HACIA UN MODELO TEÓRICO DE LA APOROFOBIA
Eva María Picado Valverde
Profesora Contratada Doctora en el departamento de Derecho del Trabajo,
Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universidad de Salamanca.
Correspondencia:
evapicado@usal.es
https://orcid.org/ 0000-0002-7288-6985
Raquel Guzmán Ordaz
Profesora Contratada Doctora en el departamento de Sociología y Comunicación
de la Universidad de Salamanca.
https://orcid.org/ 0000-0002-8858-7146
Amaia Yurrebaso Macho
Profesora Contratada Doctora en el departamento de Psicología Social
y Antropología de la Universidad de Salamanca
https://orcid.org/ 0000-0001-8898-7089
RESUMEN
Desde 2017, la aporofobia está adquiriendo mayor visibilidad
debido
al esfuerzo realizado
por autoras como Adela Cortina, quién
acuñó
el término en 1995, con más repercusión mediática e
incorporando cambios en la legislación española. Partiendo de los
datos y las definiciones relativas al concepto de aporofobia se realiza
un análisis de modelos teóricos. Ante la ausencia de modelos
específicos de aporofobia, este artículo pretende contextualizar y
definir el significado de la aporofobia en el contexto español además
de explicar diferentes modelos teóricos con el intento de sistematizar
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
resumen
el constructo. Tras el estudio realizado se concluyen aportes y
limitaciones, y se reclaman nuevos abordajes explicativos que
justifican el avance des- de el paradigma interseccional. Un marco
teórico sistematizado nos permitirá hacer una propuesta de
intervención consecuente que responda a la realidad del fenómeno y
consiga el reto de la eliminación de la aporofobia, permitiendo, a su
vez, a los profesionales diseñar estrategias de intervención eficaces.
Palabras Clave: Aporofobia, interseccional, odio, pobre
TOWARDS A THEORETICAL MODEL OF APOROPHOBIA
ABSTRACT
Since 2017, aporophobia has been gaining in visibility due to the effort
made by authors such as Adela Cortina, who coined the term in 1995,
resulting in greater media coverage and amendments to Spanish legislation.
Based on the data and definitions relating to the concept of aporophobia,
an analysis is made of the theoretical models available. In the absence of
any models specific to aporophobia, this article aims to contextualise and
define the meaning of aporophobia within a Spanish context, while also
explaining various technical models in an attempt to systematise the
construct. As a result, the contributions and limitations are finalised, and
new explanatory approaches are sought to justify moving on
from the
intersectional paradigm. A systematised theoretical framework will
enable us
to put forward a proposal for consequential intervention in accordance with
the reality of the phenomenon, and meet the challenge of eliminating
aporophobia while at the same time allowing professionals to design
efficient intervention strategies.
Key words: Aporophobia, intersectional, hatred, poor.
8
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Eva María
Picado Valverde
Raquel
Guzmán Ordaz
Amaia
Yurrebaso Macho
HACIA UN MODELO TEÓRICO
DE LA APOROFOBIA
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Recibido: 30-12-2021
Aceptado:
-
-
2022
Publicado:
-
-
2022
INTRODUCCIÓN
La aporofobia es un concepto que en la actualidad goza de
cierta popularidad, aunque no podemos olvidar que fue acuñado
por Cortina (1995), hasta el 2015 se ha mantenido prácticamen-
te invisible, pues era escaso el interés que despertaba en acadé-
micos y profesionales el abordaje de la realidad a la que pone
nombre.
Su actual visibilidad coincide con la inclusión de los delitos
de odio en la Ley Orgánica 1/2015, relativa a los comportamien-
tos motivados por prejuicio hacia un grupo particular de perso-
nas. El concepto de aporofobia no es una realidad hasta la apro-
bación de la Ley Orgánica 8/2021 incluyéndose en el código
español como un agravante en el artículo 22.4 relacionándose
en el catálogo de motivaciones y describiendo la aporofobia
como motivo discriminatorio.
Martínez-Navarro (2002) afirma que la falta de atención ha-
cia la aporofobia responde al escaso interés de las problemáti-
cas sociales asociadas a las situaciones de pobreza que mani-
fiestan las clases sociales más acomodadas, lo que implicaría
asumir cierto fracaso social y la demostración de que nuestro
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Guzmán Ordaz
10
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
sistema no es tan justo como se pensaba. Podríamos afirmar, sin
riesgo a equivocarnos, que se trata de conductas extensibles a
toda la sociedad, al margen de su estatus o clase, pues son
comunes las manifestaciones de rechazo, bien explícitas (des-
precio), o implícitas (no mirar, invisibilizar), como explica este
mismo autor, fundamentadas en el sentimiento de responsabili-
dad que genera ver a una persona en situación de desamparo.
Para Martínez-Navarro (2002) la aporofobia se crea a partir
de relatos alarmistas que relacionan a estas personas con la
delincuencia, y que amenazan nuestro sistema social, además
se culpabiliza a los pobres de ser los causantes de su situación.
Jorquera (2017) afirma que estos estereotipos son producto de
la imagen que se tiene de ellos y que están muy extendidos en-
tre la población. Nos referimos a discursos que, valiéndose de
las redes sociales y los medios de comunicación, en la mayoría
de los casos, se convierten en un poderoso instrumento por su
alcance e impacto para la construcción de una imagen del colec-
tiva (representación social) basada en ideas y creencias erráti-
cas (estereotipos), que condicionan las valoraciones o evalua-
ciones que se hacen sobre las personas pobres (prejuicios)
(Aguilar y Buraschi, 2012; Picado et al., 2019; Sobremonte de
Mendicuti et al., 2019). En estas representaciones sociales o
imágenes, que acabamos compartiendo mayoritariamente la so-
ciedad, tiene un peso decisivo el lenguaje, la forma de nombrar,
describir y referirnos a las personas pobres, lo que denomina-
mos el poder simbólico del lenguaje o la capacidad de otorgar
significados a la realidad que vemos y sentimos (Bengoechea,
2003; Yurrebaso et al., 2018). En palabras de Bengoechea
(2002):
El lenguaje refleja y, muy especialmente, ayuda a construir
nuestra concepción del mundo y la realidad. Es decir, los términos,
las frases y el lenguaje que la gente usamos para describir la reali-
dad, las cosas y las personas organizan nuestra estructura inter-
pretativa de las mismas (pp. 8).
Algunos actos calificados de xenófobos son realmente apo-
rofóbicos, entendiendo así por qué determinados colectivos, mi-
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Hacia un modelo teórico de la aporofobia
11
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
grantes, sin techo, pobres, etc. aparecen en el discurso de mane-
ra parcial y sesgada, facilitando un rechazo generalizado y la
aparición de conductas discriminatorias. La imagen construida
desde el itinerario colectivo en la que todos tenemos responsabi-
lidad en mayor o menor medida hace que, lejos de identificar y
sensibilizarnos con la dura realidad que viven y de la que no es-
tamos exentos, como nos recuerda el presente conflicto bélico en
Ucrania, (víctimas de pobreza, de los conflictos, del desarraigo)
les percibamos como responsables y/o merecedores de la situa-
ción que padecen. Culpabilizamos a las víctimas por el mero he-
cho de serlo y lo hacemos aun sabiendo que, dada su situación
de vulnerabilidad, no podrán defenderse de un constructo cons-
truido social y arbitrariamente, que nada tiene que ver con su
realidad como persona, sino con una imagen generalizada y falsa
que socialmente usamos como escudo para seguir mirando a
otro lado, en el mejor de los casos, cuando no para justificar dis-
criminación, victimizaciones y manifestaciones de odio.
Nuestro interés por comprender cómo actúan estos cons-
tructos sociales sobre la pobreza y las personas pobres constitu-
ye la base de este trabajo, y con el cometido de intentar com-
prender de qué manera la aporofobia se ha intentado explicar por
diferentes modelos teóricos y cuáles pueden ser las lecciones
que sobre la discriminación nos dan.
Para ello, las dos primeras secciones de este trabajo tienen
por objeto contextualizar y definir el significado de la aporofobia
en el contexto español, para pasar después, a explicarlo a la luz
de diferentes modelos teóricos desde los que habitualmente se
intenta sistematizar el constructo. Su análisis, aportes y limita-
ciones, requiere nuevos abordajes explicativos que justifican un
intento de sistematización y avance desde el paradigma inter-
seccional que proponemos a continuación. El artículo finaliza con
un resumen de los aportes más significativos a los que nos lleva
nuestro estudio.
12
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
2019
2020
%
VARIACIÓN
LA APOROFOBIA EN PERSPECTIVA
La figura 1 muestra la evolución global de los delitos de odio
en España y su variación respecto a 2019, basado en el informe
sobre incidentes relacionados con los delitos de odio elaborado
por el Ministerio del Interior (2020). Se han registrado 1401 deli-
tos e incidentes de odio, lo que supone una variación del -17.9%
respecto a 2019. Se produjo una disminución de la aporofobia
del 16.70% con respecto al año 2019, y hubo 12 delitos en 2019,
frente a 10 en 2020.
FIGURA 1. EVOLUCIÓN GLOBAL Y VARIACIÓN RESPECTO A 2019
DE LOS DELITOS DE ODIO EN ESPAÑA
Fuente. Elaboración propia a partir de los datos del informe sobre incidentes relacionados con
los delitos de odio elaborado por el Ministerio del Interior (2020).
La Comunidad Autónoma donde más delitos de odio se re-
gistraron fue Cataluña con 236, seguida de Madrid con 225 y
País Vasco con 221. Mostrándose mayor número de denuncias
por aporofobia en Madrid, País Vasco, Cataluña y Comunidad
Valenciana.
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Hacia un modelo teórico de la aporofobia
13
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
En la figura 2 se muestran los resultados recogidos en el
informe de la encuesta sobre delitos de odio elaborado por el
Ministerio del Interior (2021), referentes a la respuesta que los
437 participantes dieron a la pregunta ¿Cuál crees que fue el
motivo por el que fuiste víctima de un delito de odio? Se observa
que el 15.11% fueron víctima de aporofobia.
FIGURA 2. PORCENTAJES DE RESPUESTA A LA PREGUNTA ¿CUÁL CREES QUE
FUE EL MOTIVO POR EL QUE FUISTE VÍCTIMA DE UN DELITO DE ODIO?
Fuente. Elaboración propia a partir de los datos del informe de la encuesta sobre delitos de odio
(2021) elaborado por el Ministerio del Interior.
Los datos apuntados revelan la necesidad de abordar la
aporofobia con rigurosidad. Conceptualizarla, sistematizarla,
identificar los factores que la propician y ayudan a combatir se
erige como objetivo prioritario para académicos, profesionales y
poderes públicos. Se pone de manifiesto, la necesidad de cons-
truir un modelo teórico para el diseño de políticas públicas y de
intervención social para la eliminación de victimizaciones por
aporofobia, tanto desde el ámbito preventivo, como de la aten-
ción social.
14
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
CONCEPTUALIZACIÓN Y ABORDAJE TEÓRICO
En 1990, Adela Cortina comienza a describir el término apo-
rofobia, aludiendo a actitudes y conductas de rechazo y despre-
cio hacia las personas pobres. El término, de origen griego, está
compuesto etimológicamente por los vocablos (1)
aporos
: po-
bre, carente de recursos, y (2)
fobia
, temor intenso e irracional.
Su uso continuado en su labor investigadora y literaria en acade-
mia y prensa provoca su familiarización y posterior reconoci-
miento. A partir de 2016, es asumido de forma generaliza por
profesionales e investigadores, lo que motivará su definitiva y
plena aceptación en 2017, cuando la Fundación BBVA la recono-
ce como término del año, y la Real Academia de la Lengua la
incorpora a su diccionario (FBVA, 2017). Todo ello coincidiendo
con la publicación de su libro
Aporofobia, el rechazo al pobre. Un
desafío para la democracia
, en editorial Paidós (Cortina, 2017).
Con la alusión “repugnancia al pobre o aporofobia”, Cortina
priorizaba la necesidad de visibilizar un fenómeno oculto, una rea-
lidad diferenciada de otras conductas discriminatorias como el ra-
cismo o la xenofobia, que debe distinguirse para que no se con-
funda con ellas, lo que contribuiría a invisibilizarla aún más.
Ejemplarizaba la necesidad de esta distinción con el caso de la
población migrante, cuando nos recordaba que no rechazábamos
a todas las personas inmigrantes, sino a aquellos que se encon-
traban en situación de pobreza o exclusn social. No rechazamos
al extranjero, sino al extranjero pobre (Cortina, 1996). La autora
definía la aporofobia como “Rechazo, aversn, temor y desprecio
hacia el pobre, hacia el desamparado que, al menos en aparien-
cia, no puede devolver nada bueno a cambio” (1995, pp.12) ha-
ciendo una clara alusión a que se trata de una tendencia a tomar
partido socialmente por los mejor situados, por aquellos de quie-
nes puedes obtener algún beneficio, ignorando a los más vulnera-
bles que no parecen poder ofrecer ventaja alguna. Hablamos de
un claro componente de prejuicio y discriminación que va más allá
del clasismo pues implica rechazo hacia el que se encuentra en
una situación general de vulnerabilidad (Cortina, 2017).
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Hacia un modelo teórico de la aporofobia
15
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
El planteamiento de Cortina pone el acento en explicaciones
desde enfoques individualistas a las que apelan otros autores
cuando relacionan los discursos aporófobos con los valores so-
ciales reinantes en nuestra sociedad (Bauman, 2006; Martínez-
Navarro, 2002). Esta perspectiva, en contraposición a la estruc-
tural que indaga en las causas que originan las situaciones de
pobreza y vulnerabilidad, presenta la pobreza como un fracaso
individual, como el resultado de no hacer bien las cosas, convir-
tiendo a quien la padece en merecedor/a. En palabras de Martí-
nez-Navarro (2002) este planteamiento hace que la pobreza deje
de ser una situación para convertirse en una acción negativa,
algo que la persona pobre ha hecho mal
. Atribuyéndole la
responsabilidad o “culpade su acción, explica el empobrecien-
do como factor personal, como característica personal, negando
causas externas (estructurales, políticas, sociales). Un plantea-
miento que permite eludir la responsabilidad política del sistema,
fomentando y reproduciendo la discriminación. Ahondando más
en los valores sociales que forman parte de nuestra cultura, Cor-
tina rescata el discurso de Sennett relacionando la aversión al
pobre como elemento sustancial de nuestra propia identidad cul-
tural, poniendo el acento en el valor de la independencia, o, por
contraposición, el desprecio a la dependencia (Sennett, 2006,
como se citó en Cortina, 2017).
La identificación con lo vergonzante e indigno por acogerse a
las ayudas en el sistema de protección social, en lugar de como
un derecho de la ciudadanía garante de equilibrio e inclusión, di-
bujan las personas como parásitos sociales que nada hacen para
salir de la pobreza, mo débiles no merecedores de los recursos
que disfrutan o a los que aspiran disfrutar (Sennett, 2009).
Este discurso de la pobreza permite negar la aporofobia,
pues si la responsabilidad es de quien es pobre, nosotros, la
Comentado [BOB3]:
Se corta y tiene que ir en la
misma página.
16
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
sociedad, los entes públicos no tenemos por qué asumir respon-
sabilidad alguna al respecto1.
Expósito (2016) añade que el mero hecho de hablar de per-
sonas pobres como atributo o característica personal en lugar de
la situación por la que atraviesa una persona (pobreza) nos lleva
directamente a su evaluación negativa, al prejuicio. Insiste en la
idea de que reproducir esta imagen sesgada de la persona em-
pobrecida es una únicamente práctica social prejuiciosa, que
identifica como institucional. Según el autor no serían únicamen-
te instituciones las organizaciones formales, sino todo lo institui-
do en la práctica, de donde surge pautas de conducta, normas
de comportamiento, formas de interpretar y entender la realidad
(la familia, la escuela, el trabajo, una ONG, un ministerio, etc.).
Es institución todo lo que produce y reproduce normas, por lo
que cabe hablar de una aporofobia institucionalizada en la medi-
da en que éstas producen y reproducen pobreza y aporofobia
La aporofobia institucionalizada va más allá de la aporofobia visible
y manifiesta, penetrando en el ámbito de lo instituido, lo sutil y lo
invisible, para dar cuenta de aquellas prácticas sociales que tienen
como consecuencia la reproducción de la situación de pobreza a
partir de un imaginario aporófobo (Expósito, 2016, pp. 76).
ACERCAMIENTOS TEÓRICOS A LA CONDUCTA APOROFÓBICA
Diferentes modelos teóricos tratarán de explicar la conducta
aporofóbica desde estos planteamientos, algunos desde el en-
tendimiento social de lo que supone ser pobre en nuestro con-
texto cultural, y todas desde el impacto que este significado tiene
en la conducta y experiencia individual. Mostramos brevemente
No hay que olvidar que la inspiración decimonónica sobre el “darwinismo
social” de Herbert Spencer alentaba la desvaloración de los débiles y
vulnerables como ‘lastres sociales’ y pugnaba por un mundo de competen-
cias. Esta visión positivista que defendía el desarrollo y la excelencia
excluye de facto la visión humanista y ha sido objeto de duras críticas y
desuso en los ámbitos académicos. Sin embargo, cuando se analizan los
discursos que cri- tican el desarrollo de políticas sociales para el bienestar de
los más desfavo- recidos, las voces de partidos de extrema derecha continúan
respaldando sus negativas hacia estos diseños, cuestión que nos recuerda
ese resabio de “darwinismo social”.
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
1
Hacia un modelo teórico de la aporofobia
17
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
el marco interpretativo desde las Representaciones Sociales, el
“Labelling approacho Teoría de la Reacción Social o Etiqueta-
do, la Teoría de la Disonancia Cognitiva, la Perspectiva de Iden-
tidad Social, la teoría de Estilos de Vida de Hindelang y colabo-
radores y los Marcos Feministas Interseccionales (
Intesectional
Feminist Frameworks)
. En este apartado se analizarán los cua-
tro primeros modelos y en la siguiente sección se trabajarán las
aportaciones que la perspectiva interseccional nos puede pro-
porcionar para el estudio de la aporofobia.
Para entender la configuración de las
representaciones so-
ciales sobre la pobreza
, debemos partir del concepto de cons-
trucción social de la realidad, o del reconocimiento de la no exis-
tencia de un “mundo verdadero”, en palabras de Berger y
Luckmann (1974). Lahitte et al. (1989) sugieren que “cada grupo
construye en la experiencia vivida y compartida una idea de
realidad, una idea de verdad, una idea de error y una idea de
normalidad. Estas ideas orientan sus esquemas de acción, su
modo de vivir su entorno” (pp.87).
No hay verdades absolutas. Las personas configuramos el
mundo en base a un sistema de creencias propio (grupo, comu-
nidad, religión, clase) desde el que asumimos como verdadero
nuestras opiniones sobre nosotros y los demás, siendo estos
sistemas de creencias los que dan sentido a nuestra propia rea-
lidad (Zimbardo, 1997). Construimos subjetivamente nuestra
realidad en cada interpretación que hacemos de las situaciones
que vivimos, otorgándoles distintos significados con consecuen-
cias diferentes que median en nuestra conducta, de forma que
para entender la conducta de una persona es necesario identifi-
car la interpretación concreta que hace de la situación en la que
se produce dicha conducta.
Así, conocer la visión que tienen las personas sobre los/as
pobres o las situaciones de pobreza pasa por aproximarnos a las
representaciones que hacen de la pobreza, siendo las repre-
sentaciones construcciones cognitivas simbólicas basadas en
atribuciones, percepciones, inherencias, creencias, valores, ex-
periencias etc. Si entendemos la pobreza como un fracaso indi-
18
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
vidual, como una responsabilidad de quien la padece, asumire-
mos que es responsabilidad del/a pobre salir de la pobreza y no
nuestra, y concluiremos que merecen lo que les pasa por no
hacer nada para salir de esa situación. Representar es interpre-
tar una realidad. Representamos a los/as pobres en base a la
interpretación que hacemos de la pobreza, estando fuertemente
influenciada por nuestro aprendizaje social, los valores y creen-
cias arraigadas en nuestro grupo o comunidad social (Ceirano,
2000; Jodelet, 1989). Si asumimos la pobreza como algo negati-
vo y lejos de analizarla como una situación dada lo hacemos
como atributo o característica personal, innata, convertimos al
pobre en algo socialmente malo.
Las representaciones se pueden entender como juicios de
precepción que dan lugar a categorizaciones y significaciones
conceptuales del entorno social y son sociales por ser comparti-
das por el colectivo (Jodelet, 1989; Moscovici, 1981).
La teoría de la reacción social o etiquetado (labelling ap-
proach),
al amparo de la sociología de la desviación, se centra
en analizar la conducta desviada socialmente, el impacto que
ésta tiene en el orden social y los vínculos que se generan entre
la comisión de delitos y las medidas institucionales que se im-
plantan para evitarla.
Entiende por desviación la infracción de una norma o con-
vención social y asume que son los grupos sociales quienes
crean socialmente la desviación, ésta se produce cuando así lo
cataloga o designa la mayoría social, etiquetando como desobe-
diente a la persona o personas (minorías) que rompen las nor-
mas o convenciones sociales, quedando asociadas a una con-
ducta negativa.
Los grupos crean la desviación estableciendo reglas cuya infrac-
ción constituye una desviación, y aplicando estas reglas a personas
particulares, a las que se etiqueta como outsider o ajeno al grupo: el
desviado es alguien al que la etiqueta le ha sido puesta, mientras
que el comportamiento desviado es el comportamiento etiquetado
de una manera concreta por la gente (Becker, 1963, pp. 144).
Hacia un modelo teórico de la aporofobia
19
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
La teoría ahonda en lo que supone para la persona la des-
viación, cómo le afecta el que el grupo mayoritario criminalice su
comportamiento, la consideración de ajeno al grupo y cómo el
propio etiquetado puede afectar a la reincidencia o retroalimen-
tar la conducta desviada. En definitiva, si el estigma empuja a la
persona a perpetrar los actos por los que ha sido etiquetado
(Becker, 1963).
La desviación de la norma y del control social se correspon-
de con la persona o colectivo que la efectúa, en lugar de relacio-
narse con la conducta determinada. El pobre, la pobreza en
nuestro entramado social son considerados una desviación so-
cial. La sociedad atribuye al pobre determinadas características
(vago, dependiente, parásito social, etc.), le etiquetan como
“desviado” de la norma social mayoritaria (independiente, exito-
so, trabajador) y, por tanto, merecedor de una sanción o castigo,
será objeto de discriminación social (Becker, 1963). Ser pobre,
no tener recursos, encontrarse en situación de vulnerabilidad, es
percibido socialmente como una conducta desviada, e incluso a
veces delictiva. El etiquetado, quien se desvía, quien infringe la
norma social, el pobre, es objeto de discriminación. Se rechaza
y discrimina a las personas que no tienen casa, recursos mate-
riales o económicos, trabajo o visten de una determinada forma,
porque no responde al patrón o norma social, porque así se ca-
tegoriza al pobre, como el que no cumple las normas y conven-
ciones sociales.
La aporofobia es transmitida desde una construcción social
que vincula a las personas en situación de pobreza con lo mar-
ginal, lo malo e, incluso, la delincuencia. No sólo no se les reco-
noce como potenciales víctimas de todo tipo de delitos además
de los de odio, sino que se les percibe como algo infrahumano,
molesto y feo que tapar, cuando no perseguir por potenciales
delincuentes.
Pocos modelos teóricos clarifican tanto cómo nuestra per-
cepción y valoración de la realidad condiciona las relaciones que
mantenemos con los demás y los efectos de la relación entre in-
dividuo, grupo y contexto social como la
Perspectiva de Identi-
20
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
dad Social.
Si la Teoría de Identidad (Tajfel, 1970) ponía el acen-
to en las razones que llevan a la persona a formar parte de grupos
en el marco de lo social (identidad social), la Teoría de autocate-
gorización o Categorización del yo (Turner, 1985), nos permite
entender cómo somos capaces de comportarnos como miem-
bros del grupo, desde los designios y patrones de la realidad gru-
pal a la que pertenecemos.
Cuando hablamos del pobre como algo diferente a lo que yo
soy, como el otro, nos valemos de características y atributos que
conocemos y asociamos a las personas pobres, que hemos
aprendido en diferentes ámbitos sociales a lo largo de la vida.
Esa distinción “quien es dependiente, no trabaja, no tiene recur-
sos, vive del sistema” nos ayuda a simplificar la realidad. Si en-
tendemos así (interpretamos) la sociedad en la que vivimos, ello
nos permite saber dónde nos ubicamos (categorías a las perte-
necemos por poseer sus características), qué papel jugamos en
la sociedad. Aludimos al proceso de categorización social. Pro-
ceso que se basa en clasificar a las personas bajo diferentes
criterios (sistemas categoriales) aunque es habitual hacerlo des-
de uno sólo; diferente-similar; amigo- enemigo. Simplificando el
entramado social lo comprendemos, sabemos que nosotros no
somos pobres (adaptación) y fijamos las relaciones que en él
mantendremos con otras personas y colectivos; me comportaré
como no pobre y trataré al pobre como lo hacen los colectivos a
los que pertenezco y los que son referentes para mí, la sociedad
(adecuación). Adoptamos las actitudes de las categorías a las
que pertenecemos.
La categorización social responde a la necesidad de simplificar lo
diverso, de agrupar lo semejante y de sistematizar lo caótico en una
necesidad tras la que se encuentra la incapacidad de nuestra mente
para procesar toda la riqueza y diversidad de la información que
recibe del medio (Blanco et al., 2017, pp. 38).
Tendemos a favorecer al propio grupo (le atribuimos carac-
terísticas positivas; trabajadores, honrados, independientes, cí-
vicos, etc.) enfatizando las similitudes con los miembros de
nuestro grupo y las diferencias con los otros grupos (el de los
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Hacia un modelo teórico de la aporofobia
21
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
pobres, al que, además, le atribuimos características negativas;
vagos, parásitos, mantenidos, delincuentes, etc.). Este favoritis-
mo endogrupal es una discriminación gratuita y alejada de cual-
quier razonamiento lógico que pudiera justificarlo,
En una situación desprovista de la parafernalia que adorna la perte-
nencia a un grupo y de las manifestaciones de la conducta intergru-
pal, los sujetos actúan manejando su pertenencia grupal y en térmi-
nos de categorizaciones intergrupales. Sus acciones están tan
claramente dirigidas a favorecer a los miembros de su propio grupo
como contra los miembros del exogrupo (Tajfel et al., 1971, pp. 172).
La categorización es un proceso psicológico que requiere
escasos recursos cognitivos, por lo que escil cometer errores
en su ejecución, más cuando está afectado por la información
previa existente que tenemos de la categoría pobre. Una infor-
mación cargada de sesgos y errores que nos llevan a distorsio-
nar la realidad y ser inexactos en nuestros juicios, lo que afectará
a las relaciones sociales que mantengamos con estas personas.
Uno de estos sesgos son los estereotipos o creencias con-
sensuadas sobre los atributos (características de personalidad,
conductas o valores) del grupo de personas pobres y sus miem-
bros y generan una imagen de evaluación ampliamente compar-
tida y simplificada de los mismos (Allport, 1954¸ Katz y Braly,
1933; Yurrebaso et al., 2018).
Lo/as pobres acuden a servicios básicos y necesitan presta-
ciones sociales, los inmigrantes, los “sin techo”, las personas que
habitan en la calle son diferentes a nosotros, que vivimos en un
piso/casa y además no necesitamos de tales ayudas. Cuando
distinguimos cognitivamente estos grupos, ellos y nosotros, a
cada categoría le atribuimos características diferentes, que nos
ayudan a ver que se trata de dos grupos claramente diferentes,
que no somos iguales. Nos demostramos que existe una reali-
dad diferenciada en ambos; nos identificamos como diferentes.
Estamos, pues, ante simplificaciones de la realidad, amplia-
mente aceptadas y compartidas, que no son neutrales y condi-
cionan la percepción que tenemos de las personas pobres. Ha-
blamos de estructuras cognitivas que impactan en el desarrollo
22
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
de nuestra forma de ser, en nuestros conocimientos, creencias,
sentimientos y emociones (Allport, 1954).
Moldean nuestras percepciones y nuestros juicios sobre los
otros, en base a nuestra visión individual y colectiva, por el re-
fuerzo que supone saber que son compartidos en nuestros gru-
pos de pertenencia, constituyendo el acervo de nuestra propia
cultura social. Los estereotipos son un producto cultural, creado
y difundido por la propia cultura en el marco de la socialización
(Deaux y LaFrane, 1998; Levine et al., 1998; Dueñas et al., 2016;
como se citó Yurrebaso et al., 2018, pp. 175).
Asumidos como cultura dominante, se trasmiten e interiori-
zan con facilidad y representan los códigos culturales, las nor-
mas y valores de nuestra sociedad. Compartirlos facilita la inte-
gración en la comunidad porque nos asemejan a los otros, nos
configuran como miembros (Rocha, 2009).
La base de las evaluaciones negativas que hacemos de la
persona pobre (prejuicio) condicionan en nuestras conductas de
rechazo hacia el/a pobre pues organizan “las creencias, opinio-
nes, sentimientos y tendencias conductuales, relativamente du-
raderas, hacia objetos, grupos, eventos o mbolos socialmente
significativos” (Allport, 1954, pp.14).
El componente cognitivo de la actitud, las creencias y cono-
cimientos sobre la pobreza (estereotipos y sesgos), los senti-
mientos que despiertan en nosotros (componente afectivo: asco,
miedo, desprecio) y las expectativas de comportamientos ante-
riores (componente conductual: todos les rechazan, les repudian)
condicionarán la valoración final que hagamos del/a pobre; la ac-
titud (prejuicio cuando es negativo) que incluye nuestra predispo-
sición a responder hacia estas personas de una forma concreta.
Si bien, es cierto que nos valemos del prejuicio para saber
cómo actuar ante lo desconocido, las conductas que de él sur-
gen suelen implicar rechazo y asimetría en la relación de poder
de mi grupo (sociedad, comunidad) frente al de los pobres (los
otros) (Tajfel et al., 1971). El sentimiento de pertenencia grupal
condiciona cómo somos y como nos comportamos, pues lo ha-
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Hacia un modelo teórico de la aporofobia
23
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
remos desde las normas y valores interiorizados de nuestro gru-
po. La pertenencia grupal genera identidad social y explica y
justifica los conflictos entre grupos sociales, que suelen traducir-
se en conductas discriminatorias, donde resulta clave el domino
o poder en el entramado social (Tajfel y Turner, 1979).
La categorización o percepción de pertenencia grupal genera en
nosotros una percepción de homogeneidad entre los miembros del
grupo, en nuestras actitudes y conductas, facilitando la distintividad
social con respecto a otros grupos. Lo habitual es tomar al grupo
como referencia para construir tu propia identidad, asumiendo sus
valores y normas con las que regulamos nuestra vida en el grupo
(…). Esta identidad social tiene una dimensión externa basada en la
relación con otros grupos, y otra interna, basada en la conciencia de
nuestra pertenencia al grupo y de lo que el grupo representa para
nosotros (Turner, 1987, como se citó en Picado et al., 2019, pp. 420)
Desde este enfoque, podemos entender la aporofobia como
una relación de conflicto entre un grupo amplio (mayoría social)
y otro (el de las personas en situación de pobreza) al que desde
un significado prejuicioso asociado a la pobreza como algo nega-
tivo se le puede despreciar, odiar y victimizar. La visión sesgada
de la persona pobre (parásito, delincuente) alimenta su valora-
ción negativa. El propio prejuicio sesga la percepción, impidien-
do ver más allá de la situación de pobreza, negando otras cuali-
dades y dimensiones de la persona que le son propias y
compartimos, negando lo que tenemos en común, priorizando lo
que nos diferencia. Marcar esa diferencia, discriminar, incremen-
ta nuestra autoestima; no solo somos diferentes; somos mejores.
La
teoría de la Disonancia Cognitiva
(Festinger, 1957)
también puede ayudarnos a entender reacciones aporofóbicas.
Cómo una persona que se percibe como buena, normal, cívica,
respetuosa con los demás puede asumir o encajar que es pre-
juiciosa, que discrimina, que no es ni tan cívica ni tan buena;
autojustificándose con argumentos que hagan parecer menos
prejuiciosa su conducta o más reprochable la de aquel/la a quien
discrimina o rechaza. Cuando no ayudamos o no empatizamos
con personas en situaciones de vulnerabilidad o pobreza de for-
ma directa, o indirecta (denunciando esas situaciones, instando
al sistema para su abordaje y erradicación, etc.), cuando mira-
24
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
mos para otro lado ante injusticias y dramas humanos, es habi-
tual sentir responsabilidad, culpa por nuestra inacción, por la no
denuncia cuando vemos el rechazo o deprecio de otros. Tomada
conciencia de la incongruencia generada, del malestar que nos
genera, ideamos un argumentario que permita hacernos sentir
mejor, que justifique el porqué de nuestra conducta, que se rein-
terprete la situación; culpabilizar a la víctima de su propia situa-
ción de pobreza y hacerla merecedora de lo que le pasa es el
más habitual;
¿Qué puedo hacer yo sí no se dejan ayudar? Les
destinan recursos y no acuden por no cumplir unas normas ni-
mas; ¿Cómo no iba a acabar así si es un alcohólico? Se lo tienen
merecido por matar a disgustos a su familia.
La autojustificación posibilita que nuestras incongruencias
ante creencias, valores, pensamientos, y entre éstas y nuestra
conducta se eliminen o aminoren, de forma que podamos elimi-
nar el malestar que genera dicha incongruencia (Festinger,
1957). Tomar conciencia de actuar de forma diferente, e incluso
contraria, a como creo que soy, advertir nuestras incongruen-
cias, nos incomoda, y nos lleva a elaborar explicaciones que la
eliminen. Vuelve a aflorar el prejuicio, las ideas sesgadas o este-
reotipos para ayudarnos a construir e interpretar las situaciones
de pobreza, desechando cualquier ápice de humanidad en el/a
pobre, negando el drama o victimización que sufre. Vuelve a sur-
gir la conducta aporofóbica.
Serrano-Maíllo (2009; 2017) explica este fenómeno desde
la
Teoría de los Estilo de Vida de Hindelang, Gottfredson y Ga-
rofalo
(1978), en este caso, la aporofobia se relaciona con los
estilos de vida de las personas que se encuentran en situación de
sinhogarismo. Los cambios en los estilos de vida se correspon-
den con las características de adaptación de las personas y los
grupos en relación con el rol desempeñado y los cambios estruc-
turales. Los estilos de vida, además, se asocian con los encuen-
tros de las personas con características comunes en lugares y
momentos concretos. Los diferentes estilos de vida se relacionan
con el riesgo de victimización, dependiendo el grado de exposi-
ción a situaciones victimizantes, como puede ser pernoctar en un
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Hacia un modelo teórico de la aporofobia
25
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
parque o en la calle, siendo la noche el momento de mayor ries-
go, frente a la hora de mayor movimiento de personas por esos
lugares.
En este caso, el delincuente puede ser una persona o grupo
de personas cuya motivación está relacionada con la hostilidad
hacia la persona o grupo de personas pobres (Antón, 2021).
El esquema cognitivo del agresor o agresores parte de un
conjunto de creencias que marcan las diferencias de ocupación
social entre personas pobres y los que no lo son, manifestándose
esta categorización en comportamientos y actitudes de rechazo.
Los estereotipos presentes en los agresores por aporofobia
muestran unas particularidades que explican su funcionamiento
como que interpreten características estereotipadas de las perso-
nas en situación de sin hogar de manera exagerada o simplista,
ayudándole a justificar o racionalizar el comportamiento de re-
chazo hacia el otro, sin que se sienta gran molestia por ello,
además de construir pensamientos y esquemas mentales de
gran rigidez. Para que se produzcan los estereotipos es necesa-
rio la categorización con la facultad de describir la realidad, sien-
do este proceso cognitivo automático y a partir de una cantidad
de información que se suele atribuir, según la interpretación de
características comunes atribuidas a un grupo concreto. En el
caso de la aporofobia, el conjunto de características atribuidas a
las personas en situación de exclusión social o sinhogarismo
diferencia a los que se encuentra en dicha situación frente a los
que no lo están. En la teoría de estilos de vida de Hindelang et
al. (1978) la exposición de la víctima se describe como el conjun-
to de situaciones asociados al estilo de vida de la víctima que
provoca un alto riesgo de victimización.
En el estilo de vida de las personas en situación de sinhoga-
rismo, sus propias condiciones de vida, en sí mismo, ya son per-
cibidas como víctimas por ser convenientes, deseables y accesi-
bles (Puente, 2021). Una de las cuestiones fundamentales de
esta sobreexposición es la falta de control de la persona sobre
su ambiente, generando inseguridad hacia su vida.
26
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
Las personas sin hogar habitualmente ocupan espacios pú-
blicos y semipúblicos en los que queda restringida su libertad de
movimiento, siendo en muchos casos desplazadas hacia luga-
res más inseguros. En este caso, es importante analizar la deno-
minada arquitectura hostil, que, aunque actualmente no ha sido
abordada suficientemente desde el ámbito científico, no puede
negarse su existencia. La arquitectura hostil es definida por Bar-
bieri (2018) como: “la tendencia de diseño urbano donde los es-
pacios públicos se construyen o alteran para desalentar su utili-
zación indebida.” (pp.1). Siendo para Savičić y Savic (2012) un
tipo de arquitectura y urbanismo diseñado con elementos disua-
sorios o intervenciones sensoriales con el objeto de controlar el
espacio influyendo en el estilo de vida de las personas sin hogar
ya que provocar el desplazamiento de estas personas a otros
espacios menos visibles de la ciudad.
Snow y Mulcahy (2001) consideran que existen tácticas a
través de las cuales se intenta reducir la visibilidad pública de
las personas sin hogar y su interacción con el resto de la comu-
nidad, limitando su movilidad y nicho ecológico” (pp.160), lo que
sostiene la idea de esa posible victimización institucional como
una manifestación más de aporofobia. La aporofobia institucio-
nalizada es definida por Expósito (2016) como las manifestacio-
nes violentas ocasionadas por múltiples agentes, como pueden
ser las instituciones sociales, estas manifestaciones, habitual-
mente, son sutiles e invisibles. Este autor identifica cinco institu-
ciones que muestran actitudes aporofóbicas: la caridad, los gue-
tos y albergues, el mercado laboral, el consumo y los medios de
comunicación. Parece necesario explorar, aún más, la aporofo-
bia institucional por la que, habitualmente, la propia política y la
norma puede generar más exclusión que inclusión.
Para Gaetz (2004) la situación de exclusión social limita la
capacidad de estas personas a asegurar la protección y seguri-
dad siendo importante el grado de sufrir victimizaciones. Como
muestra la tabla 1, es evidente que, además de que tener techo
supone la protección frente a las condiciones climatológicas, el
hogar tiene un significado mayor y muy relacionado con la posi-
bilidad de protección de las personas.
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Hacia un modelo teórico de la aporofobia
27
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
TABLA 1. FUNCIONES DE LA VIVIENDA
Función de la vivienda
Consecuencias de pérdida de la vivienda
Protección física de los elementos y el
clima
Riesgo de deshidratación, hipotermia, enfermedades
vasculares periféricas, edemas, etc..
Mantenimiento de la seguridad personal
(protección contra delitos)
Aumento de la inseguridad personal: mayor riesgo de
robos, asaltos y agresiones etc.
Lugar para descansar, lavar la ropa,
asearse etc.
Fatiga, carencia de sueño, irritabilidad, reacciones
lentas, desorientación, falta de higiene, etc.
Lugar para guardar las pertenencias
Necesidad de llevar encima todos los objetos persona-
les y limitación de los mismos
Espacio personal donde estar solo o
acompañado por quien se desee (control
de la entrada)
Estrés, tensión, desmotivación, intrusión de perso-
nas extrañas que pueden ser molestas, expoliadoras
o abusivas; carencia de vida social en el sentido or-
dinario
Lugar propio que refleja la personalidad,
el gusto y la creatividad
Anonimato, desmotivación, exposición aumentada al
alcohol y drogas
Lugar donde se desarrolla la vida familiar
Interferencia con la vida familia, estrés emocional y
desmotivación
Lugar de referencia: dirección, teléfono
Interferencia con la búsqueda de trabajo u obtención
de ayudas y rentas etc.
Símbolo de la pertenencia a la comuni-
dad, facilitación de la acción política
Disminución de la capacidad para participar en la
comunidad, dificultad para votar etc.
Lugar que confiere estatus social
Bajo estatus social, baja autoestima o autoimagen
Inversión (valor económico de la casa)
Bajo estatus económico, capacidad disminuida para
mejorar el estatus económico propio
Fuente. Elaboración propia a partir de Jahiel (1992), Muñoz y Panadero (2004) y Matulic-Do-
mandzic (2013).
Lo que pone de manifiesto, es que la vivienda estable tiene
una función de protección importante, y, por ende, en el caso de
no tenerla deja a la víctima desprotegida.
En algunas ocasiones, estas personas pueden verse involu-
crados en actividades de riesgo, como la mendicidad, la prostitu-
ción etc. que pueden limitar su acceso a la atención de los cuer-
pos de seguridad, bien por falta de confianza al sistema de
protección, o bien por poder ser identificado como autor de algún
hecho delictivo.
28
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
DISCRIMINACIÓN INTERSECCIONAL APOROFÓBICA
Si, como hemos visto en los modelos teóricos anteriores,
existe una necesidad por categorizar y simplificar lo diverso
(Blanco et al., 2017), así como el establecimiento de mecanis-
mos que autojustifiquen la exclusión, e, incluso, la criminaliza-
ción de las personas que padecen la pobreza, lo que la intersec-
cionalidad aporta es justamente un cambio de paradigma a la
hora de comprender, interpretar e incluso, intervenir en fenóme-
nos como la aporofobia.
Plantear como punto de comprensión las aportaciones del
marco interseccional implica fundamentalmente, abogar por in-
tegrar una visión más compleja de análisis sobre las discrimina-
ciones y desigualdades.
La interseccionalidad no es un modelo teórico-metodológico
cerrado y unificado. Aquí radica su riqueza y también el punto de
polémica que, tanto a nivel académico, como institucional lo con-
vierten en objeto de cuestionamientos. Sin embargo, es induda-
ble que se ha convertido en lo que muchas feministas denomi-
nan como la mayor aportación teórico-política que se ha
realizado desde el feminismo (McCall, 2005) y es igualmente,
según Lykke (2011): el lugar discursivo donde diferentes posi-
ciones feministas se encuentran en diálogo crítico” (pp. 208). A
pesar de que el antecedente crítico argumental sobre la inter-
seccionalidad data de finales del siglo XIX cuando la abolicionis-
ta y activista Soujourne Truth puso en evidencia que la realidad
de las mujeres blancas no era ni remotamente similar al de las
mujeres negras, es Kimberle Crenshaw (1989, 1991) quien acu-
ña el concepto de
intersectionality
(interseccionalidad) para ex-
plicar que la situación de las mujeres negras en Estados Unidos
era diferente a las experiencias de las mujeres blancas. El obje-
tivo de Crenshaw era hacer evidente la invisibilidad jurídica que
se produce cuando se intersectan diferentes dimensiones de
discriminación y desigualdad. Este punto de partida de la inter-
seccionalidad permitió abrir cuestionamientos centrales para
evidenciar que las personas construimos nuestra realidad social
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Hacia un modelo teórico de la aporofobia
29
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
considerando nuestras diferentes identidades y que, a su vez,
estas experiencias impactan de manera diferencial construyendo
discriminaciones y desigualdades interseccionales. De ahí la per-
tinencia por cuestionarse
¿Cómo y cuándo el racismo amplifica el
sexismo?, ¿Cómo y cuándo la explotación de clase refuerza la
homofobia?
Lo que nos permite desde este lugar preguntarnos
¿Cómo y cuándo el clasismo, el sexismo y el racismo inciden en
la aporofobia?
Partiendo de la premisa de que la interseccionalidad involu-
cra el cuestionamiento sobre el efecto que producen diferentes
ejes de desigualdad, la última pregunta realizada en el párrafo
anterior, retoma solo los ejes de discriminación que con más fre-
cuencia se pueden analizar, tanto de los ámbitos académicos,
como de las instituciones públicas, sin demérito de incorporar
diferentes ejes de desigualdad como la edad, la diferencia étni-
co, racial, la cuestión de la ciudadanía o la autoidentificación so-
bre la identidad de género.
Como se ha mencionado, al tratarse de un desarrollo teórico
en constante transformación y, por ende, inacabado, la intersec-
cionalidad comparte diversos intentos por ser explicada, de en-
tre los que destacamos la aportación de Andersen (2006) que
estima que se trata “(de un) paradigma (que) analiza las cone-
xiones entre las estructuras de género, la ‘raza-etnia y la clase,
y cómo la intersección de estas estructuras sociales puede pro-
ducir un contexto complejo de desigualdad” (Andersen, 2006,
como se citó en Guzmán-Ordaz, 2011, pp.45).
Esta definición coincide en los elementos centrales con la
aportación de una de las grandes investigadoras en materia in-
terseccional, que enfatiza en la capacidad de análisis que pre-
senta la interseccionalidad en cuanto a cómo se deben conside-
rar las categorías que regularmente se asocian con la exclusión:
La visión crítica de que categorías como raza, clase, género, sexua-
lidad, etnicidad, nacionalidad, habilidad y edad operan no de manera
unitaria, como entidades mutuamente exclusivas, sino como fenó-
menos de construcción recíproca que a su vez dan forma a inequida-
des sociales complejas (Hill-Collins, 2015, pp. 2).
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
30
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
Lo que es indudable, es que los orígenes de la interseccio-
nalidad se enmarcan en las aportaciones de lo que se denomi-
nan los feminismos periféricos (Rodríguez- Martínez, 2006), fe-
minismos del sur y las líneas de pensamiento decoloniales. De
ahí que las aportaciones sobre la discriminación de género se
hayan expandido considerando no sólo la cuestión de género
como un eje de discriminación ‘predominante”, sino que se am-
plió la comprensión sobre temas de desigualdad y discrimina-
ción considerando la intersección de diversos ejes.
La interseccionalidad, sin embargo, no es solo un paradigma
de análisis limitado a estudiar las situaciones de exclusión y dis-
criminación “de las mujeres”. Gran parte de su riqueza de análi-
sis (y cada vez más, de aplicabilidad) radica en la observación
crítica que propugna en torno a las personas, fenómenos y gru-
pos que se encuentran en los márgenes (Choo y Ferree, 2010).
Y, fundamentalmente, la interseccionalidad toma en conside-
ración que existen múltiples ejes de dominación que se intercep-
tan y una de las premisas fundamentales es que no pueden ana-
lizarse de manera separada, pero tampoco de forma aditiva,
puesto que cada eje de diferencia y desigualdad adquiere un va-
lor ontológico dependiendo del contexto. Es lo que se denomina
dominios ontológicos distintivos
(Anthias y Yuval-Davis, 1992;
Yuval-Davis, 2006). Estas autoras consideran indispensable, en
el trabajo interseccional, estudiar el conjunto de constelaciones
de diferencias, incluidas la condición de la pobreza, para llevar a
cabo un análisis sobre las opresiones y las discriminaciones, ob-
servando que cada eje de desigualdad adquiere un valor diferen-
cial dependiendo del fenómeno de discriminación que se analice.
En casos de discriminación de las personas en situación de
pobreza y el odio que pueden provocar, la interseccionalidad
permitiría dar luz atendiendo en primera instancia al nivel estruc-
tural de análisis sobre la pobreza y de manera simultánea a las
personas que la padecen.
De hecho, una de las dimensiones estructurales a la hora de
comprender el fenómeno de la pobreza y quienes la padecen es
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Hacia un modelo teórico de la aporofobia
31
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
analizar qué se está haciendo por la lucha contra la pobreza
desde los lineamientos políticos. En la Unión Europea se ha co-
menzado a incorporar un modelo de trabajo interseccional en el
diseño de las políticas que luchan contra la pobreza, esto incide
directamente en el reconocimiento sobre el carácter multidimen-
sional y diverso de las desigualdades en relación con la pobreza
y la exclusión (De la Cruz-Ayuso, 2020). Pero, como bien señala
esta misma autora, a pesar de que el reconocimiento sobre el
carácter multidimensional de la pobreza resulta muy útil para la
formulación de políticas debido a su simplicidad, no se puede
obviar que existe una serie de condicionantes que problemati-
zan, por un lado, que las bases de las desigualdades son dife-
rentes dependiendo del contexto y, por otro, que a pesar de que,
Todas las poticas para reducir la pobreza han trabajado desde la
consideración de su carácter multidimensional y, a partir de la
Estrategia Europea 2020, han reivindicado la necesidad de esta-
blecer sinergias con otras estrategias políticas más allá de los lími-
tes tradicionales de las políticas de protección social, las medidas
finalmente adoptadas se han centrado mayoritariamente en enfo-
ques unidimensionales, principalmente económicos (De la Cruz-
Ayuso, 2020, pp.190)
Se centralizan las acciones contra la pobreza desde estrate-
gias que no terminan de incorporar la complejidad de las des-
igualdades, por lo que deberíamos preguntarnos ¿
de qué mane-
ra incide esto en el aumento de la discriminación hacia las
personas que padecen la pobreza?
No existe una única respuesta, pero sí nos permite observar
la complejidad que emana el fenómeno de la pobreza y sus
víctimas ya que, si se limita la comprensión sobre la exclusión y
la vulnerabilidad de las personas sólo a una dimensión de des-
igualdad vivida, es imposible comprender, tanto a nivel de dise-
ños políticas, como de experiencias sociales sobre por qué se
victimiza a las personas sin hogar, a los más vulnerables y a
aquellos, que, en teoría, deberían estar más protegidos.
Una de las oportunidades que brinda la interseccionalidad
para comprender e intervenir, tanto en el diseño de políticas que
respalden la protección de las personas que padecen violencia
32
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
paradójicamente por su situación de vulnerabilidad, como en el
caso de aquellos que sufren pobreza extrema y sinhogarismo, es
incorporar el reconocimiento sobre la existencia de la hetero-
geneidad de este grupo social y analizar cómo se interceptan sus
desigualdades.
Así pues, la interseccionalidad expone la necesidad de ana-
lizar las discriminaciones, los sujetos objeto de rechazo, a través
de cómo opera la intersección de las desigualdades (género, ra-
za, etnia, clase social, edad, ciudadanía, etc. y produce exclusión
de dimensiones heterogéneas, es decir, la exclusión y el rechazo
de las personas sin hogar, no obedece solo a su condición de
vulnerabilidad por no tener recursos económicos. La discrimina-
ción de las personas sin hogar a la luz de la interseccionalidad
aborda la aporofobia comprendiendo que no se trata de acciones
hacia un grupo homogéneo, puesto que las características de las
personas que padecen la pobreza son diversas e igualmente la
motivación que los ha llevado a sufrir esta condición, es lo que
denominamos
discriminación interseccional aporofóbica.
Por ello, la aplicación del modelo interseccional no puede
reducirse a comparar unas discriminaciones frente a otras bus-
cando una respuesta única, sino que pretende dar relevancia a
las diferentes manifestaciones de discriminación que se da en
las personas, visibilizado todas y evitando que alguna desigual-
dad se invisibilice (Cavalcante, 2018).
Según la Red Faciam (2021), este modelo identifica los ejes
de la desigualdad, y describe los ejes o espacios de vulnerabili-
dad de las personas en los que se presenta una vulneración de
derechos, haciendo referencia al trato desigual que sufre una
persona como consecuencia de un problema estructural, provo-
cando discriminación u opresión.
Para comprender cómo opera y la complejidad de los ejes de
desigualdad es necesario incluir de la propuesta que realiza Hill-
Collins (2002) sobre la “matriz de dominación”. Esta matriz pone
de manifiesto que la experiencia de las personas está compuesta
de múltiples categorías y, por lo tanto, observar e interpretar la
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Hacia un modelo teórico de la aporofobia
33
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
realidad de las personas circunscritas a una sola de ellas resulta
insuficiente. De ahí que la interseccionalidad apueste por incor-
porar, de manera simultánea, la explicación sobre la experiencia
de desigualdad que padecen las personas, desde la compren-
sión de que a partir de las intersecciones de las diferencias se
pueden detectar formas complejas y diversas de padecer la des-
igualdad. Por ejemplo, la experiencia de una persona que sufre el
sinhogarismo es de origen extranjero y padece una enfermedad
mental, no es análoga a una mujer joven autóctona, víctima de
violencia de género y cuyo punto en común es que también vive
en la calle. A este tipo de realidades es a las que alude la discri-
minación interseccional apoforóbica, a los efectos multicausales
de la discriminación.
Al observar la interacción entre estos ejes en una situación
concreta, analizando cómo interactúan los privilegios y las opre-
siones, puede identificarse el grado de discriminación y violencia
estructural a la que las personas se ven expuestas.
De tal forma que, la interseccionalidad permite analizar las
discriminaciones sufridas por las personas que se encuentran en
situación de sinhogarismo, a partir de todas las experiencias de
discriminación y violencia sufrida.
Además, desde la interseccionalidad se pretende evitar la
simplificación de las discriminaciones, diferenciándose incluso
de las discriminaciones múltiples. En el caso de las discrimina-
ciones múltiples, el conjunto de los ejes, de manera aditiva, ex-
plica las discriminaciones sufridas, son ejes estáticos y todos son
igual de importantes, mientras que en el modelo interseccional
son dinámicos, el eje de referencia no está predeterminado y
depende del contexto, aunque coincide con el anterior en que
todos los ejes son igual de importantes.
Desde este enfoque, se plantea que la situación de sinho-
garismo es consecuencia del cruce de los diferentes ejes de
desigualdad vividos, proponiéndose una intervención basada en
la identificación de la situación de las personas, alejándose de la
categorización en colectivos, es decir, incluso las personas en
34
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
situación de sinhogarismo pueden sufrir discriminaciones
diferentes.
APORTACIONES DEL ESTUDIO
El objetivo es el de aportar un mayor desarrollo teórico a la
aporofobia incluyendo, de manera relevante, el modelo intersec-
cional como reclamo en las políticas públicas actuales. Los mo-
delos teóricos utilizados hasta ahora nos ayudan a entender qué
pensamientos guían la acción de rechazo, de opresión, de nega-
ción, de discriminación de personas semejantes por el mero he-
cho de ser pobres, de percibirlas como diferentes y, a veces,
como una amenaza.
Diferentes paradigmas nos ayudan a entender los procesos
de la discriminación grupal (las personas pobres) pero será el
interseccional quien mejor identifique las situaciones y circuns-
tancias concretas y particulares de cada víctima de aporofobia.
Este planteamiento facilitará mecanismos de intervención de tipo
estructural dirigidos a erradicar cualquier violencia o victimi-
zación que emane del rechazo u odio a nuestro/as semejantes.
Estas acciones serán complementarias a las propias de quienes
atienden de forma directa a las víctimas.
El estudio realizado por Picado et al. (2019) concluía la nece-
sidad de facilitar a los profesionales mayor formación sobre este
tema, ya que, los profesionales de diferentes recursos identifican
los episodios de violencia que sufren sus usuarios, pero no discri-
minan si se trata de sucesos aporofóbicos.
Este estudio facilita la identificación de posibles modelos
teóricos que expliquen la aporofobia, para así poder desarrollar
estrategias y planes de actuación. Además, facilita la compre-
hensión del fenómeno para los profesionales con objeto de pres-
tarles ayuda en la detección precoz de estas victimizaciones,
especialmente cuando el contacto con las personas en situación
de sinhogarismo es habitual.
El análisis realizado concluye la necesidad de reconstruir el
concepto de pobreza y distinguir la aporofobia de la xenofobia y
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Hacia un modelo teórico de la aporofobia
35
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
otras discriminaciones con las que interactúa y se oculta. De esta
forma ayudaría al desarrollo de políticas contra los diferentes
tipos de desigualdades, intolerancia social y discriminaciones en
nuestra sociedad.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Antón, C. (2021).
El modelo de comunidades locales de aprendizaje
contra el racismo, la xenofobia y los discursos de odio como herra-
mienta de formación continua para la policía local.
Ministerio de
inclusión, seguridad social y migraciones.
Aguilar, M. y Buraschi, D. (2012).
Prejuicio, etnocentrismo y racismo
institucional en las políticas sociales y los profesionales de los ser-
vicios sociales que trabajan con personas migrantes
. VII Congreso
de Migraciones internacionales. Bilbao. http://nadiesinfuturo.org/
IMG/pdf/AGUILAR_MJ.pdf
Allport, G. (1954).
The nature of prejudice
. Perseus Book Publishing.
Andrade, M. (2008). ¿Qué es la “aporofobia”? Un análisis conceptual
sobre prejuicios, estereotipos y discriminación hacia los pobres.
Agenda Social, 2
(3), 117-139.
Anthias, Yuval-Davis, N., y Cain, H. (1992).
Racialized boundaries: race,
nation, gender, colour, and class and the anti-racist struggle
. Rout-
ledge.
Barbieri, A. (2018, 6 de abril). El control de las conductas sociales a
través de la arquitectura.
La Vanguardia
. https://www.lavanguar-
dia.com/vivo/20180406/441983305139/controlconductas-socia-
les-arquitectura-hostil.html
Becker, H. (1963).
Hacia una sociología de la desviación
. Siglo Veintiu-
no Editores Argentinos S.A.
Bengoechea, M. (2002).
Guía para la revisión del lenguaje desde la
perspectiva de género
. Proyecto Parekatuz. Diputación Foral de
Bizkaia. Disponible en: http://www.bizkaia.net/ahaldun_nagusia/
parekatuz/archivos/castellano/DFB_Curso%20Lenguaje%20ad-
ministrativo/pdf
Bengoechea, M. y Calero, M. (2003).
Sexismo y redacción periodística
.
Junta de Castilla y León.
Berger, P. y Luckmann, T. (1974).
La construcción social de la realidad
.
Amorrortu.
36
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Bernal, A. O. (1993). Leon Festinger y la psicología social experimen-
tal: La teoría de la disonancia cognoscitiva 35 años después.
Psi-
cothema
,
5
(1), 185-199.
Blanco, A., Horcajo, J y Sánchez, F. (2017).
Cognición social.
Ediciones
Pearson.
Brown, R. (1995).
Prejudice: Its social psychology
. Oxford: Blackwell.
Cavalcante, A. M. (2018). Discriminación interseccional: concepto y
consecuencias en la incidencia de violencia sexual contra mujeres
con discapacidad.
Journal of Feminist, Gender and Women Stud-
ies
, (7), 15–25. https://doi.org/10.15366/jfgws2018.7.002.
Ceirano, V. (2000). Las Representaciones Sociales de la Pobreza.
Cin-
ta de Moebio
, (9), 337-350.
Choo, H. y Ferree, M. (2010). Practicing Intersectionality in Sociological
Research: A Critical Analysis of Inclusion, Interactions, and Insti-
tutions in the Study of Inequalities.
Sociological Theory
28(2), 129-
149. https://doi.org/10.1111/j.1467-9558.2010.01370.
Collins, P. (2002).
Black feminist thought: Knowledge, consciousness,
and the politics of empowerment
. Taylor & Francis Group e-Library.
Coll-Planas, G., y Solá-Morales, R. (2019).
Guia per incorporar la inter-
seccionalitat a les polítiques locals
. Ajuntament de Terrassa.
https://igualtatsconnect.cat/wp-content/uploads/2019/06/Publica-
cion-Igualtats-Connectades.pdf
Cortina, A. (1 de diciembre de 1995. Aporofobia.
ABC Cultural).
Cortina, A. (1996).
Ética
. Santillana.
Cortina, A., Conill, A., y Martínez, E. (1996).
Ética
. Akal.
Cortina, A. (2017).
Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la
democracia.
Paidós.
Crenshaw, K. (1989). Demarginalizing the intersection of race and sex:
A black feminist critique of antidiscrimination doctrine, feminist the-
ory
and antiracist politics.
University of Chicago Legal Forum, 140
, 139–
167.
De la Cruz-Ayuso, C. (2020). Pobreza y desigualdades complejas. En
D. Morondo., C. De la Cruz y E. La Spina (Coord..),
Desigualdades
complejas e interseccionalidad. Una revisión crítica
(pp. 187-210).
Dykinson, Instituto Internacional de Sociología Jurídica de Oñati.
Expósito, A. (2016). Una aproximación a la aporofobia institucionaliza-
da. En E. Díaz Cano y R. L. Barbeito (Coord.),
XIV Premio de En-
sayo Breve “Fermín Caballero”
(pp. 36-50). ACMS.
Festinger, L. (1962). Cognitive Dissonance.
Scientific American, 207
(4),
93-106.
Hacia un modelo teórico de la aporofobia
37
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Fundación BBVA (2017).
Aporofobia, palabra del año 2017 para la Fun-
déu
. https://www.fundeu.es/recomendacion/aporofobia-palabra-
del-ano-para-la-fundeubbva/
Gaetz, S. (2004). Safe Streets for Whom? Homeless Youth, Social Ex-
clusion, and Criminal Victimization.
Canadian Journal of Criminol-
ogy and Criminal Justice
,
46
(4), 423-456. https://doi.org/10.3138/
cjccj.46.4.423
Gobierno de España. (2015). Estrategia Nacional Integral para Perso-
nas Sin Hogar. 2015- 2020. Ministerio de Sanidad, Servicios So-
ciales e Igualdad. http://www.msssi.gob.es/ssi/familiasInfancia/in-
clusionSocial/docs/ENIPSH.pdf
Guzmán-Ordaz, R. (2011).
Migración feminizada y ciudadanía. El caso
ecuatoriano en Sevilla
, [Tesis Doctoral, Departamento de Sociolo-
gía, Universidad de Sevilla]
Hatento (2015). Los delitos de odio contra las personas sin hogar.
Re-
vista de servicios sociales, (59),
79-92. http://www.zerbitzuan.net/
documentos/zerbitzuan/Los_delitos_de_odio.pdf
Hill-Collins, P. (2015). Intersectionality’s definitional dilemmas.
Annual
Review of Sociology
,
41
, 1-20. https://doi.org/10.1146/an- nurev-
soc-073014-112142
Hindelang, M.J., Gottfredson, M.R. y Garofalo, J. (1978).
Victims of
Personal Crime: An Empirical Foundation for a Theory of Personal
Victimization
. Ballinger Publishing Company.
Jahiel, R. I. (1992). The size of the homeless population. En R. I. Jahiel
(Ed.),
Homelessness: A prevention-oriented approach
(pp. 337–
359). Johns Hopkins University Press.
Jodelet, D. (1989). Représentations sociales: Un domaine en expan-
sion. En D. Jodelet (Ed.),
Les représentations sociales
(pp. 31-61).
Presses Universitaires de France.
Jorquera, G. (2017).
Mitos sobre la pobreza
. EntreParentesis. http://
entreparentesis.org/mitos-pobreza/
Katz, D., Braly, K. (1933). Racial stereotypes of one hundred students.
Journal of abnormal and Social Psycology, 28
, 280-290.
Lahitte, H.B., Hurrell J., Malpartida A. (1989).
Relaciones 2. Crítica y
expansión de la ecología de las ideas
. Ediciones Nuevo Siglo.
Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia
y la adolescencia frente a la violencia.
Boletín Oficial del Estado
,
Madrid, 5 de junio de 2021, núm. 134, pp. 68657-68730.
Ley Orgánica 1/2015, de 30 de marzo, por la que se modifica la Ley
Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal.
Boletín
38
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Oficial del Estado
, Madrid, 31 de marzo de 2015, núm. 77, pp.
27061-27176.
Lykke, N. (2011). Intersectional Analysis: Black Box or Useful Critical
Feminist Thinking Technology? En H. Lutz., M. T., Herrera Vivar y
L. Supink. (Eds.),
Framing Intersectionality Debates on a Multi-
Faceted Concept in Gender Studies
(pp. 207-220). Routledge.
Martínez-Navarro, E. (2002). Aporofobia. En J. Conill (Coord.),
Glosario
para una sociedad intercultural
(pp. 17-23). Bancaja.
Matulic-Domandzic, M. V. (2013). Los procesos de exclusión social de
las personas sin hogar en la ciudad de Barcelona.
Trabajo Social
Global-Global Social Work, 3
(5), 3-27. https://doi.org/10.30827/
tsg-gsw.v3i5.1523
McCall, L. (2005). The complexity of intersectionality.
Signs, 30
(3),
1771-1800. https://doi.org/10.1086/426800
Ministerio del Interior. Secretaria de Estado de Seguridad. Gobierno de
España (2020).
Informe sobre la evolución de los delitos de odio
en España
. http://www.interior.gob.es/documents/642012/
13622471/Informe+sobre+la+evoluci%C3%B3n+de+delitos+de+o
dio+en+Espa%C3%B1a+a%C3%B1o+2020.pdf/bc4738d2-ebe6-
434f-9516-5d511a894cb9
Ministerio del Interior. Secretaria de Estado de Seguridad. Gobierno de
España (2021).
Informe de la encuesta sobre delitos de odio
. http://
www.interior.gob.es/documents/642012/13622471/Informe_
encuesta_v%C3%ADctimas_delitos+de+odio_versi%C3%B3n_
definitiva.pdf/3d1b8ccd-d6d3-48ba-8a09-813cd99d0704
Moscovici, S. (1981). Social Cognition: Perspectives on everyday un-
derstanding.
Academic Press.
Muñoz, M. y Panadero, S. (2004). Personas sin hogar y derechos hu-
manos en las sociedades desarrolladas: Los límites de la exclu-
sión. En L. de la Corte, A. Blanco y J.M. Sabucedo (Eds.),
Psicolo-
gía y derechos humanos
(pp. 247-273). Icara.
Picado, E., Librero, A., Guzmán, R., Yurrebaso, A. y González, A.
(2019).Detección de la discriminación hacia los pobres,
«aporofobia». Miscelánea Comillas.
Revista de Ciencias
Humanas y Sociales
,
77
(151), 417-430.
https://doi.org/10.14422/mis.v77.i151.y2019.007
Puente, P. (2021). Experiencias de victimización de las personas en
situación de sin hogar.
Indret: Revista para el Análisis del Derecho
,
(1), 282-323. https://indret.com/wp-content/uploads/2021/01/1599.
pdf
Hacia un modelo teórico de la aporofobia
39
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Rocha, T. (2009). Desarrollo de la identidad de género desde una pers-
pectiva psico-socio-cultural: un recorrido conceptual.
Interameri-
can Journal of Psychology, 43
(2), 250-259.
Rodríguez-Martínez, P. (2006)
Feminismos periféricos.
Ulhuia. Savičić,
G. y Savic, S. (2012).
Unpleasant Design
. G.L.O.R.I.A.
Sennett, R. (2009).
El respeto. Sobre la dignidad del hombre en un
mundo de desigualdad.
Anagrama
Serrano-Maíllo, A. (2009).
Oportunidad y delito. Estudios de Criminolo-
gía y Política Criminal
. Dykinson.
Serrano-Maíllo, A. (2017).
Teoría criminológica. La explicación del deli-
to en la sociedad contemporánea. Estudios de Criminología y Po-
lítica Criminal
. Dykinson.
Smith, V. (2006). La psicología social de las relaciones intergrupales:
modelos e hipótesis.
Actualidades en Psicología, 20
(107), 45-71.
https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=133212642003
Snow, D. y Mulcahy, M. (2001). Space, politics, and the estrategies of
the homeless.
American Behavioral Scientist, 45
(1), 149-169.
Sobremonte de Mendicuti, E., Rodriguez-Berrio, M., Ferran-Zubillaga,
A. y Beloki Marañon, MU. (2019). Aporofobia, nuevos conceptos
para viejas realidades (Capítulo 5, Documento de trabajo 5.2).
VIII
Informe FOESSA sobre Exclusión y Desarrollo Social en España.
Cáritas Española. https://www.foessa.es/main-files/uploads/
sites/16/2019/05/5.2.pdf
Tajfel, H. (1970). Experiments in intergroup discrimination.
Scientific
American
,
223
, 96-102.
Tajfel, H., Billig, M., Bundy, R.P., y Flament, C. (1971). Social categori-
zation and intergroup behavior.
European Journal of Social Psy-
chology
,
1
, 144-77
Tajfel, H., y Turner, J.C. (1979). An integrative theory of intergroup con-
flict. En W.G. Austin y S. Worchel (Eds.),
The Social Psychology of
intergroup relations
(pp. 33-47). Brooks-Cole
Turner, J., Hogg, M., Oakes, P., Reicher, S., y Wetherell, M. (1987).
Redis-
covering the social group: A self-categorization theor
y. Basil Black.
Yuval-Davis, N. (2006). Intersectionality and Feminist Politics.
Euro-
pean Journal of Women’s Studies, 13
(3), 193–209. https://doi.
org/10.1177/1350506806065752
Yurrebaso, A., Picado, E., Días de Paiva T., Pérez Iglesias, J. (2019).
Percepción juvenil de los estereotipos de género a través de nue-
vos agentes de socialización.
Egitania Sciencia
,
23
, 173-191.
40
Eva María Picado, Raquel Guzmán, Amaia Yurrebaso
Acciones e investigaciones Sociales. ISSN: 1132-192X. n.º 43 (2022). Páginas 7 a 40
https://doi.org/10.26754/ojs_ais/accioninvestigsoc.2022436348
Zimbardo, P. (1997) The power of social situations to alter the mental
representations and behaviors.
Revista de Psicología Social
,
(12)1, pp. 99-112. https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1174/
021347497320892054