expresión de la pobreza en los países menos
desarrollados que merece destacarse son las migraciones de
menores (UNICEF 2016). Muchos de estos desplazamientos no
son proyectos estrictamente económicos motivados primaria-
mente por las condiciones de privación material. Buena parte de
los niños y niñas que se desplazan junto a adultos responsables
o como menores no acompañados, lo hacen impulsados por
otros factores, como los conflictos armados, situaciones de vio-
lencia generalizada, desastres naturales o provocados por la ac-
ción humana. Se trata de circunstancias que, entre otros efec-
tos, pueden producir situaciones de carestía. La meta 10.7 de los
ODS no emplaza a “Facilitar la migración y la movilidad orde-
nadas, seguras, regulares y responsables de personas, incluso
mediante la aplicación de políticas migratorias planificadas y bien
gestionadas”.
En 2020, 35 millones de niños se encontraban en países
distintos a su país de nacimiento. Catorce millones de ellos vi-
ven en apenas 10 países, donde muchos son refugiados o soli-
citantes de asilo. Jordania, Turquía o Uganda, países colindan-
tes a zonas de conflicto y desastres naturales acogen a buena
parte de ellos. Las condiciones en que deben desplazarse y son
acogidos en los países de destino los exponen a menudo a ex-
periencias de extrema privación material y exclusión. La vulnera-
bilidad socioeconómica es también una situación común entre
familias inmigradas a países de alto nivel de desarrollo. En Es-
paña, por ejemplo, la tasa de riesgo de pobreza de niños de
origen inmigrante (con dos progenitores nacidos en el extranje-
ro) es del 74%, una tasa tres veces superior a la tasa de los ni-
ños de origen autóctono (datos de 2017).
Una dimensión del fenómeno de la migración que merece
especial atención es la de los menores no acompañados. En los
países desarrollados la mayoría de ellos acaban en centros resi-
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denciales de acogida que los tutelan hasta que cumplen la ma-
yoría de edad. Después de esta edad muchos se ven abocados
a situaciones de gran vulnerabilidad por la falta de recursos pú-
blicos para acompañarlos en procesos de transición a la vida
adulta sin tutela o apoyo familiar.
En España y otros países económicamente avanzados es
infrecuente observar las formas extremas de miserabilismo, tra-
bajo infantil o migración que pueden encontrase en países más
pobres. Eso ha llevado a algunas personas a negar que en nues-
tro país haya pobreza infantil o tengamos que prestar más aten-
ción a las situaciones existentes.
Sin embargo, la pobreza en el mundo desarrollado se hace
evidente si se conceptualiza adecuadamente. Cuando utiliza-
mos las metodologías previstas para analizar la pobreza en el
mundo desarrollado, las situaciones de privación material en la
infancia entrañan pocas veces experiencias extremas, pero aca-
rrean desventajas relativas, que pueden ser muy profundas y
tener importantes implicaciones. Desventajas para participar en
su sociedad en condiciones elementales que aseguren una vida
“adecuada” de acuerdo con los parámetros considerados nor-
males por la inmensa mayoría de la población, así como para
garantizar que estos niños y niñas puedan desarrollar sus facul-
tades, talentos y capacidades, libres de hándicaps que se lo im-
pidan.
Desde esta perspectiva, España presenta niveles de pobre-
za inusualmente elevados en comparación a su entorno más cer-
cano. La tasa de riesgo de pobreza, el indicador más usado en la
medición de pobreza, se ha mantenido levemente por encima del
25% en la última década y media. En los 28 países de la Unión
Europea solo hay un puñado de países con tasas parecidas.
Los niveles de pobreza infantil en España son significativa-
mente superiores a las tasas de riesgo de cualquier otro grupo
de edad más avanzada. Cuando se analizan formas más seve-
ras de pobreza (estableciendo umbrales en niveles de renta más
bajos, como por ejemplo el 25% o 40% de la mediana de ingre-
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sos equivalentes), la concentración de la vulnerabilidad econó-
mica en la infancia es todavía más acusada.
Existen otros indicadores de vulnerabilidad económica que
permiten acercarse a distintas dimensiones de la vulnerabilidad
económica. Todos apuntan en la misma dirección. Niños y ado-
lescentes (NIAs) y jóvenes presentan niveles de vulnerabilidad
más altos que otros grupos de edad s avanzada. Así ocurre si
examinamos la tasa de riesgo de pobreza o exclusión (AROPE),
la pobreza anclada, la carencia material severa, la brecha de la
pobreza o la pobreza LICO (Marí-Klose, Cerviño y Julià Cano,
2018). La encuesta del Informe Foessa 2019 también pone de
manifiesto que los hogares con niños menores de 18 años tie-
nen una incidencia más elevada de la exclusión social, con un
índice sintético basado en distintas dimensiones de vulnerabili-
dad. El 12,6% de los niños se encuentra en exclusión severa,
9,2% de las personas de 18 a 44 años, el 8,5% de las de 45 a
64, y el 5% de los mayores de 65 años.4
Los datos longitudinales de que disponemos evidencian que
la pobreza en hogares con niños suele tener mayor duración que
en otro tipo de hogares. En los últimos años, aproximadamente
uno de cada cinco niños se encuentra en situación de riesgo de
pobreza persistente, en torno a cinco puntos porcentuales s
que el total de la población.5
Algunos de los costes fijos asociados a bienes básicos que
soportan los hogares son especialmente onerosos en familias
con niños. Así ocurre, por ejemplo, con las cargas que suponen
las hipotecas y alquileres en hogares con niños. Cuando toma-
mos los gastos en vivienda en consideración, la tasa de pobreza
infantil aumenta considerablemente (entre 10 y 13 puntos en la
4 Cálculos obtenidos con el instrumento de análisis online proporcionado por
FOESSA (12/6/2019) https://public.tableau.com/profile/fundaci.n.foessa#!/resource-404
5 El indicador de pobreza persistente: describe la proporción de personas cuyos
ingresos disponibles equivalentes se encuentran por debajo del umbral de pobreza en
el año en curso y en al menos dos de los tres años precedentes.
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década 2007-2017). Si descontamos los gastos de la vivienda de
los ingresos de que dispone el hogar, el 37,8% de los niños vive
bajo el umbral de la pobreza. Es un incremento superior al que
se da en cualquier otro grupo de edad. Los datos de la Encuesta
de Condiciones de Vida permiten evidenciar que muchos
hogares con niños experimentan problemas de sobrecarga
financiera
es decir, dedican más del 40% de sus gastos a la
vivienda, especialmente en los tramos más bajos de ingresos.
En hogares con niños situados en el primer quintil de renta, la
sobrecarga afecta a uno de cada cuatro niños (Gobierno de
España, 2019).
La capacidad que tienen las prestaciones monetarias del
Estado de bienestar de corregir la pobreza en España es, en
comparación con otros países, bastante limitada. Esta ineficacia
es mucho mayor para los menores de 18 años que para otros
grupos.
Afrontamos, por tanto, importantes retos como país para po-
sibilitar que España continúe siendo una anomalía en su entor-
no. La meta 1.3 de los ODS nos sugiere cómo podemos hacerlo:
Poner en práctica a nivel nacional sistemas y medidas apropia-
das de protección social para todos, incluidos niveles mínimos,
y, para 2030, lograr una amplia cobertura de los pobres y los
vulnerables
. Nuestro sistema de protección social ha presentado
tradicionalmente lagunas importantes que deben ser subsana-
das. Una de las más destacadas ha sido la falta de un sistema
de garantía de renta que ofrezca un suelo de ingresos mínimos
a la población más vulnerable, particularmente a los hogares con
menores a cargo. Esta laguna ha sido parcialmente subsanada
con la puesta en marcha del Ingreso Mínimo Vital, que incluye un
Complemento de ayuda a la infancia para abordar las
situaciones de mayor riesgo de pobreza infantil en España.
Se trata, sin duda, de un avance importante, que contribuirá
a paliar considerablemente las situaciones de pobreza severa,
pero que debe ser complementado por medidas que atiendan a
situaciones de exclusión social difícilmente subsanables corri-
giendo exclusivamente la falta de recursos económicos. Las
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desventajas socioeconómicas profundas y persistentes se pre-
sentan a menudo vinculadas a otros factores de exclusión que
agravan las situaciones de vulnerabilidad y requieren interven-
ciones específicas. Muchas de esas posibles líneas de trabajo
están contempladas en otros ODS.
LA LUCHA CONTRA LA POBREZA INFANTIL EN OTROS
ODS
La lucha contra la pobreza infantil tampoco es ajena al Obje-
tivo 3,
Garantizar una vida sana y proporcionar bienestar para
todos en todas las edades
. Para posibilitar una vida sana hay
que procurar a las personas condiciones de vida adecuadas des-
de etapas muy tempranas. Los niños y niñas que crecen en si-
tuaciones de pobreza suelen experimentar peor salud en múlti-
ples dimensiones a lo largo de sus vidas. Algunas consecuencias
de
dichas desigualdades en salud están adquiriendo un carácter
endémico. Así, el sobrepeso y la obesidad –que conciernen tam-
bién al Objetivo 2 en lo relativo a la malnutrición—se han conver-
tido en un problema emergente que en España se ha extendido
rápidamente entre la población infantil más desfavorecida.
Por otra parte, gran número de afecciones y enfermedades
que se sufren en la vida adulta tienen su origen en situaciones
de estrés y desventaja social experimentadas en etapas anterio-
res de la vida, siendo la primera infancia un período particular-
mente crítico. Invertir en infancia es una forma de abordar, des-
de su gestación, hándicaps corrosivos que pueden malograr la
posibilidad de desarrollar una vida saludable.
El Objetivo 4 (Educación inclusiva, equitativa y de calidad)
nos compromete directamente también con el mundo de la in-
fancia, y en particular con la más vulnerable. La meta 4.1 propo-
ne
asegurar que, en 2030, todas las niñas y todos los niños ter-
minen la enseñanza primaria y secundaria, que ha de ser
gratuita, equitativa y de calidad y producir resultados de aprendi-
zaje pertinentes y efectivos
. España ha hecho progresos nota-
bles en este terreno en las últimas décadas, pero subsisten ta-
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sas muy altas de abandono escolar prematuro a las que resulta
imperativo poner remedio. La Agenda 2030 nos propone algu-
nos caminos a transitar. En la meta 4.2 se insta a
asegurar que
todas las niñas y todos los niños tengan acceso a servicios de
atención y desarrollo en la primera infancia y educación prees-
colar de calidad, a fin de que estén preparados para la enseñan-
za primaria
. Es una cuestión que está resuelta en España en la
etapa 3-5 años, pero no así en la primera infancia 1-3 años. Los
menores de familias más desfavorecidas acuden significativa-
mente menos a este tipo de servicios, a pesar de ser precisa-
mente quienes más podrían beneficiarse de los mismos.
Más allá de las escuelas infantiles, resulta esencial que en
España abordemos con determinación las realidades que com-
prometen seriamente la calidad de la experiencia educativa para
muchos de los niños y niñas en situaciones vulnerables —como
es la de la segregación escolar—y que erradiquemos definitiva-
mente prácticas pedagógicas dañinas para este tipo de alumnos
—como la repetición de curso. No podemos seguir haciendo de-
jación de responsabilidades colectivas permitiendo que el talen-
to natural de tantos niños y jóvenes de origen socioeconómico
humilde se malogre como resultado de configuraciones institu-
cionales y prácticas pedagógicas mal diseñadas, malogrando
sus oportunidades de progreso educativo post-obligatorio y de
desarrollo socio-profesional.
El Objetivo 10 (Reducir la desigualdad en y entre países) nos
propone frenar las derivas hacia los aumentos de desigualdad.
La meta 10.1 y la meta 10.2 apuestan por el crecimiento
inclusivo, un crecimiento del que se puedan beneficiar los más
desfavorecidos. En la meta 10.1 se insta,
de aquí a 2030, a lo-
grar progresivamente y mantener el crecimiento de los ingresos
del 40% más pobre de la población a una tasa superior a la me-
dia nacional.
En la meta 10.2 a
potenciar y promover la inclusión
social, económica y política de todas las personas, independien-
temente de su edad, sexo, discapacidad, raza, etnia, origen, re-
ligión o situación económica u otra condición
. En un contexto de
rejuvenecimiento de la pobreza, resulta extremadamente impor-
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tante frenar las tendencias a la redistribución de la pobreza en el
ciclo vital, que están concentrando los mayores riesgos econó-
micos en niños, niñas y jóvenes. Hay mucho en juego, ya que tal
y como nos recuerdan los afamados epidemiólogos Richard Wi-
lkinson y Kate Pickett, una sociedad con altos niveles de des-
igualdad produce gran número de resultados colectivos indesea-
bles que pueden erosionar gravemente el bienestar psicológico
individual. Cuando las expresiones de la desigualdad afectan
desproporcionadamente a los más jóvenes, nos encontramos
con sociedades que se erigen sobre fundamentos particular-
mente problemáticos: conculcan principios básicos de justicia,
tienden a la fractura y la polarización, desaprovechan las capa-
cidades de buena parte de la población, son muy susceptibles a
la deslegitimación, etc.
En línea con la prescripción de la meta 10.4, es necesario
adoptar políticas, especialmente fiscales, salariales y de protec-
ción social para lograr progresivamente una mayor igualdad.
Una agenda ambiciosa exigirá la movilización de recursos, que
inevitablemente tendrán que ser financiados en buena medida
con presupuestos públicos, ya sea generando recursos adicio-
nales —a partir de crecimiento económico y la recaudación im-
positiva— o recalibrando el gasto blico existente.
El peso financiero de las políticas de bienestar en España
sigue situándose claramente por debajo del que le corresponde
por su nivel de desarrollo económico, lo que en principio apunta
a la existencia de márgenes de maniobra para expandir las polí-
ticas de inversión en infancia, capítulo en el que nuestro Estado
de bienestar adolece de graves carencias relativas. Estas políti-
cas tienen además a su favor que al final “se pagan solas”. A di-
ferencia de otras iniciativas, estamos hablando de medidas que
procuran importantes retornos económicos a medio y largo plazo
para una sociedad. Permiten optimizar las capacidades y poten-
cialidades de las personas, evitando dilapidar talento, y ahorran-
do en el medio y largo plazo aquellos costes en los que incurren
los países que toleran el enquistamiento de la pobreza en la in-
fancia y la proyección de sus secuelas hacia edades adultas.
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El Objetivo 11 insta a lograr que las ciudades y asentamien-
tos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.
En la meta 11.1 se reclama
asegurar el acceso a una vivienda
adecuada y la mejora de los barrios marginales
. Estamos ha-
blando de nuevo de realidades que, en países desarrollados
—y
en particular en el nuestro—, tocan muy de cerca a los hogares
jóvenes con menores a cargo. Como hemos tenido ocasión de
comprobar, los costes de la vivienda constituyen un generador
de vulnerabilidad de primer orden en hogares con niños, para los
cuales los recursos destinados al pago de hipotecas o alquileres
son a menudo una carga difícil de sobrellevar. La falta de un
parque de vivienda pública en alquiler
—u
de otros apoyos eco-
nómicos adecuados para sufragar esos costes— aboca a mu-
chas familias a fuertes tensiones financieras que pueden dete-
riorar los climas familiares y restar capacidad de gasto en otros
bienes básicos necesarios.
Abordar el acceso inclusivo a viviendas adecuadas para fa-
milias jóvenes es, por tanto, un reto en toda agenda de lucha
contra la pobreza y una meta de la Agenda 2030. También lo es
lograr que los espacios urbanos sean seguros para los niños y
niñas, y que les ofrezcan oportunidades de esparcimiento y en-
riquecimiento personal. La meta 11.7 menciona explícitamente el
compromiso de
proporcionar acceso universal a zonas verdes y
espacios públicos seguros, inclusivos y accesibles,
en particu lar
para la infancia (entre otros grupos destacados).
CONCLUSIÓN
En los últimos años, la lucha contra la pobreza ha entrado
con fuerza en la agenda política de nuestro país. El impulso de
estos cambios no ha sido generalmente doméstico. Uno de los
principales motores de estos cambios ha sido el desarrollo y cre-
ciente legitimación de un nuevo discurso internacional sobre la
protección social, que defiende la complementariedad entre las
políticas de crecimiento económico y las políticas de protección
social. Desde este nuevo punto de vista, enarbolado por orga-
nismos internacionales y algunos gobiernos, las políticas de pro-
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tección social más efectivas son aquellas que contribuyen a ga-
rantizar derechos, extender oportunidades y movilizar los
recursos y potencialidades disponibles. En esta concepción, la
mejor política social es una política proactiva, que pone el énfa-
sis en iniciativas de capacitación y empoderamiento individual,
con el objetivo de no sólo de proporcionar un colchón contra si-
tuaciones de infortunio, sino de activar cualidades que favorecen
la autonomía de los individuos y refuerzan su valor en el merca-
do de trabajo.
Sobre esta base, se han construido nuevos relatos que legi-
timan la inversión en infancia. En estos relatos, el objeto de las
políticas públicas ya no deberían ser exclusivamente los adultos,
y mucho menos sólo los adultos que califican para obtener de-
rechos gracias a las contribuciones realizadas en el pasado. Las
experiencias de desventaja en la infancia son vistas ahora como
una fuente de problemas sociales a edades más avanzadas,
problemas sociales que generan costes y pueden comprometer
el dinamismo económico y las bases de competitividad de una
sociedad.
Actuar sobre causas de la desigualdad es el objetivo primor-
dial de la política de lucha contra la pobreza infantil. Intervenir
preventivamente en las primeras etapas del ciclo vital, antes de
que las principales consecuencias de la pobreza cristalicen, es
una estrategia encaminada a desactivar, ex ante, riesgos de ex-
clusión social en la vida adulta asociados a las experiencias in-
fantiles. Estos riesgos se derivan de la conexión entre pobreza
en la infancia y el fracaso educativo, los problemas de inserción
laboral, la mala salud, la probabilidad de haber tenido problemas
con la justicia o haber ingresado en la prisión, etc. Ser pobre en
la infancia predispone a sufrir déficits de otras formas de capital
en la vida adulta (económico, educativo, social), activos funda-
mentales para empoderar a las personas ante la adversidad y
ayudarles a aprovechar las oportunidades que se les puedan
presentar.
En este marco, la Agenda 2030 es un poderoso instrumento
para diseñar y abordar la lucha contra la pobreza infantil como
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proyecto de futuro con un horizonte perfilado para nuestro país y
para el resto del mundo. La infancia que aspiramos a que pueda
poblar nuestras plazas, parques, escuelas, viviendas públicas, y
también nuestro planeta en 2030, se asemeja al mundo esboza-
do por los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Nos quedan solo
ocho años para cumplir y mucho trabajo por delante.
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