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DICIEMBRE 2024 REVISTA INTERDISCIPLINAR DE ESTUDIOS FEMINISTAS

FILANDERAS

LES FEMMES DANS LA PRESSE ECRITE MAROCAINE


DIFFÉRENCE SEXUELLE : CIXOUS, DERRIDA


SEX EDUCATION’S SEXUAL ASSAULT STORYLINE AS A #METOO NARRATIVE

EL LEGADO DE SHULAMITH FIRESTONE AND MONIQUE WITTIG


RESEÑAS


ENTREVISTA A LENA MEARI


EDITA

Seminario Interdisciplinar de Estudios de la Mujer (SIEM) de la Universidad de Zaragoza


COMITÉ EDITORIAL

Directora

Sandra Blasco Lisa, grupo de investigación Historia y Defensa, Centro Universitario de la Defensa (CUD)

Secretaria

Alicia Brox Sáenz de la Calzada, Centro Universitario de la Defensa (CUD)

Editoras

María Pilar Benítez Marco, Dpto. de Didáctica de las Lenguas y de las Ciencias Humanas y Sociales, Universidad de Zaragoza

Sandra Blasco Lisa, Centro Universitario de la Defensa (CUD) de Zaragoza

Alicia Brox Sáenz de la Calzada, Centro Universitario de la Defensa (CUD) de Zaragoza

Ángela Cenarro Lagunas, Dpto. de Historia Moderna y Contemporánea, Universidad de Zaragoza

Beatriz Domínguez García, Dpto. de Filología Inglesa, Universidad de Huelva

Elena Masarah Revuelta, Dpto. de Educación y Humanidades, Universidad Europea de Madrid

Silvia Pellicer Ortín, Dpto. de Filología Inglesa y Alemana, Universidad de Zaragoza

María Isabel Romero Ruiz, Dpto. de Filología Inglesa, Francesa y Alemana, Universidad de Málaga

Beatriz Ranea Triviño, Dpto. de Sociología Aplicada, Universidad Complutense de Madrid


COMITÉ ASESOR

Sonya Andermahr (Universidad de Northampton) Chiara Battisti (Universidad de Verona)

Amparo Bella (SIEM)

Inmaculada Blasco (Universidad de La Laguna) Anna Einarsdottir (Universidad de York)

Teresa Fernández Turrado (Universidad de Zaragoza) Sidia Fiorato (Universidad de Verona)

Caroline Gonda (Universidad de Cambridge) Olu Jenzen (Universidad de Brighton)


Julia Kuznetski (Universidad de Tallín) Carmen Magallón (Fundación SIP)

Sylvie Maurel (Universidad de Toulousse) Consuelo Miqueo (Universidad de Zaragoza) Esther Moreno (SIEM)

Irene Murillo (SIEM)

Aránzazu Novales (Universidad de Zaragoza) Katherine O’Donnell (Universidad de Dublín) Paulina Palmer (Universidad de Warwick) Sonia Pedrosa (Universidad de Zaragoza)

Macarena Romero Martín (Universidad de Huelva) Merve Sikaya (Universidad de Baskent)

Sarah Strauss (Universidad de Paderborn) Palmira Vélez (Universidad de Zaragoza) Mercedes Yusta (Université Paris 8)


© Las autoras, por los textos.

© Las autoras, por las fotografías.

© SIEM, por la edición.

Diseño y maquetación: Marta Ester


Contacto: filanderas@unizar.es ISSN: 2530-6022

Periodicidad: anual


Filanderas. Revista Interdisciplinar de Estudios Feministas aplica un sistema de evaluación por dobles pares ciegos con revisores externos (Double- Blind Peer Review). Las normas sobre el envío de textos y la redacción, así como los criterios de publicación se pueden consultar en la página

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ÍNDICE

EDITORIAL 5

ESTUDIOS

  1. QUELLE PLACE POUR LES FEMMES DANS LA PRESSE ÉCRITE MAROCAINE?

    CAS DES JOURNAUX : LE MATIN, L’OPINION ET AUJOURD’HUI LE MAROC 7

    Aymen Nassif / Habibi Hassan

  2. DIFFERENCE SEXUELLE: CIXOUS, DERRIDA 27

    Carmen Ruiz Bustamante

  3. “WHAT BINDS YOU TOGETHER AS WOMEN?”: SEX EDUCATION’S SEXUAL

    ASSAULT STORYLINE AS A #METOO NARRATIVE 45

    Belén Salinas Torres

  4. UNA SOCIEDAD SIN GÉNERO ¿ES ESO POSIBLE DE IMAGINAR? EL LEGADO DE SHULAMITH FIRESTONE Y MONIQUE WITTIG

    PARA LOS FEMINISMOS DEL PRESENTE 67

    Pilar Coloma Aceña

    RESEÑAS

  5. VIDA DE DELHY TEJERO 87

    Beatriz Fernández de Castro

    ENTREVISTA

  6. LENA M. MEARI 91

Sandra Blasco Lisa


Cerramos el año con la publicación de la novena edición de Filanderas, revista interdisciplinar de estudios feministas del Seminario Interdisciplinar de Estudios de la Mujer (SIEM), correspondiente al 2024. Un año provechoso, en el que hemos recibido un gran número de artículos, en buena parte por haber ampliado los idiomas de redacción y de publicación de la revista, entre ellos, el francés. Con esto pretendíamos avivar el interés por Filanderas en otros países, algo que sin duda refleja esta edición.

A partir de las aportaciones de nuestras/os autoras/es, destacamos algunos de los temas que presentan un mayor interés para la investigación feminista y de género, en consonancia con la situación política internacional y con los retos a los que se enfrenta. Esperamos que estos trabajos contribuyan a la reflexión y a la elaboración de respuestas necesariamente complejas ante un contexto geopolítico marcado por el auge de las derivas autoritarias y el descrédito de las democracias a nivel planetario. Todo ello en un mundo digi- tal hiperconectado, en el que la información no contrastada corre más rápido que la ciencia, la crítica y la verdad. Ante el final de "el final de la Historia" y la llegada de una "nueva" guerra fría con múltiples liderazgos, como evidencia el rearme global y la fortaleza de nuevos actores como Rusia o China, los femi- nismos globales deben conseguir generar ciertas sinergias entre sí.

Así pues, este número comienza con el artículo propuesto por Aymen Nassif y Habibi Hassan, titulado «Quelle place pour les femmes dans la presse écrite marocaine?». Está dedicado a desgranar el papel que ocupan las muje- res en la prensa escrita marroquí. Posteriormente, a partir de las reflexiones y de la complejización que Hélène Cixous hizo de la obra de Jacques Derrida, Carmen Ruiz Bustamante aborda algunos de los conceptos más relevantes para la historia del feminismo occidental, como son el androcentrismo o la diferencia sexual.

El 2 de septiembre de 2024 se abría el juicio contra los más de 50 hom- bres acusados de violar a Gisèle Pelicot. Entre ellos se encuentra su exmarido, Dominique Pelicot, juzgado por drogarla y filmar las agresiones sexuales en las que, en ocasiones, también participaba. Medios de todo el mundo se han hecho eco del caso, calificado a veces de «excepcional», en parte por el gran número de personas sentadas en el banquillo, todas ellas de sexo masculino, así como por la decisión de la víctima de que el juicio oral fuera público. Pero, en medio del debate jurídico suscitado, algunas voces también han logrado


EDITORIAL


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subrayar cómo, el proceso, lejos de ser un caso singular, reflejaría más bien el carácter ordinario de estas violencias, frecuentes en la vida de muchas mujeres y a menudo cometidas en un contexto íntimo por individuos que no responden a ningún perfil criminal. Esa falta de rasgos marcados en el agresor, su banalidad, podríamos decir, remite a la habitualidad de la violencia sexual al tiempo que subraya la importancia de romper con los múltiples y falsos mitos sobre la violación.

Al hilo del impacto mediático generado por este asunto, el artículo de Belén Salinas Torres ilustra la necesaria apuesta por una sólida educación sexual, ofreciéndonos una investigación acer- ca de la narrativa que la segunda temporada de la serie Sex Education hace de la violencia sexual. El premio Concepción Gimeno de Flaquer de este año ha recaído en Pilar Coloma y en su artículo «Una sociedad sin género ¿es eso posible de imaginar? El legado de Shulamith Firestone y Monique Wittig para los feminismos del presente». El texto, que nos ayuda a entender los femi- nismos de la actualidad en conexión con el movimiento feminista de segunda ola de los años 70,

cierra la sección de Estudios.

En la sección de Reseñas apostamos por la interpretación que Beatriz Fernández de Castro hace de Vida de Delhy Tejero, obra de África Cabanillas, publicada por Eila Editores en 2023.

Por último, contamos en este número con la entrevista a Lena Meari, investigadora palestina de la Universidad de Birzeit (BZU). En un contexto de violencias y de crímenes contra la huma- nidad, ocupaciones y asesinatos en Cisjordania y actos de genocidio en Gaza, Meari ha tenido

6 la amabilidad de atender a Filanderas para dar su punto de vista sobre la naturaleza, historia y situación de dicho conflicto. Afincada en Ramala, capital administrativa del Estado de Palestina (Cisjordania), la investigadora es una de las especialistas más prestigiosas de su país en historia de género y feminismo decolonial.

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QUELLE PLACE POUR LES

FEMMES DANS LA PRESSE ÉCRITE MAROCAINE?

CAS DES JOURNAUX :

LE MATIN, L’OPINION ET AUJOURD’HUI LE MAROC

¿Qué papel desempeñan las mujeres en la prensa escrita marroquí? El caso de los periódicos:

Le matin, L’opinion y Aujourd’hui Le Maroc


AYMEN NASSIF / HABIBI HASSAN


Université Hassan II de Casablanca


Fecha de recepción: 24 de marzo de 2024 Fecha de aceptación: 15 de julio de 2024


RESUME

Depuis son indépendance à ce jour, le Maroc a fait d’énormes avancées en matière d’égalité femme et homme. Il est incontestable qu’il existe une volonté sans équivoque qui plaide pour la cause féminine et l’amélioration de sa condition. Toutefois, les médias qui jouent le rôle d’informer, de sensibiliser, et de fa-

çonner l’opinion publique, continuent de véhiculer 7

des représentations genrées contradictoires et limi- tantes. Dans ce contexte, nous nous sommes inté- ressés à la présence des femmes dans la presse écrite d’abord en tant que journaliste, mais aussi en tant que sujet de la couverture médiatique. Dans un premier temps, l’article explore l’influence du genre sur les pra- tiques professionnelles des journalises et la distribu- tion des rôles dans les agences de presse. La réflexion porte ensuite sur le déséquilibre de couverture entre les femmes et les hommes dans les articles de presse, et le cantonnement des représentations du féminin dans des domaines spécifiques. L’étude tend enfin à pointer du doigt les stéréotypes et clichés du genre véhiculés à travers ce canal médiatique.


Mots-cles

Genre, presse écrite, place des femmes journalistes, re- présentations, couverture médiatique.


RESUMEN

Desde su independencia hasta la fecha, Marrue- cos ha logrado avances considerables en materia de


Nassif, Aymen / HassaN, Habibi (2024). «Quelle place pour les femmes dans la presse écrite marocaine? Cas des journaux : Le matin, L’opinion et Aujourd’hui Le Maroc». Filanderas. Revista Interdisciplinar de Estudios Feministas (9), 7-25.



igualdad de género. Es innegable que existe una voluntad clara que aboga por la causa de las mujeres y la mejora de su condición. Sin embargo, los medios de comunicación, que juegan un papel crucial en la información, la sensibilización y la formación de la opinión pública, continúan transmitiendo representaciones de género contradictorias y limitantes. En este contexto, nos hemos interesado por la presencia de las mujeres en la prensa escrita, primero como periodistas y luego como tema de la cobertura mediática. En primer lugar, el artículo explora la influencia del género en las prácticas profesionales de las periodistas y la distribución de roles en las empresas de prensa. Posteriormente, la reflexión se centra en el desequilibrio de cober- tura entre hombres y mujeres en los artículos de prensa, y en la relegación de las representaciones femeninas a áreas específicas. Por último, el estudio pretende señalar los estereotipos y clichés de género que se transmiten a través de este medio de comunicación.


Palabras clave

Género, prensa escrita, papel de las mujeres periodistas, representaciones, cobertura mediática.

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Depuis au moins une vingtaine d’année, le royaume du Maroc a en- gagé de nombreuses mesures au niveau des politiques publiques en vue de promouvoir l’égalité entre les femmes et les hommes dans plusieurs sec- teurs. N’y a-t-on pas vu la création de l’Autorité de la Parité et de Lutte contre la Discrimination à l’égard des femmes (APALD) initié par la réforme constitu- tionnelle de 2011 ? Le lancement du Programme National Intégré d’Autono- misation Économique des Femmes à l’horizon 2030 ? La création de la plate- forme «Morocco4Diversity» pour une meilleure insertion des femmes dans le marché du travail ? Et plus récemment le projet de révision du Code de la Famille ?... Enfin tant d’initiatives qui émanent aussi bien de la plus Haute au- torité du pays que du secteur privé dans le but de renforcer l’autonomisation des femmes et la promotion de leur statut social.

Dans cette optique, les médias, miroir, s’il en est, des transformations sociales, ont connu également une féminisation progressive. Certes, nous manquons de statistiques actualisées, néanmoins, selon le dernier rapport du Conseil National de la Presse paru en 2021, les journalistes femmes repré- sentent environ 30 % des effectifs des corps médiatiques. En effet, il serait im- portant de mentionner que l’investissement des femmes du secteur journalis- tique qui était jusque-là - à quelques exceptions près- un espace mono-sexe, est un fait qu’il serait injuste d’occulter. D’autant plus, il parait qu’en termes de rémunération, celles-ci perçoivent un salaire moyen légèrement supérieur à


INTRODUCTION



celui des hommes (10 389 DH contre 10 006 DH), soit une différence de 4%, d’après les chiffres du même rapport.

Sauf qu’à l’image des professions qui connaissent une insertion pro- gressive des femmes, la féminisation du journalisme porte également son lot de résistances. La vision androcentrique qui définit la culture journalistique, s’oppose à la reconnaissance du savoir-faire des femmes, et la pratique du journalisme au féminin nécessite encore beaucoup d’efforts pour qu’elle soit reconnue et intégrée dans les sociétés maghrébines (Naji, 2006 : 3). Décidé- ment, les effets des rapports sociaux de sexe vont au-delà des discriminations matériellement identifiables comme en témoignent l’inégalité de nombre ou les écarts de salaire. Car si la marginalisation ne se fait pas nécessairement au niveau du recrutement, elle prend d’autres formes plus sournoises. A la lecture des études1 qui se sont penchées dessus, nous constatons que le journalisme semble s’engouffrer dans une dialectique contradictoire : Alors que le discours officiel prône une société égalitaire et une meilleure repré- sentativité des femmes, en réalité, celles-ci se heurtent à des discriminations subtiles mettant en évidence une dichotomie entre les déclarations et la pra- tique quotidienne.

Dans la presse écrite en particulier, la représentation de la femme en tant que productrice de l’information, mais aussi en tant que sujette d’une couverture médiatique demeure un enjeu majeur. Si le journalisme exige vigilance, concentration maximale, déplacements, et surtout faire preuve d’endurance dans un métier dit d’ennuis, cet investissement est considéré comme le prix à payer pour se faire une place dans un milieu à forte domi- nante masculine, « un prix que les femmes considèrent souvent trop élevé au regard de leur vie familiale » (Lebel, 2012 : 25).

Afin de mieux comprendre les spécificités de la situation des femmes journalistes marocaines, il convient d’approfondir la distinction entre les no- tions de sexe et de genre. En étude sociologique, le sexe est une variable so- ciodémographique, comme l’âge, le niveau d’étude, et la catégorie sociopro- fessionnelle, il marque l’appartenance à une sous-population : Les hommes et les femmes (Clair 2012 : 14). Or, le genre est un concept à part entière qui étudie les rapports sociaux de sexe et leur évolution, montrant que les dif- férences entre femme et homme sont le résultat d’une construction sociale (Érika et Emmanuel 2012 : 65). Mais encore, la socialisation différenciée des deux sexes qui reste un trait dominant dans différentes cultures sous-tend une hiérarchisation donnant le primat au sexe masculin notamment dans le monde du travail.

En effet, considéré le plus souvent comme non productif et moins im- portant, le travail féminin qui se prolonge des tâches domestiques jusqu’au domaine public traduit le rapport de domination qui enferme les femmes dans une division inégalitaire du travail aux apparences naturelles. Ce système


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  1. ( Elouahabi (2023), Conseil National de La Presse (2021), Lebel(2012), Ben Nablia(2011)).



    d’exploitation appelé « Sexage » (Collette Guillaumin), ou patriarcat (Christine Delphy), se trouve renfoncé par une batterie de stéréotypes qui associent le sexe féminin à des traits identitaires déva- lorisants tels que : la fragilité, la sensibilité, la faiblesse… Tandis qu’au masculin revient des qualités plus valorisées socialement comme : Le courage, la protection, la force, etc. Ainsi, les représentations culturelles qui placent le sexe masculin au-dessus du féminin contribuent à la perpétuation des inégalités et justifient le paternalisme masculin indéfiniment.

    D’entrée de jeu, nous précisons que l’objectif de cet article est double : D’une part, nous nous employons à étudier les rôles assignés aux femmes journalistes, tout en relevant les diffé- rences de fond qui distinguent les papiers des journalistes femmes de leurs pendants masculins. Et de l’autre, nous tâcherons d’analyser les représentations faites des femmes dans la couverture assurée par ce même média. Cela nous amène à poser les questions suivantes : Quel est le lien entre genre et répartition des journalistes femmes et hommes dans les rubriques d’un journal ? Comment les stéréotypes de genre influencent-ils cette répartition ? Quelle image véhicule-t-on des femmes dans la presse écrite ? Le présent article vise à apporter des éléments de réponses à ces questionnements, en s’invitant dans une lecture approfondie de trois titres de presse maro- cains. Ainsi, nous tenterons de se figurer la place réservée aux femmes mais aussi les logiques qui sous-tendent la division sexuelle de travail au sein des agences de presse.

    De fait, les spécificités genrées peuvent être un facteur déterminant dans la production de

    10 l’information de multiples façons. Elles peuvent structurer différemment les rapports aux sources (Damian Gaillard et al, 2009 : 193), les angles de traitement de l’actualité, et la propension vers une thématique et pas une autre. Bien que ces tendances soient de plus en plus contestées, la corrélation entre les articles féminins et les thèmes qui ont trait à la « vie domestique », la maternité et la presse dite de « cœur » reste un fait marquant, loin d’être une particularité marocaine. Au reste, des travaux comme ceux d’Erik Neveu (2000) confirment cette tendance qui consiste à relier le sexe des journa- listes à la façon de couvrir l’actualité et la répartition thématique qui en découle. De cette manière, si les hommes écrivent sur des sujets qui correspondent à leur genre traditionnel (le sport, la politique, la voiture…) aux femmes ira l’actualité de la mode, la santé publique, et l’éducation.

    Conséquemment, le modèle binaire du genre opère une répartition du journal en des rubriques « masculines » prestigieuses qui sont : la politique, la finance, et le sport. Et des ru- briques féminines de moindre valeur qui traitent des questions conjugales, de famille et de vie privée. Quoiqu’elles ne soient pas totalement absentes des rubriques qui ont un fort capital symbolique, il n’en demeure pas moins que leur présence est très réduite par rapport à leurs homologues masculins (Nicolas et Pauline, 2009 : 2). Cette division des compétences ne relève pas uniquement d’un pouvoir exercé par des institutions, mais elle existe également grâce à la prédisposition des femmes journalistes à jouer des rôles dictés par leur habitus social. En d’autres termes, les femmes incorporent des normes, des valeurs et des règles de conduite qui les condi- tionnent à adopter des comportements spécifiques.

    L’autre aspect qui nous intéresse concerne les représentations des femmes dans les contenus médiatiques. De manière générale, l’image médiatique a souvent été associée aux stéréotypes dé- finis comme des « images préconçues et figées, sommaires et tranchées, des choses et des êtres ». Ces images, que l’individu reçoit de son milieu social, « déterminent à un plus ou moins grand degré ses manières de penser, de sentir, d’agir » (Louis-Marie Morfaux, cité par Amossy 1989 :30). Ayant



    le souci de l’intelligibilité, les journalistes ont tendance à recourir à ce genre de représentations simplistes qui permettent de rendre une information complexe venant de notre entourage plus facile à appréhender (Pierre et Nicolas 2005 : 142) Néanmoins, les stéréotypes ne sont jamais neutres, et participent dans la fabrique des normes sociales rigides catégorisant les femmes et les hommes dans un schéma binaire : Les femmes, définies par leur corps et leur sexe, sont assignées à des rôles mineurs, tradition- nellement associés aux tâches domestiques et à la vie intérieur, tandis que les hommes, moins dévaluée par la nature, se prévalent de leur statut de supériorité ontologique. Ainsi donc, la reproduction systémique des rôles stéréotypés conforte la hiérarchisation basée sur le genre, et contribue à naturaliser des inégalités profondément ancrées.



    Nous ne prétendons nullement à la nouveauté de l’approche, car des travaux qui étudient les médias sous le prisme du genre sont nombreux, du discours, aux pratiques, en passant par les représentations et la parité dans les organes médiatiques, mais notre analyse est spécifique dans la mesure où elle traite d’un corpus particulier, en l’occurrence, la presse écrite franco- phone au Maroc.

    Cherchant à quantifier et à qualifier la présence des femmes et leurs représentations dans la couverture médiatique, nous nous sommes appuyés sur le monitorage comme outil d’analyse. Ce dernier se fonde sur un en- semble d’indicateurs de genre qui permettent de dégager des signaux clairs quant à la situation des femmes et des hommes dans le paysage médiatique. Il convient de souligner que la méthode est inspirée du Global Media Moni- toring Project (GMMP2) qui s’établit sur une échelle plus large, comparant les médias de plusieurs pays, et impliquant un grand nombre de chercheurs et de participants de par le monde.

    La démarche consiste à éplucher l’ensemble des articles du corpus en quantifiant chaque élément à part avant de traduire les données textuelles et picturales en chiffres et en graphiques. Il est question de classifier les ar- ticles selon leur nature d’abord, s’il s’agit d’un éditorial, une dépêche, une chronique, un reportage… afin de prendre conscience d’une éventuelle sous-représentation des femmes dans les différents genres journalistiques. Ensuite, il est question de spécifier ces articles en fonction du sexe de l’au- teur, des sujets médiatisés, des personnes photographiées, et des interve- nants. Lorsqu’un article ne distingue aucun élément de ces derniers, il est mis de côté puisque sans valeur ajoutée à notre étude.

    A chaque fois qu’il est fait mention d’une personne dans un article, nous distinguons entre : Un portrait fait d’un homme ou d’une femme, un

    POSTURE

    MÉTHODOLOGIQUE


    11


  2. Initié par les Nations Unies à Pékin lors de la quatrième Conférence mondiale sur les

    femmes en septembre 1995, le Global Media Monitoring Project (GMMP) est organisé chaque cinq ans dans l’objectif de se pencher sur la représentation des femmes et des hommes dans les médias d’information, en analysant leur présence respective, le sexisme et les stéréotypes qui persistent dans le contenu médiatique.



    article décrivant les actes d’une personne, un représentant qui s‘exprime au nom d’un organisme ou d’une institution, un expert dont on a sollicité l’avis, ou tout simplement un témoin qui vient raconter une expérience. Tous ces éléments sont comptabilisés et transformés en pourcentage d’un total afin de jauger la valeur accordée aux deux sexes dans chaque article.

    Après avoir analysé quantitativement la présence des femmes dans notre corpus, il est essentiel de se pencher sur la dimension qualitative de cette représentation. Au-delà des chiffres, il s’agit d’étudier le discours mé- diatique sous le prisme du genre et les stéréotypes dont il est le principal amplificateur.

    Ainsi, penser le genre en lien avec la presse, nous sommes d’aller au-delà de l’explicite, de la visibilité et la présence, pour se pencher sur le contenu et l’implicite des messages véhiculés.

    Notre analyse qualitative procède de manière à trier les articles selon qu’ils constituent :

    1. Des articles qui sont attentifs aux questions du genre.

    2. Des articles qui renforcent les stéréotypes du genre soit par le contenu, soit par l’illustration.

      12 3) Des articles qui ont manqué une occasion pour rappeler les inéga- lités du genre.

      Cette démarche permet d’affiner les représentations des hommes et des femmes dans l’information en se focalisant sur les articles qui conso- lident les stéréotypes genrées et ceux qui les combattent.


      CORPUS

      Nous avons constitué notre corpus à partir de trois journaux imprimés qui ont une certaine notoriété dans la scène médiatique marocaine. Notre choix s’est porté sur les supports : Le Matin, L’Opinion, et Aujourd’hui le Maroc. Nous avons pris le soin de diversifier le statut des supports et fait en sorte de choisir un journal d’informations générales réputé pour être proche du pou- voir (Le Matin), un deuxième qui est de tendance partisane (L’Opinion), et un dernier qui fait partie de la presse privée dite « indépendante » (Aujourd’hui le Maroc). En recueillant les numéros de notre corpus, nous avons également tenu compte de la périodicité des publications. Il était question d’observer des parutions comparables et ne pas partir sur une analyse qui soit faussée d’avance par un déséquilibre numérique, d’où le choix de trois quotidiens. Comme nous avons l’objectif de mobiliser une approche genrée dans l’analyse, notre choix a été motivé aussi par la volonté d’identifier le sexe des auteur(e)s derrière chaque article. De ce fait, nous avons sélectionné des supports où il est possible d’accéder à l’identité de l’auteur à travers la signa-

      ture, la photo, ou bien l’ours du journal.



      La recherche s’établit sur une semaine de publication, la semaine al- lant du 5 avril au 11 avril 2021. Nous avons délibérément opté pour une pé- riode qui ne fut influencée par aucun évènement de grande envergure ; le but étant d’éviter l’actualité qui suscite un grand tapage médiatique, chose qui aurait pu altérer les résultats d’une analyse qui se veut objective.

      Par ailleurs, il est vrai qu’en travaillant sur une période relativement courte, l’analyse est susceptible d’être impactée par le contexte ou les aléas de la vie professionnelle au sein des trois agences. En effet, nous ne pourrons garantir la présence de tous les effectifs de chaque journal dans cette pé- riode. Il se pourrait bien que des journalistes n’aient pas publié cette semaine pour plusieurs raisons : absence, maladie, congé, travail sur le terrain… ce- pendant les calculs sont fondés sur des moyennes générales qui font que l’impact contextuel reste minime.

      L’échantillon est constitué de six numéros publiés par le journal Le Ma- tin, et cinq numéros chacun pour L’Opinion et Aujourd’hui le Maroc. Ce désé- quilibre revient à la stratégie de publication de chaque journal. La publica- tion de plus chez Le Matin tient au fait qu’il diffuse un numéro le samedi pour couvrir la fin de la semaine, alors que les deux autres journaux se limitent à

      cinq numéros par semaine y compris ceux du week-end. 13

      RÉSULTATS

      Articles selon le sexe des journalistes

      Le Matin

      L’Opinion

      Aujourd’hui Le Maroc

      Moyenne

      Articles écrits par des femmes

      8%

      11%

      8%

      9%

      Articles écrits par des hommes

      27%

      29%

      18%

      25%

      Articles non signés ou écrits par la rédaction

      65%

      60%

      74%

      66%

      Pourcentage d’articles produits selon le sexe du journaliste


      Comme en témoigne les chiffres du tableau supra, nous nous figu- rons que la production masculine dans les trois publications est supérieure à celle des femmes. Le nombre d’articles écrits par des journalistes hommes représente en moyenne 25% contre une production féminine de 9% seule- ment. Ces chiffres sont à mettre en parallèle avec la proportion minoritaire des femmes dans les médias (30% comme nous l’avons signalé précédem- ment). Ainsi, la surreprésentation de la production masculine nous permet de lire l’essentiel de l’actualité à travers un prisme unique, très peu nuancée et focalisée sur des perspectives masculines qui réduisent la complexité des réalités sociales.


      Tableau n1 : Répartion de la production journalistique par sexe



      Etant donné que les trois supports ne suivent pas la même logique de rubricage, nous avons procédé à une classification par grand thème. Cette répartition a donné lieu à sept thé- matiques centrales : Politique et gouvernement, Economie, Science et santé, Société, Arts et Culture, Sports, Violence et Criminalité. Cette dernière sera exclue de l’analyse car l’absence des signatures dans les rubriques « Insolite » ou « Fait-divers » rend impossible l’identification de l’auteur.


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      14

      Graphique n1 : Rubricage par sexe des journalistes


      Au regard des chiffres ici présentés, les journalistes hommes dépassent allégrement leurs collègues féminins dans le traitement des sujets politiques et sportifs. Dès lors qu’il s’agit de couvrir l’actualité traitant de ces deux thèmes, les trois supports jettent leur dévolu sur la compétence masculine sans hésitation.

      Les résultats se présentent ainsi : Seulement deux journalistes femmes sur dix (20%) se sont intéressées à l’actualité politique qui occupe les Unes des journaux et anime le débat pu- blic. En plus, nous soulignons qu’aucun article sportif n’a été signé d’une plume féminine dans l’ensemble du corpus. Ce constat est particulièrement frappant, compte tenu du poids de ces deux rubriques en termes d’attractivité des lecteurs. La sous-représentation des femmes dans la rubrique sportive notamment corrobore les conclusions de Delorme et Raul (2009) qui ont ob- servé une répartition sexuée des sujets sportifs dans la presse française, avec une assignation des femmes à des sports considérés comme plus féminins touchant généralement peu de lectorat. De fait, quand la chasse gardée du journalisme sportif tolère les femmes, c’est uniquement pour couvrir un contenu mineur, des sports peu connus ou pratiqués majoritairement par des femmes. Nous y reviendrons plus loin.

      Ainsi, par une espèce de mécanique qui reproduit inlassablement les mêmes rôles au sein des salles de rédaction, la question d’avoir un regard féminin sur l’actualité politique et sportive est rarement prise en compte. L’hégémonie masculine exercée dans ces microstructures et le cantonnement des femmes journalistes à traiter un contenu et pas l’autre révèle à quel point le sexe des journalistes pourrait être une variable déterminante dans les trajectoires profession- nelles et les choix de carrière.



      En revanche, dans les rubriques Social et juridique, Arts, culture et so- ciété, science et santé, Les chiffres affichent une domination féminine sans conteste. Cela dit, malgré la dominance des journalistes hommes dans la ru- brique « économie » avec une production moyenne de 53%, il n’en demeure pas moins que la plume féminine est assez présente dans cette thématique avec un écart de 6 points de différence seulement. Quoiqu’encore loin d’at- teindre l’idéal de la parité, cette avancée se révèle encourageante dans la pratique du journalisme économique.


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      Sexe des sujets de la couverture médiatique


      Graphique n2 : Prévalence des femmes 15

      et des hommes dans la couverture des trois supports

      Les trois supports analysés tendent à mettre l’actualité traitant des su- jets masculins au sommet de leur priorité. Qu’il s’agisse de faits d’actualité, de portraits, ou de récits personnels, près des deux tiers de la couverture mé- diatique est consacrée aux hommes sur la période étudiée. Sur ce point, au- cune différence notable entre les différents journaux ; ils s’accordent tous les trois à consacrer le plus grand de l’information au traitement des sujets qui touchent principalement aux hommes. Or, changer les perceptions qu’on a des rôles sociaux des femmes passe inéluctablement par une médiatisation équitable. Cette sous-représentation contribue de facto à l’invisibilisation du travail féminin dans différents domaines de la vie.

      En répartissant par thème les sujets de la couverture médiatique, il apparaît clairement que les hommes sont surreprésentés dans le registre de

      «la violence et la criminalité», représentant à eux seuls 26% de l’ensemble des sept rubriques. L’association entre masculinité et violence n’est pas sur- prenante. Au Maroc comme dans d’autres pays, les faits-divers des crimes masculins sont fréquemment rapportés par les médias. Du point de vue du genre, les normes de masculinités sont largement influencées par des facteurs sociaux qui astreignent les hommes à se conformer aux attentes

      Répartition des sujets des deux sexes par thème


      image

      Graphique n3 : Répartition thématique des sujets hommes dans les trois supports


      sociales, en ce sens que la violence est perçue comme l’une des caractéris- tiques typiques du masculin. En attribuant à la masculinité une valeur supé- rieure, les sociétés ont souvent associé cette dernière à des qualités telles que la force, l’agressivité, la domination, qui sont souvent liées à des com- portements violents. La violence devient alors un moyen d’affirmer sa mas-

      16 culinité. Par ailleurs, au-delà du codage purement quantitatif du GMMP, les chercheures Julliard et Olivesi (2012), observent une hiérarchisation genrée qui présentent, le plus souvent, les hommes comme des sujets actifs quand bien même ils seraient les victimes d’un crime, tandis que les femmes, dé- crites à partir de leur faiblesse biologique, comme des sujets passifs.

      En ce qui concerne les autres rubriques, les hommes sont également plus présents dans les nouvelles politiques (24 %), et sportives (22 %). Avec « violence et criminalité », ces trois thèmes se partagent la visibilité des sujets masculins de façon assez homogène. A contrario, ils sont peu représentés dans les thématiques de société (4%), d’économie (6%), d’arts et culture (8%), et de science et santé (10 %).


      Au rebours, ce sont les femmes qui étaient plus représentées dans ces derniers thèmes. La corrélation entre femmes et sujets de société surtout relève d’une perspective genrée qui relie systématiquement les femmes à des thématiques de la vie privée : l’enfant, la famille, le foyer… c’est à dire des domaines que la société leur assigne de par leur nature de femme. De fait, les représentations du féminin dans les contenus journalistiques restent imprégnées des référents culturels qui confinent les femmes dans des rôles traditionnels (Lebel, 2012 : 12).

      Pour mieux comprendre ce lien entre l’association des femmes et des hommes a des thématiques précises dans l’actualité, il est utile de revenir briè- vement sur le concept de «valence différentielle des sexes» développé par


      Répartition des sujets femmes par thème


      image

      Graphique n4 : Répartition thématique des sujets femmes dans les trois supports


      Françoise Héritier. Dans le sillage des travaux de Claude Lévi-Strauss, Hériter nous explique que les déterminismes biologiques ont opéré une hiérarchie et une catégorisation binaire entre les deux sexes, donnant lieu ainsi à des domaines masculins et des domaines féminins. Cette bipartition est ensuite culturellement entretenue et renforcée par des systèmes de valeurs et de re-

      présentations dont les médias façonnent et renforcent continuellement. 17


      Le Matin

      L’Opinion

      Aujourd’hui Le Maroc

      Moyenne

      Femme

      27%

      16%

      33%

      25%

      Homme

      71%

      82%

      65%

      73%

      Mixte

      2%

      3%

      2%

      2%

      Image des deux sexes dans les nouvelles

      Tableau n2 : Pourcentage des images des deux sexes dans les trois supports

      La représentation picturale des deux sexes reflète une dominance pa- tente des hommes sur les femmes dans les trois supports. La moyenne des images publiées reste majoritaire pour les hommes environ 73%, alors que les femmes photographiées ne dépassent pas 33% dans le meilleur des cas. L’uti- lisation de la photo dans les journaux tient une place très importante dans la mesure où c’est le premier élément qui retient l’attention du lecteur. Puisque les hommes étaient plus nombreux à être médiatisés d’après les résultats pré- cédents, à l’évidence leur représentation imagée était majoritaire ajoutant à l’in- visibilisation des femmes tant dans les contenus textuels que ceux picturaux.

      Pour prendre la mesure du poids de la présence des femmes dans les journaux en tant que source des nouvelles, nous avons comptabilisé le nombre des porte-paroles, des experts et des témoins dans chaque article en

      Répartition par sexe selon la nature des intervenants


      distinguant leur sexe et la nature de leur intervention. Par porte-parole, nous entendons toute personne qui s’est exprimée dans un article au nom d’un organisme ou une institution dont il est le représentant. Nous considérons comme expert, une personne à qui le journaliste attribue un savoir objectif et scientifique faisant usage ainsi d’un argument d’autorité qui atteste de la fiabilité de l’information. Enfin, nous entendons par témoin une personne dont le discours subjectif pourrait prendre la forme d’un témoignage oculaire, d’une expérience vécue ou d’une opinion personnelle.


      image

      18


      Graphique n5 : Prévalence de la nature des interventions par sexe


      D’après le graphique ci-dessus, les femmes représentent 48% des personnes visibles sollicitées pour témoigner, leur expertise est sous-repré- sentée : elles sont consultées en tant qu’expertes dans seulement 25% des cas, contre 75% pour les hommes. Cette disparité est encore plus marquée lorsqu’il s’agit de prendre la parole en tant que porte-parole : les femmes ne représentent alors que 11% des intervenants, contre 89% pour les hommes. Ces données mettent en évidence une persistance des inégalités de genre dans la prise de parole publique, avec une minorisation significative de la voix féminine. Au demeurant, il apparaît clairement que l’expertise des femmes est sous-valorisée et que leur légitimité à s’exprimer en tant qu’autorités est remise en question.



      L’architecture rédactionnelle dans tout journal obéit à un canevas et une structure réfléchie. Toutes les pages d’un journal n’ont pas le même im- pact visuel sur les lecteurs. Qu’un article soit publié à gauche ou à droite, en haut ou en dessous du pli, dans les pages paires ou impaires, cela est fonc- tion de l’importance de l’article mais aussi du poids de son auteur.

      DISPOSITION DES ARTICLES



      La pratique révèle souvent un équilibre délicat entre les impératifs de l’actualité et ceux, plus subtils, liés au genre et à l’auteur. En effet, en analysant le positionnement des articles, nous constatons que la maquette éditoriale obéit plutôt à une logique de mise en avant des évène- ments les plus marquants. Toutefois, dans les pages sportives notamment, lorsqu’un article traite du même thème mais qu’il est séparé en fonction s’il s’agit de disciplines masculines ou féminines

      ; automatiquement, ce sont ces premières qui sont mis en saillance. Autrement dit, la rédaction choisit de placer délibérément les articles traitant des hommes en haut de la page, leur accordant plus de visibilité et d’espace, et ceux des femmes en dessous avec moins de visibilité. Nous citons à titre d’exemple les articles suivants :


      « Bons résultats des basketteurs (CODM) » (L’Opinion, 08 avril 2021, p22) et « Belle perfor- mance des basketteuses Meknassies » (L’Opinion, 08 avril 2021, p22)

      « La finale du Masters 1000 de Miami a connu une empoignade entre deux joueurs de la nouvelle génération en l’absence du « Big 3 » » (L’Opinion 07 avril, 2021, p21) et « Andreescu se fait rassurante » (L’Opinion 07 avril, 2021 p21)

      « Pêche sportive : Un fort potentiel touristique en quête de développement » (Le Matin, 07 avril 2021, p15) et « Association 8 mars : La pêche sportive au féminin » (Le Matin, 07 avril 2021, p15)

      19

      Cette hiérarchisation des articles sportifs répond à une logique commerciale évidente : les sports masculins, plus populaires, sont mis en avant pour maximiser les ventes auprès d’un public majoritairement masculin.

      D’un autre côté, à part les éditoriaux « Invisibles » (Ben Mansour, Aujourd’hui le Maroc, Mardi 6 avril 2021, La Une) et « Elections 2021 : le défi de la parité » (Jafri, L’Opinion, Jeudi 08 avril 2021, la Une), tous les articles traitant de sujets féminins sont positionnés dans des rubriques qui se situent généralement à partir de la 12 -ème ou 13 -ème page (c’est souvent les pages où com- mencent les rubriques Société ou Arts et Culture). L’ordre de ces rubriques est loin d’être fortuit. Ce sont les responsables aux manettes des rédactions qui décident de l’importance relative qu’ils accordent à chaque sujet. Pour cette raison, la place reculée que l’on dédie à l’actualité abor- dant les femmes, revient au fait que celles-ci sont très peu représentées dans les thèmes les plus pesants, à savoir la politique ou l’actualité internationale qui occupent souvent la surface rédaction- nelle des premières pages d’un journal.

      En se penchant sur l’analyse des éditoriaux, nous avons observé que l’écriture éditorialiste a été réservée exclusivement soit aux directeurs de la publication, soit aux chefs de la rédaction, qui sont dans les deux cas de figure des journalistes hommes. Dans la même veine, la voix mas- culine s’impose sans partage pour ainsi dire dans les articles qui appartiennent à la catégorie du commentaire (le billet, la critique, la carte blanche…) considérés comme la vitrine idéologique d’un journal.

      Si les journalistes hommes ont plus de latitude en matière de choix des sujets et de manières de les aborder, les femmes, en revanche, se trouvent cantonné dans d’étroites limites ; leur faible production d’articles d’opinion, les réduit à écrire des textes à visée informative qui se limitent à rapporter des faits. Dans l’ensemble du corpus analysé, cela apparait en particulier dans la forme



      énonciative des articles : Le tissage du discours propre et celui rapporté était plus présent dans les écrits des femmes, notamment sous la forme du dis- cours direct où l’auteur s’efface complétement derrière l’énoncé externe. Le recours à cette forme d’imbrication discursif est un choix qui pourrait être interprété de différentes manières : D’abord, le genre informatif impose une certaine neutralité apparente, mais aussi parce que les attentes profession- nelles envers les femmes les somment de mettre en service leurs qualités d’écoute et d’empathie, plutôt que d’interprétation et de commentaire de l’actualité. « Ces stéréotypes proviennent souvent d’une liaison qui est éta- blie entre les métiers et les qualités nécessaires pour y réussir : réussir dans un métier dit masculin nécessiterait des qualités « masculines », et réussir dans un métier dit féminin nécessiterait des qualités « féminines » » (Crisanta-Alina et Bernard 2013 : 84).

      De cette façon, les contraintes du genre informatif, positionne les femmes journalistes dans le rôle de relais de l’information et leur prive d’une part de lectorat, à la recherche d’une analyse approfondie, critique, qui sti- mule la réflexion et le débat social.


      20


      En passant en revue les différents numéros des supports étudiés, nous comptons sept articles au total qui ont accordé une attention particulière aux questions du genre. Dans l’ensemble, le genre est traité dans une varié- té de sujets liés à l’égalité femmes-hommes, tels que la représentation des femmes dans les espaces de décision, leur participation économique, les sté- réotypes de genre et les initiatives visant à promouvoir l’égalité.

      Au fond, ces articles renvoient dos à dos le retard du Maroc en ma- tière d’égalité des sexes en se basant sur des données statistiques et en comparant la situation du pays à celle d’autres nations, et les stéréotypes persistants qui limitent les opportunités des femmes et minimisent leur contribution à la société.

      Cependant, quand bien même les articles plaident pour les ques- tions du genre et la cause féminine, nous remarquons que le style jour- nalistique des hommes contraste avec celui des femmes. Selon Lavie et Leman-Wilzig (Traduit de l’anglais, 2003 : 8) « […] Les articles de presse sont souvent écrits en termes de triomphe ou d’échec, de controverse et de conflits – un style agressif plus caractéristique des hommes, comparé à l’approche féminine qui met l’accent sur la coordination, l’harmonie et l’ap- partenance à une communauté. » Nous pourrons le constater, d’ailleurs, à travers les champs lexicaux et les catégories sémantiques déployées par les uns et les autres. Sans tomber dans l’essentialisme discursif, il nous semble pertinent de s’arrêter sur le vocabulaire employé pour caractériser les deux


      CLASSIFICATION DES ARTICLES SELON LA POSITION VIS-À-VIS DU GENRE

      Articles attentifs aux questions du genre



      sexes : Les champs lexicaux et les réseaux sémantiques peuvent nous dire long sur l’implicite des messages médiatiques qui paraissent à première vue neutres.

      Typiquement, les articles signés par des hommes s’imprègnent d’un champ lexical de l’action et du travail, tandis que celui des femmes reprend le vocabulaire lié au domaine du care et de l’accompagnement social. Il serait fastidieux d’en faire une liste exhaustive, mais pour en prendre la mesure, citons-on quelques exemples :


      (Travailler – marché de travail- activement-l ’emploi- exerce-activité-créent- tâches- corvée – mission – actives- force de travail.) « Invisibles » (Saad Ben Mansour, Aujourd’hui le Maroc, Mardi 6 avril 2021, La Une)

      (Prochaines échéances prometteuses, accroître, promouvoir, réussite, engagement, volontarisme, émerger) « Elections 2021 : le défi de la parité

      » (Saad Jafri, L’Opinion, Jeudi 08 avril 2021, la Une)

      (Délaissement, abandonnées, rejetées, marge, blessure, abandonnique, pré- carité, monoparentalité, vulnérabilité, grand soin, lien social, réparation, ré- silience, accompagner, santé, éducation…) SOS Villages d’Enfants lance le programme « Agir pour une amélioration de la protection sociale » (Souad Badri, Le Matin, Lundi 5 avril 2021, p16)


      Ainsi donc, l’utilisation des registres spécifiques par les hommes et femmes met en évidence une construction genrée du discours médiatique qui se traduit par un langage différencié. Une écriture qui neutralise ainsi les différences de genre n’est pas tout à fait acquise, et les journalistes ne se dépouillent pas complétement de leur identité en vertu de l’objectivité souhaitée. Bien que cette distinction ne soit pas absolue et ne concerne que le corpus étudié, il nous parait important de la signaler.


      A ce niveau, nous enregistrons la présence de deux articles qui viennent renforcer les stéréotypes de genre en utilisant des illustrations qui confirment les représentations traditionnelles des rôles hommes-femmes. Dans le premier3, le journaliste Abdelillah Channaje précise que l’effondre- ment de l’économie marocaine en raison de la crise sanitaire a aggravé le chômage des jeunes et des femmes en particulier. Parmi les recommanda- tions du rapport, une insertion plus élevée des femmes au marché du travail (à hauteur de 17,8% au troisième trimestre 2020) pourrait contribuer à ac- croître le potentiel de croissance économique du pays.

      Pourtant, en observant l’illustration accompagnant cet article, nous nous sommes interrogés sur le message que le journal souhaite transmettre en présentant des ouvrières dans un atelier de textile, formant des lignes


      21


      Articles et illustrations qui renforcent les stéréotypes du genre


  3. « Les perspectives stables de Standard and Poor’s pour l’économie nationale » (Abdelillah Channaje, L’Opinion, Mardi 6 Avril 2021, p6).



    de production. Nous signalons que l’image n’est accompagnée d’aucune lé- gende permettant une précision ou un ancrage de sens chez le lecteur.


    image



    Le recours à ce genre d’illustration renforce le stéréotype du travail féminin qui ne peut être pensé en dehors des schémas classiques des uni- tés de production de textile ou d’agriculture. Ainsi, s’installe chez le lecteur l’idée que la participation des femmes pour rattraper le retard économique,

    22 devrait se faire essentiellement en les exposant aux conditions dégradantes des travailleuses de textile ou des fonctions similaires. Ce genre d’illustration entretient cette croyance erronée, mise en évidence depuis les travaux pion- niers sur le travail des femmes 1970-1980, qui consiste à réduire ces dernières à leurs supposés qualités naturelles, en les assignant à des tâches répétitives, des plus pénibles et des moins rémunérées. (Claire 2012 : 21)

    Le deuxième titre4, quant à lui, est un interview retranscrit, dans lequel la coach et conférencière Malgorzata Saadani s’est confiée au journal Le Matin pour donner son avis sur le sujet du « management autoritaire », ses avantages et ses inconvénients, ainsi que la différence entre autorité et autoritarisme. L’image accompagnant cet article nous a interpellé, car elle consacre un autre stéréotype qui laisse entendre que masculinité et autoritarisme ont partie liée.


    image


  4. « Oui, le management autoritaire aurait aussi des avantages ! » (Nabila Bakkas, Le Matin, Jeudi 08 avril 2021, p10)



    L’expression du pouvoir masculin est ainsi incarnée dans l’image du patron autoritaire devant ses subalternes. La photographie représente un homme imposant dont la physionomie grave et la gestuelle tranchante témoignent d’une autorité hypertrophiée. Son haut-parleur à la main et sa façon de tonner des ordres est une image que l’on pourrait assimiler au pa- triarche borné dont la parole est irrévocable. Ainsi, pour un désir de simpli- fication excessive, sans doute inconsciemment, la presse recourt à ce type d’image, qui consacre le stéréotype d’un masculin fort, violent et agressif. Par conséquence, les représentations que nous avons de la masculinité se maintiennent à travers une réitération d’images d’Epinal entretenues et vé- hiculées par les médias.



    Un seul article5 fut repéré dans cette catégorie. Dans ce dernier, la journaliste Souad Badri a abordé la question du télétravail et le changement qu’il a généré dans la vie professionnelle et privée des individus, cependant, elle a fait abstraction des rôles sociaux des sexes qui peuvent être redéfi- nis par cette nouvelle configuration. Effectivement, la journaliste a passé sous silence une dimension importante du sujet en évoquant l’épuisement généré par le télétravail sans faire référence au statut des femmes dans la sphère privée, qui peuvent être doublement pénalisées du fait qu’elles as- sument souvent l’essentiel des responsabilités ménagères. Partant, nous estimons que la journaliste a manqué une occasion propice pour mettre le doigt sur les responsabilités distinctes des femmes et des hommes au sein du ménage, et comment une grande partie du travail féminin demeure tapi dans l’ombre et non rétribuée à ce jour.


    A l’issue de cette analyse, nous constatons que plusieurs freins se mettent au travers de la reconnaissance pleine et entière du journalisme au fé- minin, et qu’il reste encore du chemin à parcourir pour atteindre une représen- tation équitable et non stéréotypée des femmes. En effet, une fois chaussée, la paire de lunettes « genre » nous permet de démystifier des discriminations plus subtiles et plus profondes, révélant ainsi les mécanismes complexes qui sous-tendent les inégalités entre les hommes et les femmes.

    Une des manifestations les plus visibles de ces discriminations est la division sexuelle du travail au sein des rédactions : qui opère de façon à enfermer les journalistes femmes dans un genre journalistique et des thèmes répétitifs considérés comme «féminins» tels que la société, la mode ou la culture, à l’heure où leurs homologues masculins bénéficient d’une plus grande liberté tant sur la forme que dans le choix des sujets abordés.

    Occasions manquées sans référence au genre


    23


  5. « Oui à l’équilibre vie professionnelle/ vie privée, et non à l’épuisement

au travail » (Souad Badri, Le Matin, 05/04/2021. P13)


CONCLUSION


Comme le souligne Kergoat (2001), à l’origine de cette répartition des rôles une modulation historique et sociale qui assure « la captation par les hommes des fonctions à forte valeur sociale ajoutée (politiques, reli- gieuses, militaires, etc.) » Autrement dit, la répartition sexuée des tâches au sein de la presse a pour fondement un construit social dont découlerait des pratiques inégalitaires.

Ces pratiques se nourrissent surtout d’un ensemble de stéréotypes genrés qui demeurent largement diffusés par les médias. Malgré, les ef- forts consentis ces dernières années pour rendre plus positive l’image de la femme dans la société marocaine, notre analyse révèle que les stéréotypes persistent et s’adaptent, se glissant dans les interstices de discours aux allures progressistes. Concrètement, ces stéréotypes se sont manifestés dans notre corpus en associant la femme a des tâches manuelles, répétitives et peu qua- lifiées, renforçant l’idée d’un travail féminin moins valorisé, et l’homme, aux figures de pouvoir et d’autorité dans les postes de responsabilité au sein des entreprises.

En définitive, quoique nous avions soulevé une véritable prise de conscience concernant le statut des femmes reflétée par les trois supports

24 analysés, il n’en reste pas moins qu’elles sont largement sous-représentées. La répartition inique qu’on leur accorde dans la surface rédactionnelle en tant que sources de l’information et sujets de l’actualité, doublée de la repré- sentation stéréotypique constituent autant d’obstacles à une réelle repré- sentation égalitaire.


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image

02

DIFFERENCE SEXUELLE:

CIXOUS, DERRIDA*

Diferencia sexual_ Cixous, Derrida


* Les réflexions qui dessinent cet article s’inscrivent dans le cadre de ma thèse de doctorat en Philosophie, soutenue en décembre 2023.


CARMEN RUIZ BUSTAMANTE


Institut Catholique de Paris


Fecha de recepción: 20 de marzo de 2024 Fecha de aceptación: 18 de julio de 2024


RESUME

Dans cet article, je passe en revue quelques réflexions d’Hélène Cixous sur la différence sexuelle, dans le but de montrer que dans ses essais des an- nées 1970, on peut trouver des éléments autour de la question du genre qui permettent de pousser plus loin les réflexions de Derrida sur le phallogocentrisme.

En montrant la complexité et l’hétérogénéité de ses 27

réflexions, qui ne sont pas toujours en accord les unes avec les autres, mon intérêt est de montrer la voie que Cixous ouvrirait à la déconstruction du phallogocen- trisme, lorsqu’elle invite à remarquer le caractère an- drocentrique du désir de présence qui sous-tend la métaphysique.


Mots-cles

Cixous, Derrida, différence sexuelle, phallogocen- trisme


RESUMEN

En este artículo, reviso algunas de las re- flexiones de Hélène Cixous sobre la diferencia sexual, con el objetivo de mostrar que en sus ensayos de los años setenta hay elementos sobre la cuestión del gé- nero que permiten llevar aún más lejos la decons- trucción derridiana del falogocentrismo. Al mostrar la complejidad y heterogeneidad de sus reflexiones, que no siempre están de acuerdo entre sí, me inte- resa mostrar el camino que Cixous abriría a la de- construcción del falogocentrismo cuando nos invita



Ruiz Bustamante, Carmen (2024). «Difference sexuelle: Cixous, Derrida». Filanderas. Revista Interdisciplinar de Estudios Feministas (9), 27-43.



a reflexionar sobre el carácter androcéntrico del deseo de presencia que subyace a la metafísica.


Palabras clave

Cixous, Derrida, diferencia sexual, falogocentrismo


INTRODUCTION

Dans « Fourmis », conférence présentée à l’occasion du Colloque

« Lectures de la différence sexuelle » en octobre 1990, Derrida (1994 : 74) indique : « dès qu’il y a de la différence sexuelle, il y a des mots ou plutôt des traces à lire ». La différence sexuelle n’est pas visible, mais lisible. N’étant pas une chose, elle passe. Nous pouvons être témoins d’un tel passage, mais nous ne le verrons jamais : « Lisible, donc invisible, objet de témoignage et non de preuve » (Ibidem : 75). Le fait que la différence sexuelle soit lue plutôt que regardée a des implications. La première, la plus évidente, est qu’il ne s’agit pas de quelque chose d’anatomique, se révélant à l’œil. Loin du regard, la lecture renvoie à la trace, à ce qui n’a jamais été présent, à ce qui nous

28 pousse à faire un pari et à prendre une décision, un risque. Une lecture n’au- ra jamais le dernier mot. Elle ne relève donc pas de l’interprétation au sens courant du terme, du déchiffrage de quelque entité attendant d’être révélée. C’est seulement par ce risque qu’un avenir est possible.

Cet article est divisé en trois parties : La première, qui reprend le titre du livre dans lequel se trouvent les conférences de Cixous avec Derrida, est consacrée aux réflexions de Cixous sur la différence sexuelle ; la deuxième partie examine la distinction entre essai et fiction établie entre ses textes, censés aborder la question de la différence sexuelle de différentes manières. Le but est de faire ressortir la valeur de ses essais théoriques, généralement situés en dessous de son œuvre fictionnelle. La troisième et dernière partie se concentre sur ses critiques de l’androcentrisme formulées dans les années 1970, notamment dans « Le rire de la Méduse » et « Sorties ». Elles sont ici évoquées afin de les mettre en communication avec une certaine lecture de la déconstruction derridienne du phallogocentrisme, qui doit nécessaire- ment passer par l’inversion du système d’opposition sexuelle.



H.C. : C’est la signature de ton esprit philosophique. Tu ouvres la bouche et hop,

ça se divise entre qui et quoi. C’est ça ta force.

J.D. : Je ne sais pas si c’est une force.

H.C. : Si, c’est une force de pensée. Tu ne laisses rien en repos.

J.D. : Le plus souvent c’est pour aller vers un lieu où on ne peut pas distinguer entre le qui et le quoi.

H.C. : En même temps, on ne peut pasdistinguer que si on distingue.

J.D. : Oui.

H.C. : Et je ne l’avais jamais remarqué.

J.D. : Comme quoi nous avons de l’avenir encore.

Hélène Cixous et Jacques Derrida,

« Ce qui a l’air de quoi » (2007 : 71)


Comme le souligne à juste titre Berger, la notion de « différence sexuelle » n’est pas réductible à un contenu déterminable. Pour l’auteure, il y a plusieurs idiomes, c’est-à-dire plusieurs particularités – intraduisibles

– des usages de la différence sexuelle : « Je parle à dessein d’idiome et non de concept, afin de souligner ou de faire valoir dans cette locution, non quelque universalité abstraite du concept, mais des particularités textuelles et contextuelles de son emploi » (2013 : 156). Rendre compte de la multipli- cité de ces usages, à commencer par la psychanalyse, laquelle pense, sous ce nom, des positions inconscientes (féminin, masculin) dans un rapport à la castration, nécessiterait un livre entier. Dans le cadre de cet article, je me borne, pour reprendre les termes de Berger, à « la traduction française » de cette locution. Bien que cette « traduction française » comporte à son tour plusieurs idiomes, je me tiens à l’idiome, ou plutôt aux idiomes, de Cixous et de Derrida.

Dans le cas de Cixous, dont la pensée est très importante à connaître compte tenu de son influence sur les réflexions francophones autour de la différence sexuelle dans les années 1970 – y compris celles de Derrida –, l’opposition sexuelle serait en quelque sorte une mutilation de la différence sexuelle. Là où il y a différence il y a l’échange même par lequel elle passe sans être vue, car l’échange en tant que tel n’est pas visible, mais lisible. D’ail- leurs, comme l’écrit Calle-Gruber en renvoyant à Cixous, « ‘[u]n genre’ n’existe pas non plus. Une hiérarchie des genres pas davantage » (Calle-Gruber, 1994 : 152). Puisque la différence sexuelle est innombrable, elle n’est jamais ré- ductible « à un sexe ou genre ou un rôle familial ou social. Elle est myriade merveilleuse de qualités différentielles » (Cixous et Calle-Gruber, 1994 : 62). Dans un entretien publié dans la revue Genesis (Manuscrits-Recherche-Inven- tion), Cixous (1997 : 139) affirme : « Quand je dis ‘la différence sexuelle, la ‘D.S.’

LECTURES DE LA

DIFFÉRENCE SEXUELLE


29



passe’, c’est cela. Il n’y a rien de plus beau au monde que ce qui ‘çapasse’, et en même temps de plus déchirant parce que ça passe – et c’est perdu ». Quelques années auparavant, dans sa conférence intitulée « Contes de la dif- férence sexuelle », elle souligne que la DS « n’est pas une région, ni un chose, ni un espace précis entre deux, elle est le mouvement même » (Cixous, 1994 : 56). Ce caractère insaisissable de la DS (ou de la déesse) renvoie à Athéna. Comme le souligne Joana Masó (2014 : 53), Athéna, fille de père qui est de- venue mère sans accouchement « hante l’œuvre cixousienne de 1975, avec ‘Sorties’, jusqu’à 1990 avec La ville parjure ou le réveil des Érinyes ». Masó inter- prète de même la figure d’Athéna dans Partie, texte aussi audacieux qu’ex- ceptionnel, dans lequel « Cixous suit la féminité de la vierge qui vient et va vers le masculin » (Ibid). Cette déesse « inengendrée, ingénère » (Cixous citée par Masó, 2014 : 53), est intéressante par son étrange corps fémininmasculin, sans naissance, qui « défie la naturalité de la filiation » (Masó, 2014 : 53). Si dans la conférence de 1994, la différence sexuelle est pensée dans son mou- vement de l’un à autre, c’est-à-dire sans la coagulation binaire, il faut noter que, pour Cixous, lorsqu’il est pensé dans la société, ce mouvement devient guerre

: « Quand on parle de différence sexuelle en société, c’est-à-dire en guerre, la

30 personne qui porte la différence comme un fardeau, comme une question, très souvent c’est la femme » (Cixous, 1994 : 41)

Pour Calle-Gruber, il y aurait une différence entre les essais de Cixous et le reste de ses textes. Cette différence est importante à remarquer, si l’on considère le fait que les études de genre ont tendance à travailler uniquement ses essais théoriques sans examiner la diversité des textes qui composent son œuvre. Ainsi, Calle-Gruber affirme qu’on oublie souvent que « c’est dans l’écri- ture de fiction, dans le roman, le poème, le lyrisme, le théâtre, qu’Hélène Cixous remet à l’œuvre et à la question, le genre » (Calle-Gruber, 1994 : 152). On trouve cette mise en question « [d]ans la fiction et pas dans l’exercice de la théorie, ou de l’essai, ou de la thèse, ou de la philosophie » (Idem). Contrairement à ce qu’affirme Calle-Gruber, j’essaierai de montrer dans cet article qu’il existe un questionnement sur le genre dans les essais de Cixous1. Ce que je veux souligner à partir des réflexions de Calle-Gruber, c’est que l’œuvre de Cixous se caractérise par une hétérogénéité de positions et de nuances par rapport à la question de la différence sexuelle. En effet, l’écriture de Cixous sur la différence sexuelle n’est pas homogène, ce qui empêche de la réduire à une seule et unique analyse. Je tenterai de montrer que ces « essais théoriques » de Cixous, parfois même relégués par l’auteure à une deuxième place, contrairement à d’autres réflexions qu’elle a faites dans des entretiens ou d’autres textes, ap- pellent une lecture contemporaine qui les rendrait pertinents aujourd’hui, en- richissant le champ de discussion des théories du genre.

La lecture de Weltman-Aron envisage l’écriture de Cixous dans sa di- versité et prend en compte tous les éléments. L’auteure essaie de montrer


  1. Pour affirmer cela, il faudrait donc se distancier de (ou lire autrement) ce que l’auteure nomme « questionnement sur le genre ».



    que les troubles dans le genre se trouvent dans les essais théoriques ainsi que dans ce qu’on appelle « la fiction » ou « la poésie » de Cixous. Le pari de Weltman-Aron consiste à mettre l’accent « sur le lien crucial entre l’essayiste et l’auteure de fiction qu’est Cixous » (Weltman-Aron, 2015 : 73) afin de pro- blématiser la limite apparemment stricte entre fiction et essai. L’opération cixousienne répondant à cette limite et abordant, en même temps, l’impen- sé du phallogocentrisme, se retrouve également dans la poésie de Cixous. Est-il possible de suivre en même temps les lectures de Calle-Gruber et de Weltman-Aron ? Quelles sont les implications d’une posture affirmant que ce n’est pas dans les essais mais dans la fiction cixousienne que l’on peut trouver une pensée, une lecture, sur la différence sexuelle, et d’une lecture qui met en question une telle séparation ?

    Revenons à la proposition de Calle-Gruber. J’ai indiqué qu’elle essaie de montrer la torsion de l’écriture de Cixous en prenant parti pour le jeu de la différence sexuelle tel qu’il se laisse lire dans ses fictions. L’auteure explique qu’en français le mot genre s’inscrit au moins dans trois domaines, à savoir, le biologique, le grammatical et le littéraire. La nouveauté de l’approche de Cixous serait de les considérer de manière articulée, de sorte que la « ques- tion du genre c’est… une question, justement » (Calle-Gruber, 1994 : 151) toujours irrésolue. Il y aurait constamment le passage du masculin au fémi- nin et vice-versa. Le bouleversement des accords grammaticaux en serait un effet : « Le texte met en scène un fourmi, une météorite, une aigle, la rêve » (Ibidem : 158). Entre le masculin et le féminin il y aurait un enchevêtrement empêchant de trancher et de situer, d’une part, le masculin et, d’autre part, le féminin. La formule proposée par Calle-Gruber est « le masculin du féminin et le féminin du masculin » (Idem), c’est-à-dire, « l’un dans l’autre » (Idem). C’est l’écriture, donc, qui fait jouer tous les possibles du genre, là où la hiérarchie n’a pas lieu : « Envisager quelque hégémonie d’un sexe sur l’autre est, par suite, une attitude hors de propos » (Ibidem : 157). C’est « en regard, en miroir

    » (Ibid.) que ces textes font de l’hétérogène en faisant jouer les alternances du genre2. Cet effet de miroir, marqué par l’indécision, s’explique par le fait que le masculin et le féminin se ressemblent. Comme l’écrit Cixous dans Dé- luge : « La chance arrive. Nous regarde. On se voit. Il se produit la simplicité absolue du miroir : les deux personnes sont soudain pareilles » (Cixous citée par Calle-Gruber, 1995 : 156). Le renversement et le rassemblement des deux genres dénonceraient ainsi la division, selon Calle-Gruber, d’une « humanité véritablement réalisée par la complémentarité de deux genres » (Calle-Gru- ber, 1994 : 156).

    On trouverait dans les textes de Cixous l’invitation à lire une « humani- té » plus vaste qui dépasserait la division des sexes en faisant jouer l’impos- sible. La pierre peut aussi, dans cette constellation, devenir « un Pierre nom propre » (Ibidem : 158), bouleversant les limites fixées entre l’humain et le


    31


  2. Je renvoie au texte de Setti (2019),

    « Queer écriture*** » dans lequel l’auteure propose une autre lecture de l’écriture cixousienne et de la question queer. Selon Setti, les effets queer qui se produisent dans les textes « ne consistent pas en simples balancements masculin-féminin,

    ou même dérive de l’une à l’autre, car cela reviendrait à restaurer la dramaturgie des opposés dans une sorte de fausse égalité ou alternance paritaire », (2019: 215). Setti donne comme exemple les ressources de la pronominalité au féminin que Cixous explore dans « La venue à l’écriture ».

    Dans ce texte, on peut lire une série de sujets féminins « elles » qui sautent, d’une façon abrupte, à la troisième personne neutre écrite en italique « On ». Néanmoins, Setti ne considère pas le sujet « on » comme neutre. Elle lit le sujet « on » comme la trace d’une désappartenance. En d’autres termes, comme un éloignement de soi à soi- même. Ainsi, au lieu de proposer une nouvelle interprétation de la théorie

    queer, Setti essaie « d’enrichir le champ lexical queer d’une série de traits relevés aux abords de la littérature Cixous », (Ibidem: 211).



    non- humain, entre les vivants et les non-vivants. Malgré ce questionnement sur l’humain et le non-humain, la référence aux « humains », écrite un peu lé- gèrement, peut-être avec trop de certitude, revient à plusieurs reprises dans ces lectures. Dans le même entretien avec Calle-Gruber, Cixous dit : « Quand je parle de l’humain c’est peut-être aussi ma façon d’être toujours traversée par le mystère des différences sexuelles » (Cixous et Calle-Gruber, 1994 : 40). Cela implique une double écoute : d’un côté, une réception des excitations et des signes venant de lieux marqués, sexualisés. De l’autre, une réception du « point-virgule », de ce à quoi la différence laisse place : l’humain. Cette double écoute (réception des deux courants) a amené Cixous, selon ses propres mots, à distinguer « le sexe » et « le cœur ». Ce dernier, le cœur, serait ce qu’il y a de commun entre les sexes, « le sexe commun » aux deux sexes, « le sexe humain » (Idem). Ainsi, la différence, selon Cixous, « nous la faisons, entre nous. Entre nous-mêmes aussi » (Ibidem : 62), elle est la richesse intérieure et la « myriade merveilleuse des qualités différentielles » (Idem). C’est pourquoi elle est innombrable, elle passe, elle varie. Cixous af- firme que la différence sexuelle, en tant que lisible3, n’est jamais réductible

    « à un sexe ou genre ou un rôle familial ou social », mais en même temps, et

    32 dans le même entretien, elle revient à la marque sexuelle lorsqu’elle parle de la jouissance masculine comme de quelque chose qu’elle ne connaîtra jamais4 (Ibidem : 63).

    Si, pour Cixous, nous ne pouvons pas voir la différence sexuelle, nous pouvons néanmoins la sentir « dans le livre d’heures de l’amour, dans ces moments extrêmes où la séparation s’éteint dans l’étreinte la plus étroite » (Ibidem : 62). C’est dans l’étreinte, au point de contact, dans l’espace infime et infini de la proximité que l’on sentirait et que l’on toucherait la différence sexuelle tout en étant touchés par elle. Voilà l’immaitrisable mystère. Suivant cette description, Cixous évoque également un « point ultime voluptueux et cruel de la tentation » (Ibidem : 63); ultime et cruel car on ne peut pas passer de l’autre côté, là où il y a un monde dans lequel elle ne peut pas entrer. C’est là qu’apparaissent le désir et le regret : « j’aimerais connaître le jouir de l’autre sexe » (Idem). Il n’y a donc à connaître que le point de contact entre deux impossibilités, entre deux secrets qui ne s’échangent pas mais qui partagent néanmoins le goût de l’impossibilité.

    En la comparant à la musique, Cixous affirme que la différence sexuelle constitue une musique là où le sens est une différence, et cette différence on ne la perçoit pas comme une dissonance mais plutôt « comme rapports entre des sons venant d’instruments différents mais qui s’accordent, bien sûr

    » [je souligne] (Ibidem : 57), produisant ainsi la jouissance. Cette question ap- paraît également dans « Contes de la différence sexuelle » : le récit de Cixous est formulé en termes de différence et de rencontre de deux jouissances. Sachant qu’une « femme » n’est pas une femme, ni « un homme » n’est un


  3. À propos du caractère lisible de la différence sexuelle, nous renvoyons au texte de Crevier, « Rêve en corps : autour des différences sexuelles chez Hélène Cixous », dans Rêver, croire, penser (2010 : 311-327), dans lequel Crevier, sans négliger la désontologisation de la différence sexuelle, essaie de la lire à partir du point de rencontre entre le corps et la lettre.

  4. « j’aimerais connaître la jouissance masculine ; je ne la connaîtrai jamais ; j’aimerais connaître le jouer de l’autre sexe » (Cixous et Calle-Gruber, 1994: 63).



    homme, Cixous revient à la jouissance, dans une réflexion sur une différence irréductible entre l’écriture de Lispector et celle de Derrida. Elle y affirme :

    « il n’y a pas de confusion possible entre deux types de jouissance. Et entre celle de Derrida, parce que c’est un homme, je veux dire l’écriture de D. qui avance à pas d’homme, ce qui est une bénédiction, écrit comme il écrit et pas autrement, et celle de Clarice-qui-écrit-comme-une-femme, ce qui est une bénédiction » (Cixous, 1994 : 67).

    La tentative de penser la différence sexuelle comme un différentiel irréductible à un bord ou à une subordination duelle s’accompagne égale- ment d’une conception de la DS comme une relation de jouissance entre le masculin et le féminin. Malgré le geste de Cixous de faire lire la différence au lieu de la rendre visible, anatomique par exemple, cette mise en scène d’un scénario (hétéro)sexuel5, mettant dans un rapport érotique et de jouissance le féminin et le masculin, prend corps précisément là où selon Cixous nous « sentons » la différence, là où le désir du féminin envers le masculin et du mas- culin envers le féminin se dirigent vers un impossible qui se réalise pourtant : l’échange de « si tendres liens » (Ibidem : 63).

    Par la naturalisation d’une certaine attirance hétérosexuelle (comme si elle allait de soi lorsqu’il s’agit de la différence des sexes qui ne se voit pas mais qui « se sent »), le partage sexuel phallogocentrique qui peut prendre la forme d’une opposition, cette « chose affreuse mais qui existe » (Ibidem : 62), est en quelque sorte oblitéré. Dans une lecture comme celle de Calle-Gru- ber, on trouve encore plus nettement une tendance à la neutralisation de la hiérarchie dans la différence, par exemple lorsqu’elle propose une différence qui ne produirait pas, dans son mouvement innombrable et hétérogène, des oppositions. C’est pourquoi pour Calle-Gruber la hiérarchie n’existerait pas davantage : avant toutes ces confrontations ou impositions, elle serait pas- sage, mouvement, danse, comme si l’on pouvait envisager une différence pure sans l’opération de maîtrise faisant la loi. Calle-Gruber essaie de montrer la distance ou de faire le partage entre les textes de Cixous où les genres se mêlent, genres littéraires y compris, et ses textes théoriques. Comme je l’ai indiqué plus haut, pour Calle-Gruber, c’est dans l’écriture de fiction et non dans les essais que Cixous mélangerait les genres jusqu’à les faire disparaitre. Mais qu’est-ce que cela veut dire ?

    Suivant Derrida, l’opération par excellence du phallogocentrisme est la neutralisation de la différence sexuelle. Cette question est pourtant complexe dans sa pensée. Tantôt il semble l’entendre en termes de binarisme, faisant de la différence plurielle une simple opposition. Mais tantôt il l’entend également comme le fait de masquer, voire de dénier, la hiérarchisation, là où le privilège masculin règne. J’accorderai une attention spéciale à la vigilance de Derrida à l’égard des gestes d’écriture qui croient se débarrasser du poids des « vieux noms » lorsqu’ils essaient de passer simplement au-dehors des oppositions


    33


  5. Qui envisage le féminin et le masculin dans une sorte de complémentarité.



    classiques. Il me paraît pertinent de le faire parce que cela nous donnera une perspective pour voir (ou plutôt lire) la manière dont le phallogocen- trisme se réinscrit et finalement réactualise et confirme les oppositions. En même temps, la question des « vieux noms » me semble généralement négligée dans les lectures des textes de Derrida. Formulons pour l’instant une hypothèse : Si le fait de penser à l’opposition sexuelle autant que de la dénier conduit à la neutralisation de la différence sexuelle, il semble qu’il ne s’agisse en quelque sorte d’un impensé dont le phallogocentrisme porte ses germes. Je propose donc de suivre la stratégie derridienne des vieux noms et du renversement pour que, en disant mais en sachant en même temps qu’on ne peut pas le dire, s’ouvre un autre régime du pensable du partage sexuel.



    Peut- être avec un peu de dédain pour la pensée politiquement enga- gée, Calle-Gruber fait allusion à l’« idéologie féministe » (1994 : 152), comme un lieu d’intervention qui se distinguerait du domaine de l’imaginaire, c’est-à-

    34 dire de la fiction : « Choisir pour lieu d’intervention la fiction et non la théorie, c’est non moins préférer le terrain de l’imaginaire à celui de l’idéologie fémi- niste, l’art à la démonstration6 » (Ibidem : 152-153). Selon Calle-Gruber, la « spécificité de la fiction » (1994 : 70) dans les écrits de Cixous lui permet de se distancier des gestes qui attaquent les institutions et les titres : « Exemple : un fourmi, une aigle, la rêve, mais jamais une écrivaine, une auteure, une profes- seure…ce que j’entends au Canada » (Idem). Selon Cixous, dès que quelque chose de ce genre bouge, tout vacille : « avec un fourmi, on peut faire trem- bler le monde, si on y pense » (Ibidem : 72). Le bouleversement des genres dans la fiction cixousienne appartient d’abord au plan poétique et imaginaire7 (Ibidem : 70). Pour elle, il y a un nombre considérable de locutions idioma- tiques et incontestées qui nous font la loi. Sans nous en rendre compte, nous sommes ordonné·e·s d’avance par la langue, et tout est déjà rangé et classé selon une échelle hiérarchisante infondée. C’est pourquoi Cixous transforme la locution « de l’un à l’autre » pour la faire devenir « de l’une à l’autre », évitant d’expulser, dans cette locution, le féminin : le travail qu’elle fait dans la fiction ne se passe pas dans l’interruption violente mais plutôt « dans le passage de l’une à l’autre » (Ibidem : 19), autrement dit déhiérarchisant l’opposition sexuelle. Il y a ainsi le passage de l’entre-deux, le passage « de lune à l’autre » (Ibid) dont l’autre serait la terre. Dans ce tissage scriptural, Cixous dé-raconte et fait secouer les rangements, le ciel et la terre, le haut et le bas, « non pas pour faire tomber le haut vers le bas mais pour que le bas ait le même pres- tige, qu’il nous soit rendu avec ses trésors, avec ses beautés » (Ibidem : 21). Le haut ainsi ne sera plus l’opposé du bas. C’est le déluge.

    ÉCRITURE CIXOUSIENNE : FICTION, ESSAI


  6. On pourrait se poser des questions autour de ce que Calle-Gruber comprend par « idéologie féministe », et pourquoi certains textes appartenant à cette « idéologie » ne pourraient pas faire partie de la poésie ou de l’art. Il

    est possible que le contexte auquel fait référence Gruber soit le contexte du Mouvement de Libération de Femmes (désormais le MLF). Ce mouvement a eu un fort impact en France dans les années 1970. À propos des critiques adressées aux « idéologies féministes

    », je rappelle d’ailleurs la distance de Cixous vis-à-vis des textes de Simone de Beauvoir. Dans un entretien avec Frédéric Regard tenu en octobre 2010 à Paris, Cixous accuse Beauvoir d’être si naïve qu’elle n’a même

    pas remis en question le titre de son célèbre livre Le Deuxième Sexe :

    pourquoi le deuxième sexe serait-il les femmes, s’interroge Cixous ? Outre les expressions péjoratives utilisées pour caractériser la pensée de Beauvoir, sa critique la plus sévère est qu’il n’y a pas d’écriture dans ses textes. Elle ne voit pas Beauvoir ni Sartre en mouvement.

    Elle les voit assis : « Le monde ‘Sartre et Simone de Beauvoir’ est un monde sans lecture et sans écriture. Or pour

    moi, il ne peut pas y avoir de progrès, il ne peut pas y avoir de lumière sans le travail de l’écriture, sans la gestion du signifiant, sans l’écoute de la phrase.



    Si l’un des buts de son écriture fictionnelle est donc de bouleverser les noms et de dépasser les hiérarchies, dans les essaies théoriques, si l’on ac- cepte par hypothèse provisoire cette démarcation, le jeu textuel semble s’or- ganiser autrement. Concernant « Le rire de la Méduse »8, mais aussi d’autres essais de l’époque, Cixous affirme qu’il s’agissait d’« un effort conscient, pé- dagogique, didactique pour classer, pour ordonner certaines réflexions, pour souligner un minimum de sens. De bon sens » (Cixous et Calle-Gruber, 1994 : 15). Elle insiste sur le fait que ces textes sont le résultat d’une époque forte- ment mobilisée politiquement (il faut toujours prendre en compte le MLF), époque à laquelle elle avait été poussée à prendre une position et à sortir de son terrain. L’« urgence » qui a donné lieu à ces essais devrait empêcher de les réduire à un exercice absolument conscient et maîtrisé. Soulignant ce caractère urgent de ces manifestes, Weltman-Aron renvoie à Vivre l’orange, qui met en jeu l’obligation venue de l’autre « à laquelle ‘je’ doit impérative- ment se rendre, une interruption absolue qui ne souffre aucun retard : ‘il faut le faire’, sans calcul ni prévision » (Weltman-Aron, 2015: 75). Cette pensée de l’arrivée que Weltman-Aron lie obliquement au « messianique sans messia- nisme » de Derrida, expliciterait l’urgence de la période historique dans la- quelle un texte comme « Le rire de la Méduse » a fait son apparition. Comme le rappelle Weltman-Aron, Cixous écrit dans l’introduction à la nouvelle édi- tion de 2010 : « J’ai crié. Allons. Une bonne fois. J’ai fait date. Une fois. L’ai-je calculé ? Non. C’était l’heure. Une urgence. Une dislocation » (Cixous citée par Weltman-Aron, Ibidem : 74-75). Malgré le fait que se défendre implique pour Cixous une manière de faire la loi9, elle ne regrette pas d’avoir pris une voix directement politique : « Jamais je n’aurais pensé, quand j’ai commencé à écrire, que je me trouverais un jour en train d’effectuer des gestes straté- giques, ou même militaires : construire un camp avec des lignes de défense

    ! » (Cixous et Calle-Gruber, 1994 : 15). Ces textes stratégiques ont été écrits donc pour marquer des positions dans un champ très tendu qui correspond à ce que Cixous comprend comme un moment historique daté où l’urgence de la question de la différence sexuelle prenait une place dans les débats de l’époque.

    De ces essais, qui marquent des positions, je voudrais relever, tout d’abord, leur caractère disséminant, que Cixous n’aurait jamais pu prévoir. Tant « Le rire de la Méduse » que « Sorties » ont été, à la surprise de Cixous, des actes. Sauf en France, où ils sont restés des livres10 : « Partout ailleurs dans le monde ce sont des actes. Surprise ! Aussitôt traduite en américain, voilà que ma Méduse s’en va » (Cixous, 2010 : 30). Ainsi, ce manifeste (c’est ainsi que Cixous le nomme11), cet essai « pédagogique », résultat d’une urgence politique singulière, a dépassé largement son but initial : « La Méduse [écrit Cixous] est allée beaucoup plus vite, plus loin, plus fort que mes textes de fiction et plus tard mon théâtre » (Ibidem : 28). Elle, la méduse, ne marche


    Le Deuxième Sexe, c’est un monument, c’est une pyramide, sans écriture » (2015: 138). Cette dévaluation a été cependant réciproque. Des décennies plus tôt, Beauvoir avait déjà exprimé une animosité à l’égard de l’écriture féminine : « De même aujourd’hui, l’écriture au féminin n’atteint qu’un petit cercle d’initiées. Elle me paraît élitiste, destinée à satisfaire le narcissisme de l’auteur et non à établir une communication avec autrui »

    (De Beauvoir citée par Ophir, 1976: 15). 35

  7. À propos de ce débat, je renvoie au texte de Santellani (1990 :

    149-160), « femmes sans figure et figures de femmes ». En lisant

    Cixous, l’auteure problématise ces solutions de compromis, faites par certains féminismes, par le biais de l’imaginaire et de l’art. Santellani rappelle les analyses d’Étienne Balibar et de Pierre Macherey pour qui la littérature « commencerait » par la solution imaginaire de contradictions idéologiques inconciliables.

  8. Il apparaît pour la première fois en 1975, dans le revue l’Arc, dans un

    numéro consacré à Simone de Beauvoir.

  9. « ‘Défendre’ est parfois une nécessité. Mais c’est un geste ambigu : qui se défend défend, i.e. interdit » (Cixous

    et Calle-Gruber, 1994: 15).

  10. Dans les années 2000 la Méduse galope entre les Amériques, après avoir aussi galopé en Asie. Quand Cixous

    se demande comment ça se passe en France, elle se répond : « – Je crains qu’il faille que tu reviennes voler devant ma fenêtre, dis-je. Ces temps-ci l’air est plein d’algues, on étouffe et on ne rit pas beaucoup » (Cixous, 2010: 32).

  11. « Le Rire, et autres sorties, est un appel. Un coup de téléphone au monde. On a dit : un manifeste » (Idem).



    pas, comme « les humains », elle ne vole même pas, avec un passeport : elle galope, d’un continent à l’autre, comme un animal impétueux, indomp- table, puissant. Cixous devient ainsi l’auteur de cette fille couronnée de lan- gues, la Méduse : « moi qui croyais l’avoir inventée, délivrée du mythe, voilà qu’elle m’avait prise dans ses lacs : je devins l’auteur du Rire de la Méduse, dans l’univers, autrement dit son père, ou sa servante ! » (Ibidem : 29). Là où elle passe, que ce soit le Japon, l’Argentine, peu importe, c’est toujours elle, la méduse hantant Cixous. Ce qui a même fini par l’agacer12. Il semble donc que ces essais, créés initialement en réponse à un contexte historique don- né – réponse urgente faisant « sortir » Cixous, comme le dit Calle-Gruber, du champ de la fiction où elle se retirait –, ont finalement excédé les efforts conscients et didactiques dont l’intention était de classer, d’ordonner et de prendre une position : la méduse a fait le tour du monde, et chaque lecture, chaque traduction, la réinscrit autrement. Elle dépasse, elle coule ; elle rit aussi du rire qui lui a donné naissance, jusqu’à faire des ironies, des colères, des cris et des moqueries dont elle se constitue, quelque chose qui va plus loin et plus vite que toute anticipation. Cette dissémination imprévue, cet excès non calculé, qui doit sans doute être porteur de plus d’une force, me

    36 semble déjà une invitation à tordre l’image bornée que l’on peut se faire de ces essais.

    Ainsi, à la différence des lectures qui négligent – voire méprisent – ces textes, ainsi que de celles qui tentent d’affirmer une cohérence de l’en- semble des écrits de Cixous, mon pari consiste à tenter de tisser une autre texture : ces textes « didactiques » ou « théoriques » ; ces « manifestes » qui ont été le résultat d’une urgence géopolitiquement et temporellement loca- lisée, pourraient peut-être aussi appartenir au champ littéraire. Il y en a deux raisons : premièrement, comme je l’ai indiqué, parce que ces textes ont lar- gement dépassé leurs contextes et les propos assignés au début, boulever- sant les limites et les genres. Ensuite, et c’est le plus important, non pas parce qu’ils mélangent tout, faisant de la différence le rêve métaphysique d’un pur différé sans hiérarchie ni conflit, mais plutôt parce qu’ils bouleversent et mé- langent les genres autrement.

    D’ailleurs, pour lire la problématique du phallogocentrisme chez Derrida, il est important de parcourir ces essais non seulement parce que Cixous est une lectrice de Derrida et qu’elle a été constamment en conver- sation avec lui13, mais aussi parce que ses textes permettent de pousser plus loin les réflexions derridiennes autour de ce thème. De plus, ces essais cristallisent une époque, particulièrement en France, à partir de laquelle, et ce n’est pas une simple coïncidence, Derrida a abordé directement ces questions.


  12. « Franchement, j’eus un agacement

    » (Ibidem: 29).

  13. Il faut aussi remarquer que les échanges entre Derrida et Cixous vont au-delà de la question de la différence sexuelle. C’est le cas, par exemple,

    de la figure de la mère. Comme le souligne Michaud, Cixous a porté un intérêt spécial à « Circonfession », dont témoigne son Portrait de Jacques Derrida en jeune saint juif. De plus, Michaud souligne que les échanges entre les deux auteur·e·s « ont pris plusieurs formes

    et, surtout, ils se sont constamment intensifiés et accélérés depuis le colloque ‘Lectures de la différence sexuelle’ […] qui a marqué le coup d’envoi de toute une série de lectures croisés » (2007: 236), notamment comme celle de Voiles.



    Mais tout commence par le nom propre

    Hélène Cixous, Or, les lettres de mon père (1997 : 21)


    Primordial nucleus of violence, Meduse looms forth, compelling all attention.

    The mythic face of horror, she directs back at the warriors the most authentic image of their ontological crime, stripping them of

    any heroic pretext.

    And it is the face of a woman.

    Adriana Cavarero, Horrorism. Naming Contemporary Violence (20011 : 11)


    Dans « Sorties », texte paru pour la première fois en 1975 dans un livre co-écrit avec Catherine Clément (La Jeune Née), Cixous dénonce une subor- dination de la femme dans la philosophie : « la philosophie se construit à partir de l’abaissement de la femme. Subordination du féminin à l’ordre mas- culin qui apparaît comme la condition du fonctionnement de la machine » (Cixous, 1975 : 118-119) et où la femme n’aurait pas de place14. La femme est un sous-groupe non situé dans l’ensemble du système symbolique qui l’ex- clut, mais en même temps elle en fait partie. Pour expliquer ce double mou- vement d’exclusion-intégration, Cixous reprend les analyses de Lévi-Strauss sur les modalités de répression – le mode anthropoémique et le mode an- thropophagique –, et utilise la figure de l’hystérique (incarnant une impossi- bilité, à savoir la bisexualité) pour montrer la modalité anthropoémique qui opère à travers l’enfermement : quasi enfermée, l’hystérique est entourée de médecins et d’une famille qu’elle fait éclater. Si elle est en crise « elle fait les frais d’un spectacle médical » (Ibidem : 20). Cette dimension répressive est en même temps le signe d’intégration dans le même système. En tant que la périphérie fait partie intégrante du système total, il n’y a pas d’indépendance symbolique. Les exclues sont « en quelque sorte la caution qui verrouille les systèmes symboliques » (Ibid) : s’il n’y a pas l’hystérique il n’y a pas donc de spectacle médical, c’est-à-dire l’expression d’un pouvoir qui dépend de ce sur quoi il s’exerce.

    C’est par une dialectique du maître et de l’esclave que Cixous va expli- quer ce rapport de dépendance et d’appropriation : il n’y a pas de maître sans esclave, « pas de Propriété sans exclusion » (Ibidem : 130). Le corps autre, le corps étrange, ne doit pas disparaitre, car la façon la plus convenable pour que sa force revienne au maître c’est qu’il soit dompté. L’une de manières de l’ap- propriation est l’exclusion des femmes dans une certaine économie de pensée finissant par produire une écriture répressive qui fait de la différence rien, c’est- à-dire un. Ainsi, pour Cixous, presque15 toute l’histoire de l’écriture est l’histoire

    MÉTAPHYSIQUE ET

    DÉSIR D’APPROPIATION


    37


  14. « Si je suis une femme, quelle est ma place ? Je me cherche à travers les siècles et je ne me vois nulle part » (Cixous, 1975: 138).

  15. « Si je suis une femme, quelle est ma place ? Je me cherche à travers les siècles et je ne me vois nulle part » (Cixous, 1975: 138).



de la tradition phallocentrique : « elle est même le phallocentrisme qui se regarde, qui jouit de lui- même et se félicite » (Cixous, 2010 : 44) en expulsant non sans violence tout ce qui n’appartient pas à son cadre. Suivant la trace de Derrida, Cixous constate qu’il existe une opération traversant le déploie- ment de la philosophie : la forclusion de la femme « qui se confond avec l’histoire comme manifesta- tion et représentation du pouvoir masculin » (Cixous, 1975 : 244). La femme serait en quelque sorte

« le refoulé qui assure au système son fonctionnement » (Ibidem : 123). Cet abaissement a permis l’érection d’un système de pensée qui a travaillé depuis toujours par oppositions duelles et hiérarchi- sés. Sur ce point, cependant, il y a une divergence entre les deux auteurs : si, pour Derrida, l’opposi- tion hiérarchisante fait partie du mouvement même de la différence, dont il sera toujours possible de lire des restances, à l’inverse, pour Cixous, la question semble osciller entre deux positions parfois incompatibles l’une avec l’autre : d’un côté, une pensée du renversement de la différence sexuelle dont le but serait le bouleversement de tout le système ; d’un autre côté, une pensée rêvant d’une sorte de différence sans conflit ni hiérarchie dépassant tous les vieux noms de la différence sexuelle.

Peut- être que le rêve de la résolution des conflits, d’une absence totale de violence, de la fin de l’économie de la violence, est un rêve de présence. Quoi qu’il en soit, pour aucun des deux auteur·e·s, le logocentrisme ne peut être compris indépendamment du phallocentrisme. Si Derrida a proposé de penser la philosophie à partir de la solidarité du phallocentrisme et du logocentrisme, Cixous poursuit cette proposition en analysant quelque chose de formulé par Derrida dans certains

38 de ses textes, sans pour autant y approfondir, à savoir : le « désir de présence ». Comme le dit Der- rida dans un entretien avec Marie-Louise Mallet : « j’ai toujours essayé dans mon enseignement, et même dans des écrits d’allure plus théorique, voire académique, de rendre aussi lisibles et néces- saires que possibles les questions de l’inscription ou de la signature du corps, de la vie, du désir dans le discours philosophique » (Derrida, 2004 : 223). Dans De la grammatologie, la question du désir de présence ou de parole vive apparaît comme le fonctionnement même du logocentrisme : « Nous avons identifié le logocentrisme et la métaphysique de la présence comme le désir exigeant, puis- sant, systématique et irrépressible » [je souligne] (Derrida, 1967 : 71) d’un signifié transcendantal, plus précisément, de la proximité absolue entre la voix et le signifié, entre la voix et le sens (pensé ou vécu) du signifié. Le concept classique d’écriture, que De la grammatologie pense à travers une archi-écriture, s’est imposé historiquement « par le désir d’une parole chassant son autre et son double et travaillant à réduire sa différence » (Ibidem : 83), c’est-à-dire à réduire l’écriture qui l’en- tame et la menace dès son commencement (Idem). Cependant, dans la mesure où il est produit par le mouvement de la différence, ce désir de présence est toujours destiné à l’inassouvissement :

« La différance produit ce qu’elle interdit, rend possible cela même qu’elle rend impossible » (Ibi- dem : 206).

Concernant la question du désir de présence à partir duquel la métaphysique devient pen- sable, il est possible d’affirmer, suivant Cixous, que si un tel désir est masculin, alors une telle mé- taphysique devra être pensée aussi en tenant compte d’une certaine différence sexuelle. Lorsque Kofman lit une virilité essentielle dans la métaphysique, elle propose également de comprendre le logocentrisme sans se passer du phallogocentrisme : « Complicité du logophonocentrisme et du phallocentrisme : la voix de la vérité est celle de la loi, de Dieu, du père. Virilité essentielle du logos métaphysique. L’écriture, forme de disruption de la présence, comme la femme, est toujours abais- sée, ravalée au dernier rang. Comme les organes génitaux féminins, elle inquiète, méduse, pétrifie



» (Kofman, 1984 : 125-126). Tout cela a des conséquences sur la manière de lire la philosophie. À cet égard, Derrida remettra en cause le caractère apparemment asexué et neutre de la philosophie, en mettant en avant la question de la figure masculine. Dans le documentaire qu’ont fait sur lui Kirby Dick et Amy Ziering Kofman (2002), on demande à Derrida quel philosophe il aurait souhaité pour mère. Sa réponse est très intéressante, peut-être même décisive. C’est, dit-il, une bonne question, car un philosophe ne pourrait justement pas être sa mère :


Et ça c’est très important. Ça veut dire beaucoup des choses. Ça veut dire que la figure du philosophe pour moi – et c’est pourquoi aussi je déconstruis la philosophie – la figure du philosophe est une figure masculine. C’est ça mon problème. Toute la déconstruction du phallogocentrisme c’est la déconstruction de ce qu’on appelle la philosophie en tant qu’elle a été liée depuis toujours à une figure masculine et paternelle. Donc le philosophe est un père, pas une mère (Idem).


Cixous approfondit le rapport entre la philosophie et son caractère masculin lors- qu’elle observe que « l’abaissement de la femme » n’est pas anecdotique, mais bien néces- saire pour le fonctionnement de la philosophie. Elle explique la signification du fait qu’en philosophie les femmes ont presque toujours été écrites au masculin sous une économie

dont la loi est celle de l’appropriation. L’une des expressions de cette loi d’appropriation 39

est la mise en place d’une écriture répressive faisant de la différence rien, c’est-à-dire un. Si Derrida dévoile la sexualité cachée de tout texte en soulignant l’imposition de la signature masculine qui s’imprime sans être montrée grâce à l’opération de neutralisation, Cixous, pour sa part, décrit le fonctionnement d’une telle signature, en fournissant une explication des éléments qui permettent de nommer « masculine » l’écriture qui l’accompagne.

Ce qu’elle appelle, en expliquant le système textuel que nous habitons, « l’Empire du propre

», renvoie à une « économie appropriante ». Celle-ci hiérarchise les échanges à partir de la marque sexuelle. L’Empire du propre déclenche, selon Cixous, toutes les oppositions, celles du propre et du sale, du dedans et du dehors, du masculin du féminin, etc. Ainsi l’histoire ne serait pas séparable de l’économie comprise comme un certain type d’épargne : « Rapport de l’homme à l’être homme, à sa conservation » (Cixous, 1975 : 146). L’opération d’appropriation est ainsi cruciale lorsqu’il s’agit de lire le fonctionnement du phallogocentrisme. La valorisation du propre organise toute la hiérarchi- sation faisant partie de cette économie : « Tout se passe là comme si, en un éclair l’homme et l’être étaient propriés l’un à l’autre » (Idem). Dans ce rapport de l’homme avec l’être-homme, la femme apparaît comme la possibilité menaçante du non-propre. C’est là que le désir s’inscrit « comme désir de se réapproprier ce qui semble pouvoir lui échapper » (Ibidem : 146-147). Le désir d’appropriation semble être le résultat du non-propre : puisqu’il y a du non-propre, il y a donc désir d’appropriation. Un aspect important à prendre en compte dans la réflexion sur la question du désir, no- tamment du désir masculin tel qu’il est pensé par Cixous, est la peur. Le désir d’appropriation n’existerait pas sans une certaine peur. Il est intéressant de noter qu’au début des années 70 Der- rida mettait déjà en rapport le désir et la peur. Dans Glas, il écrit, à propos des colonnes divisant le texte : « Pourquoi faire passer un couteau entre deux textes ? Pourquoi, du moins, écrire deux textes à la fois ? Quelle scène joue-t-on ? Que désire-t-on ? Autrement dit, de quoi a-t-on peur ? »



[je souligne] (Derrida, 1974 : 76). Dans cette formulation la question du désir est un autre nom pour la question de la peur. Il est pertinent de se demander pourquoi, pour décrire la division d’un texte en deux colonnes (Glas), Derrida fait allusion à la figure d’un couteau qui déchire la page, là où il s’agit de penser le désir inscrit dans un tel geste scriptural et la peur qui va avec. C’est comme si la peur ne pouvait pas être pensée sans une certaine violence ou agression. Pour Cixous, il y aurait un certain type de force qui ne serait rien d’autre que « l’autre face de la peur, et qui ne produit, pour se rassurer, que faits de mort, agression » (Cixous, 1975 : 215). Force qui attaque parce qu’on a peur, force qui attaque pour se garder.

Pour revenir au rapport entre le désir masculin et la peur, je renvoie aux réflexions de Cixous sur la propriété, car c’est là que se trouve le cœur du sujet : « L’Empire du Propre s’érige à partir d’une peur qui est en effet typiquement masculine : peur de l’expropriation » (Ibidem : 147) à laquelle l’auteure va réfléchir en se tournant vers la psychanalyse, plus précisément, vers ce qui concerne la menace de castration. Puisque la masculinité s’érige à partir de la menace de la perte, et par conséquent, à partir de la peur, elle doit faire éprouver sans cesse sa loi, sa force et sa maî- trise. Tout cela explique que le rapport du masculin au propre « est plus étroit et plus rigoureux que celui de la féminité » (Ibidem : 160) : la féminité ne se structure pas à partir de la menace de la castration. À partir de là, Cixous détermine que l’économie (toujours aussi politique) du féminin et du masculin s’organise à partir de contraintes différentes, dont la socialisation produit « des signes,

40 des rapports de force, des rapports de production et de reproduction, tout un immense système d’inscription culturelle lisible comme masculin ou féminin » (Ibidem : 148).

Si le mouvement de relève phallogocentrique ancré dans le « dogme de la castration » re- produit ainsi des vieux schémas (Ibidem : 125), alors la philosophie est, au moins en partie, l’expres- sion théorique, mais aveugle, d’une telle peur et d’un tel désir. Il y a ainsi un aveuglement structurel au texte. C’est peut-être pour cette raison que, selon Derrida, tout texte cache au premier regard la loi de sa composition et les règles de son jeu, et que la dissimulation de la texture peut « mettre de siècles à défaire sa toile » (Derrida, 1968 : 71), ce qui n’implique pas, en tout cas, que la loi et la règle d’un texte se livreront un jour à la perception. La toile enveloppe la toile, et la seule chance d’entrer dans le jeu du texte est de toujours ajouter un nouveau fil. Un tissu est défait, un autre est tissé. C’est pourquoi la maîtrise totale du jeu textuel et de ses règles n’est pas envisageable. Tout texte ayant toujours plusieurs âges, Kofman affirme que la conception derridienne du texte ne permet pas d’en faire une généalogie simple d’un texte : « un texte n’a pas un seul père, une seule racine, il est un système de racines : ce qui efface à la fois la notion de système et celle de racine : ‘L’apparte- nance historique d’un texte n’est jamais en droite ligne’ » (Kofman, 1984 : 50). C’est pourquoi il n’est pas envisageable d’attribuer à un texte une seule histoire : le texte reste ouvert. Comme Derrida l’écrit au tout début de « La pharmacie de Platon », « [un] texte reste d’ailleurs toujours impercep- tible » (Derrida, 1968 : 71). La lecture est donc interminable.

Dans l’économie phallocentrique décrite par Cixous, l’altérité n’a jamais sa place. En lisant He- gel, Cixous écrit que, étant donné que tout repose sur la distinction du propre et du non-propre, le mouvement de l’histoire comme mouvement d’appropriation n’a jamais toléré l’altérité : « l’autre n’est là que pour être réapproprié, repris, détruit en tant qu’autre » (Cixous, 1975 : 130). Puisque le propre est le mien, et de ce fait le bien, alors tout ce qui menace « mon-bien » est l’autre. C’est pourquoi « l’autre » a été toujours réapproprié. Si l’autre est autre, « il est ailleurs, dehors : autre absolument »



(Ibidem : 129), donc tout effort pour le mettre dans un système dialectisable, implique son annula- tion en tant qu’autre. De cette manière, ce qu’on appelle « autre » est une altérité qui entre dans le cercle dialectique dans un rapport hiérarchisé « où c’est le même qui règne, nomme, définit, attribue, ‘son’ autre » (Idem). L’autre n’est que l’autre du même. Concernant la différence sexuelle comme op- position des sexes, la lutte sera une lutte à mort : « L’opposition, l’échange hiérarchisant, la lutte pour la maîtrise qui ne se termine que par au moins une mort » (Ibidem : 68). C’est pourquoi Cixous se sert à plusieurs reprises de la notion de guerre pour décrire le fonctionnement de la dialectique phal- locentrique. La dialectique du maître et de l’esclave prend ainsi une forme genrée à partir laquelle on peut lire la violence déployée dans cette lutte selon un partage sexuel déterminé comme oppo- sition. D’après Cixous, l’opposition trouve son explication dans le partage du propre et de l’impropre, qui inscrit toutes les divisions binaires et hiérarchisées : « Et je sais déjà tout de la ‘réalité’ qui était la marche de l’Histoire : tout repose, à travers les siècles, sur la distinction entre le Propre, le mien, et ce qui le limite » (Ibidem : 129), où le Propre aurait justement le nom du masculin. L’Autre qui va créer le système dialectique, cet autre digéré et relevé dans le « Même » est également compris par Cixous à partir du processus de racialisation. La machine phallogocentrique est aussi une machine raciste et de guerre dont les oppositions font tourner l’économie et la pensée.

En guise de conclusion, il est intéressant de noter que Derrida s’est particulièrement in- téressé à la question du phallogocentrisme dans les années 1970, marquées par un important

mouvement politique féministe en France dont l’un des effets a été la production de revues et de 41

maisons d’édition qui ont donné une place à la publication de textes écrits par des auteures. Une de ces auteures, sur laquelle je me suis attardée, est Cixous. Cela, je l’ai fait non seulement parce qu’elle développe une forte amitié avec Derrida, qui s’est traduite par un travail intellectuel parta- gé, mais aussi parce qu’il m’a semblé que certains de ses textes poussaient plus loin les réflexions derridiennes sur le phallogocentrisme dans les textes philosophiques. Afin de proposer une lec- ture de la différence sexuelle du point de vue de la déconstruction, j’ai essayé de complexifier la lecture plus « lisse » ou « canonique » de la déconstruction, en mettant l’accent sur la dimension conflictuelle de la différence (ou du texte général) et son double mouvement. Au lieu de me placer d’emblée dans un « au-delà » de l’opposition (et, par conséquence, confirmer le champ de forces, en déniant la hiérarchie), il s’agissait plutôt de traverser une telle opposition, sans la neutraliser, afin d’inscrire un déplacement général de la totalité du système binaire.

Si l’on trouve dans les textes derridiens diverses élucubrations sur l’irréductibilité de la vio- lence, il serait intéressant d’élaborer une réflexion sur l’économie de la violence à partir de l’inscrip- tion de la marque sexuelle dans la notion même de différence. En d’autres termes, suivant la lec- ture proposée tout au long de cet article, penser le caractère androcentrique de la métaphysique à partir de ses mécanismes de hiérarchisation et de sa déconstruction. Cela nous permettrait de considérer que la déconstruction du partage sexuel phallogocentrique, qui, comme nous l’avons vu, passe par un renversement de l’opposition, ne serait pas non plus exempte de violence. Le mouvement d’inversion et de déplacement général du système correspond-il à un choix de la moindre violence dans cette économie de la violence ? La position qui croit pouvoir contourner toutes les opposition et se placer au-delà des hiérarchies et des violences n’est-elle pas l’une des pires violences, en ce qu’elle laisse intact le champ des forces en le neutralisant ? C’est contre cette violence que se dressent la déconstruction derridienne ainsi que les réflexions de Cixous.


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image

03

“WHAT BINDS YOU

TOGETHER AS WOMEN?”: SEX EDUCATION’S SEXUAL ASSAULT STORYLINE AS A #METOO NARRATIVE*

“¿Qué tenéis todas en común?”: Agresión sexual en Sex Education como relato del movimiento #MeToo*


* I would like to acknowledge the assistance and guidance provided by Dr. Beatriz Oria Gómez throughout the writing process of this article. Her insightful feedback and constructive criticism greatly contributed to the improvement and clarity of my work.


BELÉN SALINAS TORRES


Universidad de Zaragoza


Fecha de recepción: 24 de marzo de 2024 Fecha de aceptación: 14 de julio de 2024


ABSTRACT

This article explores the didactic potential of the sexual assault storyline found in the second sea- son of Sex Education (Netflix, 2019-2023). Specifically, it examines how this narrative facilitates the recogni- tion of such traumatic experiences and portrays an ideal response of sorority through a liberal feminist

lens, echoing the #MeToo movement within the con- 45

text of fourth-wave feminism. To this end, the essay analyses the evolution of cinematic representations of sexual violence over time, focusing on its current depiction after the ignition of the #MeToo move- ment. Subsequently, an analysis of the five-episode storyline explores the trajectory of trauma, from its actual perpetration until the point when the victim/ survivor begins her healing journey, emphasising the long-time impact of the aggression and its psycho- logical consequences. The essay ultimately concludes that this process demands the victim to redefine her identity, representing an empowerment quest to- wards a more educated, self-aware, and multi-faceted version of herself.


Keywords

#MeToo; Restorative justice; Sex Education; Sexual As- sault; Sorority


RESUMEN

El presente artículo explora el potencial didáctico de la línea argumental de agresión sexual perteneciente


SalinaS TorreS, Belén (2024). «“What binds you together as women?”:

Sex Education’s sexual assault storyline as a #MeToo narrative». Filanderas. Revista Interdisciplinar de Estudios Feministas (9), 45-65.



a la segunda temporada de Sex Education (Netflix, 2019-2023). Específicamente, examina cómo dicha narrativa facilita el reconocimiento de tales experiencias traumáticas y retrata una respuesta ideal de sororidad a través de una perspec- tiva feminista liberal, haciéndose eco del movimiento #MeToo en el contexto del feminismo de la cuarta ola. Con este fin, el ensayo analiza la evolución de las representaciones cinematográficas de la violencia sexual a lo largo del tiempo, centrándose en su representación actual después del inicio del movimiento #MeToo. Posteriormente, mediante el análisis de los cinco episodios que con- figuran la trama, el texto navega a través de la trayectoria del trauma, desde la perpetración del abuso hasta el momento en el que la víctima/supervivien- te comienza su proceso de curación, enfatizando el efecto a largo plazo de la agresión y sus correspondientes consecuencias psicológicas. Finalmente, se demuestra cómo el proceso exige a la víctima la re-definición de su identidad, en una búsqueda de empoderamiento hacia una versión más instruida, sensi- bilizada y polifacética de sí misma.


Palabras clave

#MeToo; Justicia restaurativa; Sex Education; Agresión sexual; Sororidad

46


In an Anglo-American context, current feminism is understood and materialised through “visible and accessible” popular media texts, which emphasize “visibility over action”, raising concerns about how it becomes a “mainstream story” (Boyle, 2019: 2). SVOD systems like Netflix, targeting multinational subscribers over a national “mass audience”, are able to pro- duce content addressing different “tastes and sensibilities” that are not often approached in prevailing television (Lotz, 2021: 207). Sex Education (Netflix, 2019 - 2023) comprises an outstanding illustration of the above, as by means of teen-genre tropes, aims to fill a gap found in formal educative frame- works regarding contemporary teenagers’ understanding of sexuality and its practice (Dudek et al., 2022: 11). Over four seasons, the series has explored different aspects of sexuality, including a “smorgasbord of sexualities” (gay, lesbian, bisexuality, and asexuality), practices not limited to traditional sexual intercourse (fingering, anal sex, oral sex, masturbation, or BDSM) and other issues including STD’s, erectile dysfunction, vaginismus, abortion, porn, and, of most interest for this essay, sexual assault (Horeck, 2020).

As Horeck (2021) also notes, the previously mentioned aspects are explored through a comedic -yet didactic- tone, by means of “well-estab- lished character arcs and storylines developed across seasons”. The starting point sets inexperienced sex-expert Otis (Asa Butterfield) and independent punk-feminist Maeve (Emma Mackey) aiming to provide sexual knowledge


INTRODUCTION



to their high-school colleagues whilst dealing with their own personal di- lemmas. Over the course of the episodes, all the characters’ emotional im- maturity is evidenced. However, the series intends to convey their different experiences of growth and development thanks to the education they re- ceive throughout the seasons. While all the characters’ arcs are relevant and demonstrate the significance of the series, it can be said that the one de- picted by Aimee (Aimee Lou Wood), Maeve’s best friend, is one of the most emotional and striking. Despite being an apparently naive blonde girl who embodies the ideals of class and heteronormativity, she will become a vic- tim of sexual assault, which will force her to redefine her identity through an empowerment quest. During 5 episodes in season 2, Sex Education explores the way she copes with the aftermath of the assault, which, at first, she is even reluctant to name as such (Horeck, 2021). Social realism plays a key role in the didacticism of the storyline, as by addressing Aimee’s non-linear process of trauma, as well as her friends’ response to it, an impressive repre- sentation -and validation- of victimhood is delivered, enhanced by hints of liberal feminism. It is also relevant to highlight the paratextuality in which the audiovisual product was released, during the worldwide outrage around Harvey Weinstein’s scandal that led to the #MeToo movement.

The objective of this essay is to explore the didactic potential inherent in Aimee’s sexual assault storyline from the second season of Sex Education. Specifically, it will seek to analyse the ways in which it may facilitate the rec- ognition and processing of such traumatic experiences, as well as modelling the exemplary response of sorority through an educated, liberal feminist per- spective, echoing today’s #MeToo Era. The essay starts with a brief contextu- alization of the depiction of sexual violence on screen throughout the years, emphasising the contrast between representation of sexual abuse before and after the #MeToo movement. Subsequently, theoretical underpinnings situate #MeToo within the context of fourth-wave feminism, drawing on trauma and restorative justice theories. This is followed by a textual analysis of Aimee’s narrative, divided into three sections. The first one addresses the actual assault (episode 3), the second section focuses on the evolution of Aimee’s trauma over time (episodes 3, 4, 5, 6 and 7), and the last one is de- voted to the -beginning of the- resolution facilitated by her feminist support network (episode 7).


The ongoing cinematic depictions of sexual harassment, abuse, and rape, either as a central or overlooked theme, evidence the structural problem in which any form of sexual violation can be “celebrated or trivialised cultur- ally and socially” (Boyle, 2019: 75). Therefore, despite the specific paratextual


47


THEORETICAL FRAMEWORK

Narratives of sexual violence


context surrounding each audiovisual text, the cultural normalisation of sexual misconduct may also be analysed from a current feminist perspective.

According to Rentschler, feminists from the mid-1970s coined the term “rape culture” to hint at “the cultural practices that reproduce and justify the perpetration of violence” (2014: 67). Mainstream media’s portrayal of such practices varies widely, ranging from overtly parodic misog- ynistic gags to explicit depictions of rape, underscoring the complexity of the analysed issue. While Projansky (2014: 3) acknowledges it as a “timeless (...) key aspect of storytelling throughout Western history”, it is crucial to examine how the portrayal of sexual violence has evolved over time, in terms of frequency and modes of representation (:26), and in response to the prevailing socio-cultural context. Nevertheless, it is worth noting that all the narratives coincide in their aim of structuring women’s position and agency regarding “complex phenomena such as gender, race, class, and nation” (Projansky, 2001: 7).

Until the 70s, the antithesis between vulnerability and independence constituted the par- adigm on which most narratives were built. As Projansky (2001: 32) also asserts, during the first decade of the 20th century, sexual violence was presumed to “discipline independent women” who were “active or visible in public [spaces]”, like the street (Pull Down the Curtains, Suzie, 1904) or a train (What Happened in the Tunnel, 1903). Similarly, examples from the 1910s and early 1920s, such as The Cheat (1915), The Ruse (1915), or The Sunset Princess (1918), convey how “independent

48 expressions of sexuality” or the desire of “working for a wage” may be repressed through explicit (or attempted) rape (Projansky, 2001: 32-33). However, in the 1930s, with the introduction of the Production Code, themes of sexual violence became less prevalent. The Code maintained that rep- resentations of rape and seduction “should never be more than suggested, and even then, never shown by explicit method”, as such subjects were deemed inappropriate (Production Code, 1930). In this way, screwball comedies from the 1930s and 1940s reconceptualize the “ideal love relation- ship between men and women” while addressing a courtship sexual tension and confrontation (Lent, 2013: 314-315). Thus, as explained by Vasey (1995: 81), an “elision, or effacement of sensitive subjects” regarding the portrayal of sexual violence was then found (We’re Not Dressing, 1934; It Happened One Night, 1934; Bringing Up Baby, 1938; His Girl Friday, 1940; The Lady Eve, 1941). The issue of sexual violence as punishment for women’s independence was recovered in the subse- quent decades, as their desire to leave their marriages (Jubal, 1956) and their “psychological afflic- tions” -including “excessive sexual behaviour” (Anatomy of a Murder, 1959) or “delusion” (A Streetcar Named Desire, 1951)- led them to encounter rape or other forms of sexual abuse (Projansky, 2001: 35). By losing their independence to sexual violence and becoming vulnerable, family and hetero- sexual romance represented women’s salvation.

The Women’s Liberation Movement in the late 1960s helped in the establishment of feminist discourse within the abusive portrayals. According to Fitria et al., previous cinematographic repre- sentations had “failed to explore the impact on victims, but instead utilised violence to dramatise the film”, desensitising the audience to the severity of sexual violence (2023: 57). However, from acknowledging sexual violence as a social problem which needed law reform, to directly con- fronting feminist arguments (Projansky, 2001: 11, 54), films in the late 1970s and 1980s constituted a turning point concerning the portrayal of rape culture. As argued by Serisier, the seriousness of sexual violence as a “gendered crime and a particularly traumatic experience” had been accepted



as common sense (2018: 5). Yet, while aiming to educate the audience re- garding rape myths from a feminist perspective, some films, like Sophie’s Choice (1982) and The Accused (1988), still contributed to the prevalence of violence against women in media culture (Projansky, 2001: 96). As explained by Cuklanz and Moorti, the scenes sometimes depict such “graphic detail that sometimes objectifies the victim while emphasizing her lack of consent” (2006: 307).

Through the 1990s, the presence of sexual violence also provided “a social narrative through which articulate anxieties”, developing a problem- atic view of a “post-rape” independent woman forced to overcome the situ- ation to protect “herself and her family” (Projansky, 2001: 11, 97, 99), as seen in Trial by Jury (1994) and Rob Roy (1995). These representations tend to focus on “victim accountability rather than the behaviour of the assailant” (Pollino, 2023: 1997) and neglect to explore the impact of sexual crimes on women (Fitria et al., 2023: 57).

In response to such a broadly problematic and destructive atmo- sphere towards women, a new cinematic movement started to emerge. By switching the focalization to the survivor of sexual abuse and focusing on the roots of restorative justice and the need for accountability of the offenders, a new approach to the depiction of sexual misconduct is slowly but surely being introduced, synchronous to the rise of the #MeToo movement within the Fourth Wave of Feminism.


According to Cochrane (2013), the fourth wave of feminism is char- acterised by its use of technology as a platform to allow women to “build a strong, popular reactive movement online”. This is further reinforced by the “rapid, multivocal response to particular forms of sexual violence” (Parry et al., 2018: 7) through social media, which has become the “defining fea- ture of the new wave” (Zimmerman, 2017: 56). This globalized approach to feminism and power relations revitalised Crenshaw’s foundational con- cept of intersectionality, recognising that “oppression cannot be reduced to one fundamental type” (Hill Collins, 2000: 18). The intersection of racism and sexism creates unique, individualised experiences, where “experiences of racism are shaped by (…) gender, and experiences of sexism are often shaped by (…) race” (Crenshaw, 1992: 1468). It is within this framework of intersectionality that hashtag feminism movements like #MeToo should be critically examined.

The phrase was originally coined by Tarana Burke in 2006 “to eradicate sexual abuse against black girls” (Olson, 2022: 186) and, as Corrigan explains, the hashtag was “hijacked and whitewashed” by celebrities, who erased the existence of male victims, disregarded bidirectional violence, sexual violence


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#MeToo movement and #MeToo film narratives


against LGTBQ+ people and especially violence against “trans women of colour” (2019: 264). Typ- ically, only “white, middle-class, heterosexual women who exhibit the hallmarks of good victim- hood” have had access to platforms “to share their personal experiences in the public sphere” (Lo- ney-Howes, 2019: 30). On the other hand, campaigns such as #YesAllWomen, #BringBackOurGirls, and #SolidarityIsForWhiteWomen have helped to raise awareness against the excessive emphasis on “cisgender women’s experience of harassment and assault” (Cobb and Horeck, 2018: 490).

#MeToo started trending on October 15 after U.S. actress Alyssa Milano tweeted “If you’ve been sexually harassed or assaulted write ‘me too’ as a reply to this tweet”, and within 24 hours, more than half a million people gave a response (Wexler et al., 2019: 92). Milano’s tweet was pub- lished in relation to movie mogul Harvey Weinstein’s allegations of a decades-long sexual scandal involving more than 80 different women, divulged by The New York Times and The New Yorker in the same month (Kantor and Twohey, 2017). According to Rhode (2019: 396) and Wiegman (2019: 2), the outrageousness of the crimes was enhanced by a “constellation of factors”, including “the pervasiveness of abuse and the strategies that enabled it”, as his unacceptable behaviour was an open secret in the Hollywood industry. For instance, actress Rose McGowan claims that when she told actor Ben Affleck about an incident with Weinstein, his response was, “God damn it, I told him to stop doing this”. Similarly, Quentin Tarantino, a “long-time collaborator of Weintein’s” admitted “I knew enough to have done something about it” (Luo and Zhang, 2021: 7; Kantor, 2017).

50 Milano’s initial aim was to “give people a sense of the magnitude of the problem” (Mila- no, 2017), that is “discursive activism”, with the goal of broadening the understanding of sexual harassment and assault and expanding the recognition of its victims (Boyle, 2019: 3), a “mass reckoning with sexual harassment” (Cobb and Horeck, 2018: 490). The movement “illustrated that the work of second-wave feminists to make the personal political was far from complete” (Lo- ney-Howes, 2019: 29), as the scope of industries in which “patterns of wrongdoing” were found was unimaginable, evidencing the normalization of certain conducts of abuse in the workplace (Wexler et al., 2019: 92). According to socio-cultural theory of sexual harassment, this is linked to the sexist ideology of male dominance, which acknowledges women as the inferior sex, yet it “serves to maintain the already existing gender stratification” (Pina et al., 2009: 131). In fact, Rhode claims that #MeToo is “the outgrowth of long-standing inadequacies in the way (...) legal institutions responded or failed to respond” (2019: 380). The movement is based on solidarity among women (Wiegman, 2019: 10), who individually declare, and collectively validate the sur- vivors’ experiences, “effectively challenging (...) the power structures” (Loney-Howes, 2019: 29) and showing the harsh “daily reality in women’s lives” (Cossman, 2021: 98). According to Benight and Bandura (2004: 1130), trauma recovery coping responses affect “intrapersonal, interpersonal, and occupational functioning”, depending on both “individual-level and situational factors” (Campbell et al., 2009: 231). The posttraumatic reactions may include ruminative thoughts, anxiety increase, avoidant behaviour, detachment from others, and disengagement from fulfilling aspects of life (Benight and Bandura, 2004: 1130). However, it is inevitable to highlight the relationship between these declarations “with neoliberal and neoconservative principles” (Rivers, 2017: 24) as, apart from social recognition, they seek access to justice and support for the victims and the legal accountability of the offenders. This is in line with theories of restorative justice, establishing the acknowledgement of the perpetration as one of the key elements of the healing process, which



also entails the creation of empathy connections among survivors, external recognition by the community, and “discussions of accountability, transpar- ency and vulnerability” (Wexler et al., 2019: 51, 65).

As Deborah Rhode explains in her publication regarding a database by Termin and Company, in less than two years, more than 1,200 distinguished figures were publicly accused of “sexual harassment, assault, and other relat- ed workplace misconduct”, including Kevin Spacey, Jeffrey Tambor, Charlie Rose, or Matt Lauer, to name a few (2019: 395). As previously stated, it has become evident that the issue has transcended social media, as the rising awareness and the established social climate are being reflected in current audiovisual production. Films such as She Said (2022) or Bombshell (2019) de- pict real-life investigations into the allegations of sexual misconduct against Harvey Weinstein and Roger Ailes, respectively. While both films are of great importance in the ongoing conversation about the accountability of the perpetrators, the actions take place in different institutions of Hollywood and media, which may seem implausible and distant for some audiences. On the other hand, The Assistant (2019) offers a unique perspective through the eyes of a young employee who becomes aware of the potential abuse of power by her weinstein-esque boss.

The figure of the abusive chief is also found in Tár (2022), but with the twist that the abuser is a lesbian woman, offering a different angle on the issue. Films like Promising Young Woman (2020) or Women Talking (2022) deal with the process of navigating through trauma and healing after a sexual ag- gression (either a loved one’s or their own). This approach is further explored in How to Have Sex (2023), which uncomfortably examines the ethics of con- sent within a coming-of-age narrative. Mon Crime (2023), however, addresses the subject from a comic perspective while still managing to deliver social commentary. Additionally, notable Netflix productions such as Orange is the New Black (2013-2019), House of Cards (2013-2018), Jessica Jones (2015-2019), and 13 Reasons Why (2017-2020) also tackle different handlings of victim- hood. Therefore, it is possible to note that the increasing presence of #MeToo on screen is playing an essential role in the consolidation of the moment and the transmission of its core principles.


To contextualise Sex Education’s sexual assault storyline as a leading and exemplary #MeToo narrative, the essay provides a systematic overview of the evolution of cinematic depictions of sexual violence through the years in response to shifting socio-cultural and political contexts. This approach situates the series within the broader genre of sexual violence narratives, identifying it as a subversive contemporary subgenre. Building on this foun-


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METHODOLOGICAL FRAMEWORK,

HYPOTHESIS,

AND OBJECTIVES


dation, the analysis adopts a macro framework to trace the roots of the #Me- Too movement within the fourth wave of feminism, drawing on theories of trauma and restorative justice to establish the specific guidelines for further exploration. Using textual analysis as the primary methodology, the essay subsequently examines the diverse aesthetic and narrative strategies that consolidate the series as a prominent example of a #MeToo narrative.

In this way, the essay hypothesises that Aimee’s sexual assault storyline in Sex Education’s second season provides the audience with inherent didac- tic potential, facilitating the recognition and processing of such traumatic experiences while modelling an exemplary response of sorority through an educated, liberal feminist perspective that resonates with the contemporary #MeToo movement. To support this claim, one of the main objectives is to demonstrate that the storyline develops logically in alignment with the pre- viously discussed trauma theory. Additionally, the essay also aims to analyse how these theories are conveyed in the series, drawing connections be- tween the theoretical underpinnings and the textual analysis. This includes addressing the most relevant visual, auditory, and narrative strategies that facilitate the recognition of the processes through which the protagonist

52 reclaims her agency, in line with the socio-cultural and political context of the fourth wave of feminism. Finally, it will explore the significance of the cultural representation in shaping public discourse around sexual violence, contributing to a deeper understanding of trauma and recovery.


Aimee’s empowerment quest is explored throughout Sex Education’s all three seasons, as the character is forced to undergo a painful process of self-recognition and maturity. In season one, her naiveté, insecurity and peo- ple-pleasing personality are made evident by her extreme display of sweet- ness and kindness, which result in her popular friends taking advantage of her. However, the beginning of her relationship with Steve (Chris Jenks), as well as her friendship with Maeve, help her start standing up for herself. Nevertheless, her sexual assault storyline from season two marks the decon- struction of her socially framed identity, creating an imposed, authentic, and subversive coming-of-age arc that runs parallel to her construction of a new identity as a survivor of sexual violence. By means of the use of social realism and a liberal feminist approach, the series conveys the long-term psycholog- ical impact of Aimee’s traumatic experience, which will lead to her process of self-awareness as a multi-faceted, strong and empowered young woman who keeps developing in season three. The use of the storyline as a unit of analysis, rather than a scene or episode, helps in the understanding and framing of the issue (Aurah, 2021: 53). Therefore, despite the importance of


DISCUSSION - AIMEE’S EMPOWERMENT QUEST



each of the seasons in Aimee’s growth, the following sections will critically examine the most compelling scenes in relation to the depiction of sexual assault and trauma found in Aimee’s storyline in the second season of Sex Education.



As Famurewa (2020) explains in her interview with the series creator Laurie Nunn, there is a clear dramatical and -as per its name- educational purpose in the show’s graphic content. This is in line with Sex Education’s goal of attaining social realism through the application of social cognitive theory, portraying the existing consequences of certain styles of conduct (Aruah, 2021: 52). This section will discuss the focus on the depiction of the actual assault on Aimee and her initial reaction, as shown in the third episode.

A cheerful and positive track (Captain Sensible’s “Happy Talk”) acts as the opening for the storyline, conveying Aimee’s naive and sweet personali- ty, completely unaware of what is about to happen in her routine bus ride to school. As the bus is really crowded, she has to stand among many people, holding the pink bunny cake she has baked for Maeve’s birthday. However, after some time, a close-up of her face reveals to the audience that there is something wrong with the man right behind her. The music suddenly fades and, by means of a point-of-view shot, it is shown that the man was actually masturbating on her. Even though Aimee manifests it out loud (“He’s wank- ing on me!” S2:E3 03:35), nobody on the bus tries to help her. The change in the music, along with the unstable handheld camera close-ups, convey the distress and feeling of suffocation Aimee is experiencing inside the bus, which, from that moment, will constitute a triggering atmosphere for her. When she manages to get out of the vehicle, she realizes that the man had ejaculated on her jeans. This is evidently aimed at compelling viewers to re- flect on their engagement with the power dynamics portrayed.

Perpetuation: “I got jizz on my jeans”


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Figure 1: Aimee standing next to her abuser on the crowded bus.



While the rest of the passengers fail to validate the aggression, Maeve acts as the viewers’ voice by condemning the offence and asserting, for the first time, that Aimee had been assaulted. However, when Maeve suggests reporting the incident to the police, Aimee downplays its rele- vance, justifying the man’s actions (“I think he was just lonely, or not right in the head or something, which is weird ‘cause he was quite handsome” S2:E3 11:18). As Stępień and Mhórdha (2023: 47) address, her early dismissal of what happened is an obvious consequence of the absence of dis- cussion regarding sexual violence -both at home and in school-, as well as her “socially constructed femininity that defers to male sexuality”, that has taught her not to “take up space”, accommodat- ing to everyone else’s needs but hers (Aimee Lou Wood in Still Watching Netflix, 2020: 11:45 - 12:12). This is also evidenced when, once Maeve convinces Aimee to go to the police station, she tells the police-officer that probably they were just wasting her time (S2:E3 16:16).

The use of humour, which is, according to Horeck (2020) “central to the show’s approach to sex education” can be considered “liberating” in a context that aims to take sexual assault seriously. In order to take the heat off the issue, a nervous Aimee compares the assault to someone sneezing on her, as “cum is kind of like a penis having a sneeze” (S2:E3 15:52). Also, the fact that Aimee seems more worried about her jeans (“Hope I get my jeans back [...] They’re the perfect bootleg” S2:E3 24:21) than about the way she feels after the aggression provides a comedic tone to the situation. However, as it will be discussed later, Aimee’s jeans convey the materialization of the assault and will play a

54 relevant role in her process of healing. Maeve, on the other hand, is so calm and assured through- out the whole situation (Horeck, 2020). When the interrogation commences and Aimee is forced to recall the traumatic incident, Maeve questions the necessity of certain queries ([To the police officer] “Are you saying she shouldn’t have smiled at him?” S2:E3 25:38). Furthermore, she convinces Aimee to proceed with the report in spite of the questions, invoking her empathy and sorority (“What if he does this to someone else? I know you can do this” S2:E3 25:58). All of the above cement Maeve as the perfect, utopian depiction of the educated liberal feminist challenging contemporary sexism. Her approach to Aimee’s assault relying on justice and the importance of reporting as soon as pos- sible undoubtedly contributes to the acknowledgement of the perpetration. Despite the harshness of the police station sequence, it is designed to function as a model of performing for the audience, manifested by the social cognitive theory leading the show (Aruah, 2021: 52).



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Figure 2: Aimee joking about her borrowed pants in the interrogation room.



Aimee’s initial response towards the sexual assault conveys realism, as she usually operates “in a plane of trust” (Aimee Lou Wood in Still Watch- ing Netflix, 2020: 08:20 – 08:59) and does not have the tools to cope with the abuse. Therefore, she tries to avoid the subject and get on with her day celebrating Maeve’s birthday. However, once she finds herself alone in her bedroom, she starts processing what has happened to her. The use of the storyline as a narrative device allows the depiction of the long-term impact that the assault had on Aimee, constructing a didactic reality for the audi- ence. This section will analyse the repercussions of the sexual assault on Ai- mee’s behaviour as briefly shown in episodes 3, 4, 5, 6, and 7 of the second season of Sex Education.

At the end of the third episode, when Aimee comes back home, she refuses to tell her mother what happened on the bus despite their apparent close relationship. Then, a revealing 36-second steady-cam-shot long take (S2:E3 39:59 - 40:35) follows Aimee after closing her bedroom door, when she finds herself alone for the first time in the day and is able to actually reflect on the assault. Regardless of the presumed simplicity of the shot, it is of great importance to understand Aimee’s individual process of trauma. The audience has a direct and explicit view of the victim’s facial expression, in- vading her most intimate space where she is allowed to reveal her absolute vulnerability. When she starts crying, the camera zooms in slightly, with the purpose of bringing the spectator closer to her, forcing a sense of empathy. This scene can therefore be considered a turning point for Aimee, as it marks the beginning of her identity deconstruction as a survivor of sexual violence.

In Aimee’s case, one of the most evident psychological consequences of the assault is that she sees her abuser in different situations of her every- day life (again on the bus, S2:E4 5:58; at a party, S2:E6 35:57; and in her own high school, S2:E7 7:23), when, in fact, he is not actually there and it is just her anxious mind making it up as a self-defense mechanism.


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Trauma: “I don’t like you touching me anymore”


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Figure 3: Aimee crying in her room, acknowledging the assault.


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Figures 4 and 5: Aimee’s vision of his abuser on the bus and in her high school.


She also rejects physical contact with her boyfriend Steve, as exemplified when she un- consciously slaps him while making out (S2:E5 24:50) or when she begs him to stop touching her (“Don’t touch me, Steve. I don’t think I like you touching me anymore” S2:E6 36:15). Although it can be considered as a minor or subtler adjustment, Aimee also slightly changes her way of dressing, as from episode 6 she starts wearing turtleneck jerseys and putting her hair up rath- er than wearing it down. Even though the assault occurred in episode 3, in the following two Aimee still wears her usual fashionable outfits, implying that the process of trauma is dynamic and changes over time. Nevertheless, the most explicit consequence is her avoidant behaviour towards taking the bus, which is the physical location where the assault took place. It consti-

56 tutes the most triggering atmosphere for her, as from the first day after the assault, she had not been able to get back on (S2:E3 43:14; S2:E4 5:49). The assailant’s wrongdoings have taken away Aimee’s freedom to use public transport while feeling safe and secure, forcing her to change her routine. As Butler et al. state, by losing her means of movement, she is made “static”, both physically and mentally, as “she cannot take her mind off the event” (2023: 26). It is also relevant to note that, by switching public transport by lengthy walks, her feeling of isolation is undoubt- edly enhanced, as can be perceived in the extreme long shots from episode 3 after not taking the bus for the first time (S2:E3 43:14). The different episodes facilitate reflecting the passage of time and the various transformations that Aimee, as a survivor of sexual violence, is compelled to undertake throughout her journey. Her character deconstruction is evident, mostly due to the manifestation of post-traumatic stress.


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Figures 6 and 7: Extreme long shots conveying Aimee’s isolation.



In spite of Maeve’s initial support, it is possible to state that Aimee goes through the development of her trauma alone. However, rather than improving over time, she feels worse and worse psychologically, leading to a cathartic sequence where a sphere of support and sorority among wom- en is established, materialising the core values of 2017’s #MeToo movement. While it cannot be considered that it completes her entire healing process, verbalising and validating her emotions, as well as finding actual encourage- ment, constitutes Aimee’s first step towards the self-recognition of her new identity as a survivor of sexual violence. This section will establish a connec- tion between the cathartic culmination of Aimee’s second-season storyline

-as shown in the seventh episode- and core sorority values rooted in the #MeToo movement.

As Horeck (2020) asserts, the outset of the episode -a nod to the prem- ise of John Hughes’ The Breakfast Club (1985)- can be understood as part of Sex Education’s “feminist subversion of the casual misogyny of earlier itera- tions of the teen-comedy drama”. Aimee and five other girls (Maeve, Ola [Pa- tricia Allison], Viv [Chinenye Ezeudu], Olivia [Simone Ashley], and Lily [Tanya Reynolds]) are accused of allegedly slut-shaming one of their teachers, who makes them prepare a presentation on what binds them together as women to enhance sorority among them (“One, or all of you, wanted to tear a fellow female down, now you can spend some time thinking about what you have in common instead” S2:E7 17:43). It may seem quite ironic, as all of them being of different “races, classes, sexualities, sizes, shapes, and backgrounds” (Horeck, 2021) apparently have nothing in common. In fact, before long they start fighting and insulting each other ([Ola to Maeve] “You pretend to be all radical and feminist when you’re just a girl who goes around stabbing other girls in the back.”“You’re a snake.” S2:E7 29:30). This hostile atmosphere over- whelms Aimee, who, triggered and exhausted, starts stroking her jeans, serv- ing as “an effective articulation of [her] embodied feelings” (Horeck, 2021), bringing to the surface the memories of her trauma. As it can be perceived by the audience, the tactile significance of the jeans results in Aimee burst- ing into tears. While the argument continues out of the shot, the external focalization of the scene privileges Aimee, whose anxiety increases every second until she explodes shouting and crying, confessing her concerns about getting on the bus (“Aimee, why are you crying?”“Because I can’t get on the bus” S2:E7 30:03). From that exact moment, all the women put their differences aside in order to help Aimee.


Healing: “It’s just a stupid bus”


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Figures 8 and 9: Aimee strokes her jeans, remembering the assault.


Once Aimee is more serene, she acknowledges that it was not only the traumatising event itself that caused her distress, but the fact that she had lost faith in people. As she asserts, “[the assailant] had this really kind face (...) he didn’t look like a wanking psycho killer (...) if he could do something like that, then anyone could” (S2:E7 31:13). The character had always been defined by her sweetness and kindness, but this event has shifted her personality, and she does not know how to navigate through life now, as she has experienced that such a simple gesture as smiling at a stranger could invite unwanted sexual behaviour. Additionally, she also admits that she used to feel so safe in the past, but not anymore (S2:E7 31:28). This could be related to the fact that nobody tried to help her on the bus, as everybody ignored the assault, normalising the situation.

58 As a woman, she had been taught to accommodate everyone from a really young age, so rather than trying to find external help or a support network, she had been isolating herself (Aimee Lou Wood in Still Watching Netflix, 2020: 11:45 - 12:12). Olivia is the first one (besides Maeve) to validate her emotions, confirming that the way she is feeling “doesn’t sound stupid” (S2:E7 31:33). The fact that it is Olivia conveys a clear sisterhood ideology, as she is one of Aimee’s former friends who used to bully her.

Through the character of Viv, Sex Education notes that, statistically, “two-thirds of girls expe- rience unwanted sexual attention or contact in public spaces before the age of 21” (S2:E7 32:35). However, the series refrains from trapping its female characters within that statistic, empowering them to own their individual stories (Horeck, 2020 and 2021). By means of flashbacks (but with the use of present-day voiceover) each of the women in detention starts describing their experiences regarding sexual assault. They find a common link between all the narrations, that is that sexual assault has limited their movement in certain public spaces (the bus, the train station, Maeve’s trailer park, the swimming pool, the street, or even the internet). Thanks to their group reflection, the young women come to the conclusion that they are treated as “public property” (S2:E7 31:53), however, they also agree on the fact that they should not change their behaviour because of men’s past actions (S2:E7 32:05), which are usually based on a power imbalance (“Maybe it’s a pow- er thing”“I think the man on the bus liked that I was afraid” S2:E7 33:10). A safe sphere of compas- sion and tenderness is consolidated among the six women, who attentively listen to each other’s stories without judging or questioning any of the details, nor the victim’s response. It is relevant to highlight that not for a second do they doubt the version of their peers or consider that they have overreacted. On the contrary, from the first moment a connection of empathy is created (“I’m sorry that happened to you.” “You too.” S2:E7 33:33), which, according to Wexler et al., is of great importance in the process of healing (2019: 65). Despite finally not being guilty of slut-shaming



their teacher, they concluded that “non-consensual penises” (S2:E7 35:27) were what bind them together. However, as Butler et al. acknowledge, this may be considered quite controversial, as it “perpetuates a dangerous narrative” about their relationship, mainly reduced to their “subjugated experience” with “misogynistic oppression” (2023: 26).



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Figures 10 and 11: the young women leaving detention together.


The powerful shots of the women leaving the high school together convey strong political significance regarding resistance to patriarchal abuse, which gets reinforced by Aimee’s statement: “I don’t feel sad. I just feel angry” (S2:E7 35:37). This leads to the scene in which they smash aban- doned cars in a landfill “as a form of group therapy” (Horeck, 2020) allowing them to express the

anger caused by their traumatic experiences. The scene reaches its peak when Aimee shouts “I’m 59

angry that a horrible man ruined my best jeans and nobody did anything, and now, I can’t get on the fucking bus!” (S2:E7 40:48) while destroying a window with a hammer. By means of a slow-mo- tion montage sequence, all the women are depicted destroying the car, in what Butler et al. ac- knowledge as “a crescendo of feminist rage against the patriarchy” (2023: 26). This is also conveyed by the scene’s soundtrack, Cass Elliot’s “Make Your Own Kind of Music”, which aims to validate the distinctive and effective -as well as legitimate- way in which they decide to address their fury.


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Figures 12 and 13: Aimee and the other women smashing the car.


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Figures 14 and 15: Contrast between episodes 6 and 7 regarding Aimee’s support.



Another significant image can be found in S2:E7 41:24, where a long shot depicts all the girls coming back home together, on an empty road at night. However, they are not scared, as they have a strong support network. It takes on greater significance when compared to a similar shot from the previous episode (S2:E6 45:02), in which Aimee returns home alone from a party after getting overwhelmed by her boyfriend Steve.

The seventh episode’s final scene marks the emotional culmination of Aimee’s second-sea- son storyline, providing an outstanding demonstration of collective female solidarity and resil- ience. The morning after the sorority session, Aimee seems to have found the strength to get back on the bus. However, when she gets to the bus stop, she realizes that Maeve and the other women are also there to support her (“What are you doing here?”“We’re all getting the bus” S2:E7 46:52). This is consistent with the educational aim of the series, implying that all the characters are expected to advocate for the victim, not just Maeve because of their friendship. Even if Aimee hes- itates for a short period of time, Maeve ends up convincing her to get on, expressing that “It’s just a stupid bus” (S2:E7 47:25), trying to make her safe and secure. One of the final shots depicts the young women sitting together filling the whole backseat of the bus, highlighting their differences and, at the same time, their unity. Echoing Horeck (2020 and 2021) the power of such an image should not be under-estimated, as it is essential to learn about “creative and resilient practices of young women as they push back against a culture that does not want them to take up space”. They

60 are both physically and psychologically recovering the public space that was taken away from Aimee the moment the man on the bus decided to harass her. Even though Aimee is terrified (as evidenced by her facial expression), she will have a strong circle of women to provide aid when necessary through her journey, which conveys both the tangible and triggering bus ride, and the coming-of-age process she is already going through, which will allow her to become an educated, strong, and multi-faceted young woman. It can be considered that the extradiegetic soundtrack (Sharon Van Etten’s “Seventeen”) mirrors Aimee’s inner thoughts of nostalgia towards her previous self (“I used to be free. I used to be seventeen.”), but as the bus departs, a new process of self-aware- ness and recognition commences for her.


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Figures 16 and 17: Aimee’s support network getting on the bus with her.


As depressing and disheartening as it may seem, Sex Education seems to imply that a woman’s personal development appears to be linked to traumatic experiences arising from structural (and ostensibly unavoidable) patriarchal violence that operates as a catalyst for such growth. This, of course, perpetuates a problematic discourse about what a woman’s identity is. Especially, if Aimee, the embodiment of the ideals of “class, femininity, sexuality, and race”



represents “the patriarchal ideal of a woman that [should be] protected” as she is not considered threatening to society (Butler et al., 2023: 26). Furthermore, Aimee’s healing is still not complete, as in season 3 of Sex Education, it is shown that she decides to start therapy to deal with the re- maining long-term impact of the assault on her mental health (“Last term I was sexually assault- ed and I thought that I was getting over it, but I don’t think I am. I used to like my body, I used to like having sex, but ever since it happened, I don’t like the way my body feels.” S3:E3 05:00). What the therapist tells her (“What that man did to you on the bus has nothing to do with your smile or your personality and is only about him.” S3:E6 07:26) resonates throughout the rest of the season and leads to the culmination of the storyline in season 4. While part of the audience was expecting her to “eventually find justice” (Aruah, 2021: 60), it is by means of artistic explo- ration and creation that she is finally able to “overcome” her trauma. By photographing herself dancing in front of her burning jeans, the trauma starts to heal and Aimee is ready to engage in sexual intercourse again.


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Figure 18: Aimee dancing in front of her burning jeans in Season 4.


This may seem inconsistent regarding the rest of the storyline, which is carefully developed and treats the subject with greater narrative sensitivity. The need to provide a happy ending im- plicitly places responsibility on the victim and partly detracts from the unstable and non-linear process that had been built up throughout the series. However, at the same time, the ending may be interpreted as an attempt to shed light and give hope to those who are still immersed in the early stages of the process.

Despite the controversial ending, Aimee’s storyline undoubtedly constitutes a brilliant por- trait of the long-time consequences of sexual assault in teenagers and her circle’s response should be taken as a model of conduct in such situations, reinforcing the educational and pedagogical purpose of the series.


CONCLUSION

After analysing the didactic potential of Aimee’s sexual assault sto- ryline in Sex Education within a post #MeToo context, it can be concluded that the series provides a laudable example of a liberal feminist response to- wards misogyny and sexual misconduct, validating the figure of the victim/ survivor and acknowledging the non-linear process of trauma.

The essay has manifested that the antithesis between vulnerabili- ty and independence, assumed to have been outgrown in films from the 1970s, persists in contemporary narratives. This becomes particularly evident in this case, as the protagonist is depicted as static, with a restricted presence in the public space. However, through focalization, a different response and perspective are made visible, facilitating an analysis of the impact that the assault had on the survivor and the condemnation of the action. From initial- ly failing to recognize the aggression as such, to eventually finding a strong feminist support network, Aimee navigates through a complex traumatic process which leads to a quest for empowerment towards a more educated, aware, and multi-faceted version of herself.

By setting an innocent and naïve woman as the victim of the abuse,

62 the relevance of Sex Education’s didactic potential is highlighted, as it sets the overtones for a conversation regarding the public denunciation of struc- tural sexual misconduct. Similarly, theories of restorative justice are embod- ied by Maeve, who is presented as a role model for the audience in terms of educated liberal feminism. The use of the storyline as a narrative device helps in portraying the long-time impact of the assault, conveying Aimee’s post-traumatic stress, a non-linear process of avoidance, isolation, and anxi- ety. The text, by invading her private space and emphasising her vulnerabili- ty, provides a sense of liberation for other survivors of sexual violence, as they encounter a validating reflection of their own experiences through Aimee’s process.

Finally, season two provides a cathartic closure to Aimee’s storyline, a celebration of feminist rage against the patriarchy and the beginning of her restoration journey. The creation of the network of support and under- standing undoubtedly constitutes one of the most outstanding examples of sorority found in contemporary audiovisual production, focusing on the significance of actively listening to other women’s stories and aiding each other despite existing social and cultural differences. In spite of the contro- versy regarding the ideal model of victimhood portrayed by Aimee, both her and her social environment constitute a strong and effective articulation of the main features of the #MeToo movement, as well as an exemplary educa- tional tool for younger generations who will hopefully not tolerate any kind of sexual abuse.



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04

UNA SOCIEDAD SIN

GÉNERO ¿ES ESO POSIBLE DE IMAGINAR? EL LEGADO DE SHULAMITH FIRESTONE Y MONIQUE WITTIG PARA LOS FEMINISMOS DEL

PRESENTE

A genderless society. Is that possible to imagine? The legacy of Shulamith Firestone and Monique Wittig for present-day feminisms


PILAR COLOMA ACEÑA


Universidad de Zaragoza


Fecha de recepción: 25 de mayo 2024 Fecha de aceptación: 1 de octubre 2024


RESUMEN

¿Es posible imaginar una sociedad sin género y sin diferencia sexual? En busca de respuestas, el pre- sente artículo se traslada al contexto de finales de los sesenta en Estados Unidos y Francia y, en concreto, a dos feministas radicales del incipiente Movimiento de Liberación de las Mujeres: Shulamith Firestone y Mo-

nique Wittig. Ambas escribieron obras con las que ser 67

capaces de imaginar esta (im)posible sociedad: Las guerrilleras, publicada por Wittig en 1969, y La dialéc- tica del sexo, por Firestone, en 1970. Su legado resulta importante para la comprensión de muchos de los de- bates entre los feminismos del presente, en torno a la complejidad de las categorías de identidad o en torno al sujeto del feminismo.


Palabras clave

Género, diferencia sexual, Shulamith Firestone, Moni- que Wittig, Movimiento de Liberación de las Mujeres.


ABSTRACT

Is it possible to imagine a society without gender and sexual difference? This article searches for answers in the context of the late-1960s United States and France and, specifically, in the writings of two radical feminists in the incipient Women’s Libe- ration Movement: Shulamith Firestone and Monique Wittig. Both produced works through which this (im) possible society can be imagined: Les Guérillères, pu- blished by Wittig in 1969, and The Dialectic of Sex, by


Coloma aCeña, Pilar (2024). «Una sociedad sin género ¿es eso posible de imaginar? El legado de Shulamith Firestone y Monique Wittig para los feminismos del presente». Filanderas. Revista Interdisciplinar de Estudios Feministas (9), 67-86.



Firestone, in 1970. Their legacy is important to the understanding of many of the debates between modern-day feminisms, around the complexity of the categories of identity or the subject of feminism itself.


Keywords

Gender, Sexual Difference, Shulamith Firestone, Monique Wittig, Women’s Liberation Movement.


INTRODUCCIÓN

En los últimos años se han reeditado en español varias de las obras de la autora estadounidense Shulamith Firestone (1945-2012) y de la francesa Monique Wittig (1935-2003). En 2022, se tradujo Espacios sin aire, que había sido publicada originalmente por Firestone en 1998, su segundo y último libro. El primero vio la luz en 1970, La dialéctica del sexo, y se convirtió en una obra fundacional del Movimiento de Liberación de las Mujeres (MLM) de la Segunda ola feminista. Fue traducido al español en 1976 y se encontraba descatalogado hasta que ha sido reeditado, por fin, en 2023.

68 Por su parte, Las guerrilleras de Monique Wittig, fue publicada en 1969 y traducida al español en 1971. Fue reeditada en Argentina en 2019 y, en España, Manifest Llibres la reeditó en catalán el año pasado. Su Borrador para un diccionario de las amantes apareció de nuevo en las librerías en 2023 y el conjunto de sus ensayos teóricos publicados bajo el título de El pensamiento heterosexual y otros ensayos, ha sido reeditado de nuevo en 2024.

De ello se observa el interés actual por estas dos autoras del movi- miento feminista que comenzó a finales de la década de los sesenta del pa- sado siglo. Dos feministas que formaron parte de quienes impulsaron las pri- meras manifestaciones del Movimiento de Liberación de las Mujeres en sus respectivos países, tanto desde sus filas a pie de calle como desde su plano teórico a través de escritos y publicaciones.

El presente artículo analiza dos obras que fueron escritas y publicadas por estas autoras en aquel contexto: Las guerrilleras (1969) y La dialéctica del sexo (1970). Cómo analizan la subordinación de las mujeres, cómo imaginan un mundo que ha superado las desigualdades o cómo se vieron influen- ciadas por la radicalidad del momento para ser capaces de imaginar estos futuros, son algunas de las cuestiones que se tratan en este trabajo.

Recuperar las obras que proyectan futuros más habitables, igualita- rios y libres resulta importante en un contexto en el que el neoliberalismo ha causado profundos estragos en la capacidad de organización colectiva. Tony Judt se preguntaba hace unos años: «¿por qué nos resulta tan difícil siquiera imaginar otro tipo de sociedad?» (2019: 51) y Mark Fisher desarro- lló así su concepto de «realismo capitalista»: «la idea muy difundida de que



el capitalismo no solo es el único sistema económico viable, sino que es imposible incluso imaginarle una alternativa» (2018: 22).

Imaginar otro futuro es lo que hicieron Shulamith Firestone y Moni- que Wittig, entre otras feministas, e hicieron saltar por los aires muchas de las concepciones arraigadas sobre el género, el sexo, los roles sexuales, la diferencia sexual o la sexualidad normativa. Ambas se vieron influenciadas por aquellos años tan convulsos, en los que el MLM y otras movilizaciones sociales inundaron las calles, desde Mayo del 68 y los movimientos pacifistas en contra de la Guerra de Vietnam, hasta los antirracistas del Black Power, pa- sando por organizaciones incipientes del movimiento LGTBIQ+, a partir de la revuelta de Stonewall de 1969.

Ellas pertenecieron a las filas del feminismo radical, que formó parte del MLM y que nació en Estados Unidos en torno a 1967 (Echols, 2019) y en Francia a partir del acto reivindicativo del 26 de agosto de 1970 (Pavard et al., 2020), en el que un grupo de mujeres, entre las que se encontraba Wittig, fue a colocar una corona de flores sobre la tumba del soldado desconocido, frente al Arco de Triunfo de París, acompañadas de pancartas que decían:

«Uno de cada dos hombres es una mujer. Hay alguien aún más desconocido

que el soldado: su mujer» (Pisan y Tristan, 1977: 61). Con el fin de constituir- 69

se como un movimiento social, además de actos y manifestaciones u otras estrategias como la publicación de revistas o la creación de grupos de auto- conciencia (Coloma Aceña, 2022), se construyó una identidad colectiva en torno al sujeto «mujeres» (Ergas, 2000; Nash, 2012).

Y en este contexto de construcción identitaria ¿qué postura adop- taron Shulamith Firestone y Monique Wittig? El caso de estas dos autoras, aunque no único, fue ciertamente singular. Se encontraban en un momen- to en el que era aparentemente necesaria la construcción de un sujeto para el movimiento, el cual se materializó en la categoría «mujeres». Sin embargo, ellas apostaron por lo contrario en sus obras, por hacer desapa- recer esa categoría «mujeres» y por construir una sociedad sin diferencias por razón de sexo.

Sus obras reflejan parte del contexto socio-político en el que nacieron, pero también sus propias teorizaciones. Resulta interesante volver desde los feminismos actuales a las preguntas y propuestas que surgieron por prime- ra vez en aquella década para comprender los debates que protagonizan nuestro presente. Debates en torno al sujeto del feminismo –delimitarlo o diversificarlo–, a la diferencia sexual –resignificarla o destruirla–, o en torno a las categorías de identidad de género –dinamitarlas o multiplicarlas–, con- templando siempre entre opciones toda una escala de grises que amplifica inevitablemente las propuestas y objetivos políticos, así como la imagina- ción de otros futuros.



No es posible interrogarnos acerca de la posibilidad de imaginar una sociedad sin género y sin diferencia sexual, sin antes establecer un marco teórico que realice un esbozo sobre la interpretación de estos conceptos que, en efecto, llevan experimentando un largo debate en las últimas déca- das. Porque «los estudios de género son un campo diverso marcado por el debate interno, metodologías diversas y ningún marco único» (Butler, 2024:

30) y todavía siguen sujetos a profundas reinterpretaciones (Alegre Zahone- ro et al., 2023).

La afirmación de Simone de Beauvoir, «no se nace mujer, se llega a serlo», revolucionó la historia de la teoría feminista. A partir de la publica- ción de El segundo sexo en 1949, se asentó la idea de que el género es una construcción social. Pero, ¿de Beauvoir no habló de sexo en lugar de género? Lo cierto es que hasta los años sesenta los términos género y sexo fueron utilizados indistintamente. A finales de esa década se comenzó a establecer una diferencia teórica entre ambos, tal y como evidenció Kate Millett en su Política sexual.1

Así pues, tal y como explica Sonya O. Rose: «el término “género” fue ori-

70 ginalmente utilizado por las investigadoras feministas para hacer referencia a la construcción cultural de la diferencia sexual, en contraste con el término “sexo”, que parecía connotar diferencia “natural” o “biológica”» (2012: 18). De esta manera, las mujeres y los hombres poseen cada cual un sexo diferencia- do. Esta diferencia siempre es binaria, por lo que el género –que es entonces la construcción cultural fundamentada en esta diferencia sexual binaria– es también binario. Lo que cambia a lo largo del tiempo son las construccio- nes sociales de las «mujeres» y de los «hombres». Es decir, en cada cultura y contexto ser «mujer» y ser «hombre» adquiere significados distintos, pero siempre apoyados en las características biológicas diferenciadas, que serían entendidas a partir de la categoría de «sexo». Esta última idea haría del sexo una categoría invariable y transversal a todas las culturas y contextos. Se tra- ta de una interpretación que, aunque ha sido profundamente cuestionada con posterioridad, sigue siendo utilizada y sostenida en algunos ámbitos y perspectivas de análisis.

La contestación a esta conceptualización, en realidad, llegó relativa- mente pronto. En 1975, Gayle Rubin declaró que «el reino del sexo, el género y la procreación humanos ha estado sometido a, y ha sido modificado por, una incesante actividad humana durante milenios. El sexo […] es en sí un producto social» (1986: 103). Elaboró el concepto de «sistema sexo-género» y añadió al estudio del sexo y del género la esencial variable de la sexualidad (Vega Suriaga, 2023).

En su recorrido por la historia de género, de nuevo, Sonya O. Rose lo expone de esta manera: «Las investigadoras feministas detectaron un buen

UN MARCO TEÓRICO. EL GÉNERO, EL SEXO Y

LA DIFERENCIA SEXUAL


  1. Kate Millett, referente del feminismo radical, elaboró una interesante definición sobre el «género» en su libro, fruto de la tesis doctoral que defendió en 1969. Citó algunas de

    las investigaciones recientes más importantes, como la de Robert J. Stoller, de 1968, en la que se establecía esta distinción entre el sexo y el género (Millett, 2021: 77).



    número de problemas con la distinción sexo/género». En primer lugar, «el sexo y el género son frecuentemente utilizados de manera intercambiable en el discurso popular». Segundo, «a menudo también el género se ha inter- pretado con exclusiva alusión a las “mujeres”, como si los “hombres” no fueran seres conformados por el género». Y, en tercer lugar, si el «sexo» es entendido como biológico o natural, relativo a los cuerpos físicos o materiales, entonces el cuerpo es considerado «como ajeno o al margen de la historia o la cultura. […] Y ése es precisamente el problema» (2012: 48-49).

    Un problema que detectó asimismo Judith Butler y que planteó en 1990 con El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad:


    Aunque la unidad no problemática de las “mujeres” suele usarse para construir una solidaridad de identidad, la diferenciación entre sexo y género plantea una fragmentación en el sujeto feminista. […] Aunque los sexos parezcan ser claramente binarios en su morfología y cons- titución (lo que tendrá que ponerse en duda), no hay ningún motivo para creer que también los géneros seguirán siendo sólo dos. […] ¿Y al fin y al cabo qué es el “sexo”? […] quizá siempre fue género, con el

    resultado de que la distinción entre sexo y género no existe como tal 71

    (Butler, 2020a: 54-55).


    En la década de 1990, se difundió con mayor proyección la puesta en duda del sexo como algo natural no problemático y del género como su expresión cultural. Los trabajos de Gayle Rubin, Judith Butler o Donna Ha- raway, indicaron que «el “sexo” se establecía por diversos medios culturales y sociales» y que la interpretación del cuerpo es en realidad el resultado de la interacción entre naturaleza y cultura (Butler, 2024: 239).

    Deshacer el género, o el «sistema sexo-género», y su triada sexo-géne- ro-sexualidad –o como dice Butler: «sexo/género/deseo»–, que se materia- liza en mujer(cis)-femenino-heterosexual u hombre(cis)-masculino-hetero- sexual, sin permitir la existencia de nada más, es la tarea del feminismo queer. Pero también de otros feminismos, que añaden además otras variables a dicha triada. Desde el feminismo antirracista se acuña el concepto de «in- terseccionalidad», en concreto, por parte de la abogada Kimberlé Crenshaw, en 1989. Hubo asimismo autoras anteriores, como Audre Lorde, «feminista Negra, lesbiana, guerrera, poeta y madre de dos hijos», que ya señalaron la intersección de las distintas formas de opresión (Lorde, 2009).

    De todos modos, el interrogante «¿es posible imaginar una sociedad sin género?» que hace de hilo conductor, es planteado para el contexto del feminismo radical a finales de los años sesenta y para la obra de dos autoras que escribieron en aquel momento, cuando todavía no se había producido el debate en torno a la categoría de «sexo». En general, el feminismo radical inter-



    pretó el género como los roles sexuales estimulados por la sociedad desde la infancia. Se trató de cuestionar la diferencia sexual no sobre su carácter bioló- gico –la división binaria de los sexos– sino sobre su carácter cultural. Para Anne Koedt, fundadora junto con Shulamith Firestone del grupo New York Radical Feminists en 1969, el feminismo radical podía definirse como «la defensa de la total eliminación de los roles sexuales» (Koedt, 1971: 85).2

    Entonces, ¿por qué se ha mencionado la (re)conceptualización del gé- nero por parte del feminismo queer a partir de los años setenta, ochenta y noventa? Porque Monique Wittig es considerada una precursora del feminis- mo queer (Suárez Briones, 2013). Este artículo se pregunta, por consiguiente, si Shulamith Firestone puede ser considerada también una precursora de esta corriente. Ambas imaginaron «una sociedad sin género», en este caso, entendida como una sociedad sin diferencia sexual, tanto desde una pers- pectiva cultural –más clara en el caso de Firestone– como desde una pers- pectiva que cuestiona la naturalidad del sexo –más visible en el de Wittig–.

    La manera de alcanzar esa sociedad depende, en aquel momento y hasta el día de hoy, de cada autora y cada corriente feminista: ¿resignificar el género? ¿multiplicarlo? ¿destruirlo? Firestone y Wittig lo tuvieron claro: había

    72 que dinamitarlo.


    El objetivo final de la revolución feminista no debe limitarse –a diferencia de los primeros movimientos feministas– a la elimi- nación de los privilegios masculinos, sino que debe alcanzar la distinción misma de sexo; las diferencias genitales entre los seres humanos deberían pasar a ser culturalmente neutras (Fi- restone, 1976: 20).


    Dicen que, llegadas a este punto, deben examinar el principio que las viene guiando. Dicen que no tienen por qué extraer su fuerza de unos símbolos. […] Dicen que, por consiguiente, hay que dejar de exaltar las vulvas. Dicen que deben romper el últi- mo vínculo que las sujeta a una cultura muerta. Dicen que todo símbolo que exalte el cuerpo en fragmentos es temporal, debe desaparecer (Wittig, 1971: 70).


    Shulamith Firestone y Monique Wittig escribieron en un momento en el que parecía –y se creía firmemente– que la revolución era posible, que «la re- volución estaba a la vuelta de la esquina», en palabras de Angela Davis (2018). El objetivo de la revolución feminista que propusieron ambas autoras consistía, en última instancia, en acabar con la opresión que sufren las mujeres en una


  2. La traducción es propia. También son de traducción propia todas las referencias utilizadas a lo largo del trabajo que provienen de bibliografía en inglés o francés.


DINAMITAR EL

«SISTEMA SEXO- GÉNERO»



sociedad patriarcal y capitalista. Para ellas, acabar con esta opresión solo se podía conseguir dinami- tando el «sistema sexo-género», aunque ninguna de las dos usó tal concepto en sus teorizaciones, recordemos que es acuñado por Gayle Rubin en 1975. Si utilizamos los conceptos que ellas mismas manejaban, en el caso de Firestone, hablaríamos de «eliminar el dualismo sexual» o «alcanzar la dis- tinción misma de sexo» (1976: 238) y, en el caso de Wittig, se utilizaría su idea de «eliminar las catego- rías de sexo» y de «luchar por una sociedad sin sexos» (2016: 38).

Mandy Merck asegura que «La dialéctica toma una posición muy simple sobre la cuestión de la diferencia sexual: abolirla» (2010: 14). Y, según María Jesús Fariña Busto, las obras literarias de Wi- ttig concuerdan con «su posición teórica: dinamitar el sistema de géneros» (2013: 131). Me inclino, pues, por la expresión tan pertinente que utiliza Fariña Busto, «dinamitar», porque no se trata para estas autoras de resignificar, repolitizar o –como se dirá más adelante– multiplicar los géneros, sino de hacer saltar por los aires todo el «sistema sexo-género».

La dialéctica del sexo es considerada principalmente como un manifiesto político: «fue sobre todo un manifiesto […] Es un libro que declara que debe producirse una revolución feminista, y que puede producirse ahora» (Margree, 2018: 19). ¿Por qué Firestone proclama que «nos estamos acercando […] a una revolución cultural, así como sexual y económica»? (1976: 238). Porque por primera vez en la historia, la tecnología está tan desarrollada –y en vías de desarrollarse exponen- cialmente– que será capaz, una vez se materialice la revolución feminista, de liberar a las mujeres

de su propia biología, causa primaria de su opresión. 73

La revolución para Firestone debía ser feminista, socialista y tecnológica. Sus influencias le vie- nen directamente de Simone de Beauvoir –a quien dedica el libro– y del marxismo, en especial, de Engels –a quien cita en la primera página–. También, curiosamente, critica a Freud y al psicoanálisis a la vez que se ve influenciada por él. Esto se observa a lo largo de todo el libro, donde desarrolla un análisis del patriarcado al igual que Karl Marx elaboró un análisis sobre el capitalismo, de ahí que el libro se titule «La dialéctica del sexo», en alusión a «la dialéctica de clases».

En su intención de comprender la dialéctica de las clases sexuales realiza un primer capítulo en el que muestra un recorrido por la teoría marxista y critica su estudio exclusivamente económico. De esta forma, lleva a cabo uno de los primeros análisis marxistas feministas sobre el sistema patriar- cal, concluyendo: «Necesitamos una revolución sexual mucho más amplia que la socialista –y, por supuesto, que la incluya– para erradicar verdaderamente todos los sistemas clasistas» (1976: 22).

Resulta interesante anotar que Firestone tenía tan solo veinticinco años cuando se publi- có La dialéctica del sexo, y que la «escribió con fervor, en cuestión de unos meses» (Faludi, 2013). Además, mientras escribía el libro, se encontraba organizando los primeros grupos de feministas radicales que se iban formando en Chicago y en Nueva York. En cuestión de tres años, entre 1967 y 1970, Firestone había fundado tres grupos de feministas radicales, el último junto con Anne Koedt, New York Radical Feminists (Echols, 2019). La disolución de este último coincidió con los primeros éxitos de las publicaciones del MLM, como Sexual Politics, de Kate Millett, The Black Woman, de Cade Bambara o el de Celestine Ware, Woman Power: The Movement for Women’s Liberation. Todas publicadas en 1970.

Pero para el momento en el que La dialéctica del sexo apareció en las librerías, en octubre de ese año, Firestone se había alejado del movimiento. Desapareció completamente de la escena política y, posteriormente, fue diagnosticada con esquizofrenia. Volvió al mundo del arte, del que



procedía desde su etapa académica, y el resto de su vida estuvo protagonizada por problemas de salud mental. En 1998, escribió su segunda y última obra, Airless Spaces. En ella, elaboró un conjunto de relatos ambientados en los sectores marginados de Nueva York. Cada relato está pro- tagonizado por una persona diferente, aunque en muchos parece que Firestone está reflejando en realidad su propia vida.

Su desaparición temprana del activismo afectó indudablemente tanto a la posterior recep- ción de su libro como de su figura. Su voz fue silenciada, su libro fue olvidado por parte de los Women’s Studies de la década de los noventa y no fue hasta 2003 que comenzaría progresivamente a ser recuperado. Además, a pesar de su pionera crítica al género binario, La dialéctica del sexo fue asimismo olvidada por parte de la Teoría queer (Merck y Sanford, 2010).

Diferente fue el caso, ciertamente, de la feminista lesbiana Monique Wittig. Es bien sabido que puede ser considerada «una precursora del feminismo queer» (Balza Múgica, 2013: 109), así como «una precursora e inspiradora de muchos de los planteamientos que han ido queerizando el feminismo» (Suárez Briones, 2013: 13). Principalmente han sido sus ensayos teóricos los que han hecho que se posicionase en el centro del debate a partir de los años noventa, aunque sus obras literarias también han sido estudiadas en los últimos años. Todo ello se debe, en gran medida, a la recuperación que hizo de su obra Judith Butler. En El género en disputa le dedica a Wittig buena parte de sus páginas y reivindica la importancia de sus obras literarias.

74 Las guerrilleras se trata de un «reto lingüístico» (Butler, 2020a: 251). En ella, Wittig juega con el lenguaje y le concede al sujeto «ellas» –elles en francés– la categoría de sujeto universal, de igual forma que el sujeto «ellos» –ils en francés– disfruta de tal universalización en una sociedad heteropatriarcal. Así lo explica la propia Wittig años más tarde en su ensayo «La marca del género», publicado en 1985:


Las raras veces que se usa, el elles nunca indica lo general y nunca es portador de un punto de vista universal. Por eso, un elles capaz de transmitir un punto de vista universal sería una novedad en literatura y en cualquier otro campo. En Las guerrilleras intento universalizar el punto de vista de ese elles. El objetivo de este enfoque no es feminizar el mundo, sino hacer que las categorías de sexo resulten obsoletas en el lenguaje (2016: 112).


Un sujeto absoluto que emprende una revolución y construye un mundo nuevo. De eso tra- ta Las guerrilleras, de la toma de conciencia de «las mujeres», primero, y de «ellas», después, y de la revolución y la guerra que emprenden para acabar con el viejo mundo. Su influencia, al igual que en el caso de Firestone, le viene del marxismo y, en efecto, Wittig se identificó con el feminismo materialista francés, también lesbiano y radical. Así lo evidencia ella misma:


Antes de hablar del pronombre, que es el eje de Las guerrilleras, me gustaría recordar lo que dicen Marx y Engels en La ideología alemana sobre los intereses de clase. Dicen que cada nueva clase que lucha por el poder, para lograr su objetivo, debe presentar sus intereses como el interés común de todos los miembros de la sociedad, y que en el campo filosófico esta clase debe concebir su pensamiento como universal, presentarlo como el único razo- nable, el único universalmente válido (2016: 111).



Al igual que sucedió con Firestone en Estados Unidos y el contexto de la publicación de La dialéctica del sexo, el momento en el que Wittig escribió Las guerrilleras estuvo iluminado por un activismo radical y una movilización continua por parte de la sociedad francesa. De hecho, el libro fue publicado poco después de Mayo del 68. Pero, a diferencia de Firestone, Wittig conti- núa en escena en los años posteriores, también a finales de los setenta, cuan- do se traslada a Estados Unidos, donde trabajó como profesora universitaria. A partir de la publicación de su ensayo «El pensamiento heterosexual», leído por primera vez en 1978 en Nueva York y dedicado a las lesbianas estadouni- denses, se hace especialmente conocida.

Las guerrilleras influenció su obra teórica posterior y en ella ya se po- dría observar a esa Wittig «precursora e inspiradora de muchos de los plan- teamientos que han ido queerizando el feminismo».



Conceder que el desequilibrio sexual del poder posee una base biológica, no supone arruinar nuestra causa. Ya no somos pu- ramente animales y el Reino de la Naturaleza ha dejado de ser señor absoluto. […] lo “natural” no es necesariamente valor “hu- mano”. La humanidad ha empezado a desbordar la naturaleza (Firestone, 1976: 19).


Dicen, te han mantenido a distancia, te han sustentado, te han erigido, constituido en una diferencia esencial. Dicen, te han ado- rado como a una diosa, o bien te han quemado en sus hogueras, o bien te han relegado a su servicio en sus corrales. […] Dicen que, cosa extraña, lo que en sus discursos han erigido como una diferencia esencial, son variantes biológicas (Wittig, 1971: 98).


¿Cuál es el origen del patriarcado? ¿por qué se ha sometido a las muje- res a lo largo de la historia? Son cuestiones que las feministas de los sesenta comenzaron a preguntarse. Para Shulamith Firestone, el origen de la división sexual y de la subordinación de las mujeres se encuentra en su biología, en- tendida como la tradicional división natural entre hembras y machos de una especie, así como la reproducción entre ambos sexos:


intentemos efectuar un análisis poniendo a la propia biología –la pro- creación– en el origen del dualismo. […] A diferencia de la estamen- tización económica, las clases sexuales nacieron directamente de una realidad biológica: hombres y mujeres fueron creados con distinta configuración y diversidad de privilegios (Firestone, 1976: 17).

BIOLOGÍA, CLASE

SEXUAL, REVOLUCIÓN Y UTOPÍA

75


Ante tal afirmación, resultó difícil que no hubiese voces que la juzgaran de un cierto deter- minismo biológico. Sin embargo, como apunta Victoria Margree, «el rasgo distintivo de Firestone es reconocer que lo natural no es necesariamente bueno ni inevitable» (2018: 21). Y es que, para Firestone, la biología es la causa de la opresión de las mujeres pero, también, para la misma Fires- tone, la biología o «lo “natural” [ya] no es necesariamente valor “humano”. La humanidad ha empe- zado a desbordar la naturaleza».

En efecto, esta autora ha pasado a la historia por su idea –muchas veces malinterpretada– de que la biología es la causa de la opresión de las mujeres y ha sido criticada, consecuentemente, por un determinismo biológico supuestamente declarado en su manifiesto. En realidad, lo que precisamente hace es ir en contra del propio determinismo biológico, porque cree que es posible modificar la naturaleza y así modificar la cultura. Esa es la intención que tiene cuando defiende que la revolución feminista «debe alcanzar la distinción misma de sexo; las diferencias genitales entre los seres humanos deberían pasar a ser culturalmente neutras».

De hecho, si prestamos atención a las palabras originalmente escritas en inglés es posi- ble llegar a una conclusión más interesante. Y es que la frase que escribió Firestone dice: «genital differences between human beings would no longer matter culturally» (1972: 11) que, en lugar de

«deberían pasar a ser culturalmente neutras», podría ser traducida como «dejarían de importar

76 culturalmente». De esta manera, Mandy Merck subraya la importancia de dicha afirmación: «geni- tal differences between human beings […] matter culturally», porque se observa la preocupación de Firestone en cómo los cuerpos importan culturalmente (2010: 14).

Reducir La dialéctica del sexo a una mera defensa de un determinismo biológico se trata de un análisis, cuanto menos, limitado. Hay que acercarnos a su libro, como sugiere Gillian Howie,

«como un tratado político», porque «al igual que El manifiesto comunista, fue escrito siguiendo un periodo de intensidad intelectual y actividad política y presenta una nueva visión sobre el mundo» (2010: 216).

Debido a que Firestone pone su foco de atención en la biología y, especialmente, en la función reproductiva, cree que una revolución basada únicamente en la producción fracasará. Sirviéndose de la teoría marxista, concibe una revolución que alcance todos los niveles de la socie- dad, porque «el problema queda siempre a mayor profundidad» (1976: 10). Para conseguirlo, esta debe llegar tanto a los medios de producción como a los de reproducción:


Del mismo modo que para asegurar la eliminación de las clases económicas se necesita una revuelta de la clase inferior (el proletariado) y –mediante una dictadura temporal– la confiscación de los medios de producción, de igual modo, para asegurar la eliminación de las clases sexuales se necesita una revuelta de la clase inferior (mujeres) y la confiscación del control de la reproducción (Ibídem: 20).


¿Cómo confiscar el control de la reproducción? Según su teoría, «la reproducción de la es- pecie a través de uno de los sexos en beneficio de ambos, sería sustituida por la reproducción artificial». De esta forma, «la dependencia del hijo con respecto a la madre (y viceversa) sería reem- plazada por una dependencia mucho más reducida con respecto a un pequeño grupo de otros en



general». El objetivo, para Firestone, consiste en destruir «la tiranía de la familia biológica» (Ibídem: 21-22).

En este sentido, también resulta interesante interpretar La dialéctica del sexo como un «ma- nifiesto utópico», tal y como defiende Kathi Weeks (2015: 738). Desde esta perspectiva, Firestone utiliza «la posibilidad de un futuro mejor para arrojar luz y plantear preguntas sobre el presente» y su texto utópico sirve «para estimular la imaginación de un futuro diferente» (Ibídem: 739).

La propia Shulamith Firestone indica en la primera página del libro que la diferencia sexual pasa completamente desapercibida en la sociedad y, consecuentemente, se entiende como algo inmutable y natural: «La división estanca derivada del sexo es tan profunda que resulta impercep- tible. Caso de ser percibida, puede serlo bajo una capa de desigualdad superficial». Debido a ello, advierte la reacción que suscita el cuestionamiento de algo que se concibe como natural: «¡Qué dices! Pero, ¡si ésto no se puede cambiar! ¡Tú estás loco!». Su intención con La dialéctica es, por tanto, como asevera Weeks, «utilizar la posibilidad de un futuro mejor para arrojar luz y plantear preguntas sobre el presente».

Con esa intención elabora su último capítulo, que titula «La revolución definitiva». Ella mis- ma afirma que sus propuestas son «peligrosamente utópicas», pero sigue adelante porque es

«consciente de los peligros políticos encerrados en la peculiar falta de imaginación con respecto a las alternativas de la familia» (1976: 283). La sociedad posrevolucionaria que esboza contempla una

serie de cambios radicales. En primer lugar, por todos los medios disponibles –como la reproduc- 77

ción artificial– se ampliará «la función reproductora y educadora a toda la sociedad globalmente considerada». En segundo lugar, se dará paso a un «socialismo feminista» y a un «socialismo ciber- nético» con el que se producirá «la reestructuración radical de la economía con el fin de hacer in- necesario el “trabajo”, es decir, el trabajo asalariado […] gracias a la primera distribución equitativa de la riqueza en el curso de la historia». En tercer lugar, se integrarán a las mujeres y a la infancia «en todos los aspectos de la sociedad global», destruyendo «las distinciones culturales varón/hembra y adulto/niño». Y, en último lugar, «todas las formas de sexualidad serían permitidas y consentidas» (Ibídem: 258-262).

En su afán por predecir las reacciones a sus propuestas, Firestone también nos advierte:


Nuestras exigencias revolucionarias serán percibidas probablemente con una actitud que abarcará desde un suave rechazo (–“es algo utópico… poco realista… descabellado… de- masiado lejano todavía… imposible… […]”) hasta la histeria (–“es inhumano… antinatu- ral… enfermizo… pervertido… […] ¿la maternidad creativa va a ser abolida para tener los niños en tubos de cristal, monstruos creados por los científicos?) (Ibídem: 262).


Efectivamente, como apuntó Ann Snitow, compañera de Firestone cuando La dialéctica fue publicada por primera vez, un libro que aboga contra el embarazo y a favor de la crianza en co- lectividades comunales estaba destinado a ser demonizado. Afirmó, como posteriormente haría Kathi Weeks, que «La dialéctica del sexo es, de lejos, el más utópico de los manifiestos feministas» (Merck y Sanford, 2010: 2).

Así, en esta línea, y de vuelta a Las guerrilleras de Monique Wittig, tal vez nos encontremos también con una de las más utópicas novelas feministas. En esta obra es posible observar cuatro



de los puntos esenciales que articulan igualmente La dialéctica del sexo. En primer lugar, el foco de atención puesto en la biología como causa explicativa de la opresión de las mujeres. Segundo, la teorización en torno a la clase sexual. Tercero, la necesidad de una revolución feminista para aca- bar con todos los sistemas de opresión. Y, en cuarto lugar, la proyección de una sociedad utópica posrevolucionaria que ha conseguido dinamitar el «sistema sexo-género» y edificar una sociedad sin género.

Las guerrilleras de Monique Wittig es una apuesta literaria y filosófica. Se puede dividir en dos partes, aunque la separación no está muy clara, como tampoco está clara la estructura en su conjunto. Cada parte está compuesta por párrafos separados por espacios en blanco y por páginas que aparecen cada dos hojas, más o menos, llenas de nombres considerados en francés como femeninos. En cada párrafo va sucediendo la historia sin responder a un orden cronológico, por lo que se producen continuos saltos en el tiempo. Así, en la que podría considerarse la primera parte del libro, Wittig describe la sociedad pos-revolucionaria, aspectos de su cultura, creencias y mitos. De repente, en las escenas que saltan en el tiempo, se proyectan acontecimientos violentos, de guerra y revolución, que se multiplican progresivamente conforme avanza el relato.

En la segunda parte, pues, Wittig nos traslada con mayor profundidad a la guerra y la revolu- ción, y a por qué la alentaron y comenzaron. Se produjo una toma de conciencia de clase (sexual) y aparecen escenas en las que las mujeres del mundo –«las guerrilleras»– se unen, combaten y forman

78 coaliciones, y a las que también se unen hombres. Esta toma de conciencia se produce por medio de discursos, símbolos –la vulva, la O, el cero, el círculo o el «anillo vulvar»– y el pronombre universal

«ellas». La revolución feminista es una cruenta guerra y, en contraste, la sociedad posrevolucionaria que se va construyendo después de la victoria es un escenario de calma, comunidad y paz.

Las alusiones que hace Wittig a la biología en Las guerrilleras son más escasas de lo que lue- go serán en sus obras posteriores. No obstante, se pueden encontrar referencias a su innovadora interpretación de la categoría de «sexo»: «Dicen que, cosa extraña, lo que en sus discursos han erigido como una diferencia esencial, son variantes biológicas» (1971: 98). Y es que para Wittig, la categoría de «sexo» y, en consecuencia, lo que se entiende por «biología», es en realidad una construcción social, «un constructo inanimado» (Butler, 2020a: 250).

En Las guerrilleras, Monique Wittig realiza una comparación entre la categoría de sexo y de raza. Tras declarar que «lo que en sus discursos han erigido como una diferencia esencial, son va- riantes biológicas», el discurso de las guerrilleras continúa así:


Dicen, te han descrito como han descrito las razas que han llamado inferiores. Dicen, sí, son los mismos opresores dominantes, los mismos dueños que dijeron que los negros y las hembras no tienen el corazón el bazo el hígado en el mismo lugar que ellos, que la diferencia de sexo, la diferencia de color significan inferioridad, derecho al dominio y a la apropiación (1971: 98).


En «La categoría de sexo», publicado en 1982, reflexiona sobre la manera en la que esta ca- tegoría determina la esclavitud de las mujeres, «como en el caso de los esclavos negros, tomando una parte por el todo, una parte (el color, el sexo) por la cual tiene que pasar todo un grupo huma- no como a través de un filtro» (2016: 31).



Para Wittig, la opresión de las mujeres también recae en su biología –en su cuerpo– pero principalmente recae en cómo su biología –su cuerpo– ha sido interpretado y construido social- mente: «Han hecho de lo que los diferencia de ti el signo de la dominación y de la posesión» (1971: 102). Influenciada por el marxismo, Wittig aboga por la toma de conciencia de clase, por la lucha como clase, para la desaparición del sistema (binario) de clases sexuales: «¿Qué significa “feminis- ta”? […] Para muchas de nosotras, significa alguien que lucha por las mujeres como clase y por la desaparición de esta clase» (2016: 39). Esa lucha es, en esencia, la lucha de Las guerrilleras.

Pero la influencia, en realidad, le viene más directamente del feminismo materialista francés, del cual formó parte, y de sus compañeras, como Colette Guillaumin: «profundamente influencia- da por Guillaumin, […] establece un paralelismo entre las mujeres como clase social, la servidum- bre en el feudalismo y la situación de las personas negras esclavizadas en el colonialismo» (Her- nández Piñero, 2019: 38). Los discursos y argumentos que utilizan ellas para alentar a la revolución reflejan lo expuesto en las líneas anteriores: «Dicen, desgraciada, te han expulsado del mundo de los signos, y no obstante te han dado nombre, te han llamado esclava, a ti, desgraciada esclava» (1971: 109).

Todo en Wittig es una estrategia que utiliza el lenguaje como medio de transformación so- cial. Porque es necesaria una transformación en el lenguaje para que se produzca una transforma- ción en la realidad material y social: «Dicen que no hay ninguna realidad antes de que las palabras

las reglas los reglamentos le hayan dado forma. […] Dicen que en primer lugar el vocabulario de 79

todas las lenguas debe ser examinado, modificado, cambiado de arriba abajo» (Ibídem: 130).

Las dos revoluciones en las que cree Wittig, como ha observado Mónica Cano Abadía, son la revolución lingüística y la revolución social, y Las guerrilleras se trata de «la narración épica de estas dos revoluciones, que van unidas» (2012: 346). A través de ellas es posible transformar el mundo:

«Dicen, que las que reivindican un nuevo lenguaje aprenden primero la violencia. Dicen que las que quieren transformar el mundo se proveen ante todo de fusiles. Dicen que ellas parten de cero. Dicen que comienza un mundo nuevo» (1976: 83). Y, ¿cómo es este mundo nuevo que comienza? En efecto, según afirma Elvira Burgos,


Las guerrilleras es una obra de gran belleza donde se dibuja, no mediante un lenguaje con- ceptual sino a través del relato ficción, una sociedad en la que la práctica de libertad es una realidad. La narración no pretende convencer con argumentos lógicos y bien estructurados. Figura un mundo en ausencia de los sexos-géneros establecidos (2016: 65).


No solo se proyecta el mundo que comienza inmediatamente después de la revolución, sino que transcurren los años y, finalmente, ha sido posible construir una nueva sociedad. Según la teoría marxista, la lucha de clases es el motor de la historia. Tal vez a eso se refiera Wittig cuando escribe: «Llevan consigo sus armas. Las entierran al mismo tiempo que las de ellos diciendo, que se borre de la memoria humana la guerra más larga, más mortal que jamás conoció, la última gue- rra posible de la historia» (1971: 124). Porque se ha producido, tras la victoria, el fin de la lucha de clases. En esa sociedad sin motor histórico: «Adelantan, no hay delante, no hay detrás. Progresan, no hay futuro, no hay pasado». Y, además, en este nuevo mundo ya no utilizan los símbolos ni las categorías de identidad, ya no las necesitan: «Dicen que no necesitan mitos o símbolos. Dicen que



la época en que partieron de cero se está borrando de sus memorias. Dicen que apenas pueden referirla» (Ibídem: 27-28).

En este nuevo mundo, se ha dado paso, en definitiva, a una sociedad sin género, sin categorías de identidad basadas en el cuerpo sexuado:


Dicen que, llegadas a este punto, deben examinar el principio que las viene guiando. Dicen que no tienen por qué extraer su fuerza de unos símbolos. […] Dicen que, por consiguiente, hay que dejar de exaltar las vulvas. Dicen que deben romper el último vínculo que las sujeta a una cultura muerta. Dicen que todo símbolo que exalte el cuerpo en fragmentos es temporal, debe desaparecer. Antaño así ocurrió. Ellas, cuerpos íntegros primeros principales, avanzan caminando juntas por otro mundo (Ibídem: 70).



Eduardo Galeano escribió en su obra Las palabras andantes que la utopía está en el horizonte: «Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.

80 Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar» (1993: 310).

De la imaginación de futuros mejores hacia los que caminar nacieron muchos de los debates que protagonizaron las demandas feministas de fi- nales de 1960. De las utopías como las imaginadas en La dialéctica del sexo o en Las guerrilleras nacerían muchos de los caminos por los que avanzar pero, al mismo tiempo, muchas de las discrepancias con las que construir nuevas direcciones hacia el horizonte. De ahí lo enriquecedor de la(s) utopía(s), pues de ella(s) es posible construir muchos de los caminos por los que comenzar a dar dos, diez pasos, para que el horizonte se desplace asimismo dos, diez pasos más allá.

Ambas obras, como se ha tratado de evidenciar, pueden ser leídas desde el hilo conductor que estructura este trabajo, pues las dos coinciden en la problemática de la diferencia sexual binaria. Para conseguir su destruc- ción creen necesario elaborar un análisis materialista de la opresión de las mujeres, teorizar en torno a la «clase sexual» y así conseguir una necesaria toma de conciencia para hacer posible la revolución feminista. En la toma de conciencia de clase se hace indispensable dotar de valor y de sentido crítico los rasgos anatómicos, para Firestone, en especial, la función reproductora y, para Wittig, la vulva y el cuerpo en su conjunto.

La revolución, para ambas, debe alcanzar la lucha de clases desde la clase de las mujeres. Desde la perspectiva de Firestone, la revolución debe liberar a las mujeres de su capacidad/obligación reproductora y, desde la

LA UTOPÍA DE UNA SOCIEDAD SIN

GÉNERO



de Wittig, el objetivo es crear nuevos lenguajes para expresar de modos distintos los cuerpos. La sociedad pos-revolucionaria que imaginan ha conseguido que las «mujeres» dejen de ser «mu- jeres» y que los rasgos anatómicos dejen de poseer un valor social. Modificando materialmente la función reproductora y modificando lingüísticamente la percepción de los cuerpos de las

«mujeres», estas dejan de ser «mujeres». Porque ¿cómo identificaríamos a las mujeres si ya no les caracterizase su función reproductora o su cuerpo entendido como femenino?

Las discrepancias en sus análisis, no obstante, son notorias. Teresa de Lauretis subrayó cómo

«Wittig compartía la premisa de que las mujeres no son un “grupo natural” cuya opresión sería consecuencia de su naturaleza física» (2015: 9). Y, efectivamente, la teoría de Firestone resultó con- troversial al afirmar que «las clases sexuales nacieron directamente de una realidad biológica: hom- bres y mujeres fueron creados con distinta configuración y diversidad de privilegios» (1976: 17). Wittig no compartiría nunca la idea de que la opresión de las mujeres «sería consecuencia de su naturaleza física», sino más bien de cómo se ha interpretado esa naturaleza.

Por otro lado, otro aspecto controvertido de la obra de Firestone se sitúa en su teoriza- ción sobre la sociedad pos-revolucionaria, cuando trata el aspecto de la libertad sexual y dice que «hombres y mujeres –en igualdad de otros factores– se preferirán el uno al otro sobre los demás individuos del propio sexo por simple conveniencia física» (1976: 299). Además de caer en una contradicción al hablar de «hombres y mujeres» en la sociedad pos-revolucionaria que,

previamente, había teorizado como una en la que dicha distinción desparecería, concluye, ade- 81

más, con una declaración cargada de homofobia. Según analiza Mandy Merck (2010), aunque su convicción en que una relajación en los tabús familiares fomentaría una sexualidad diversa y un futuro sin relaciones de pareja exclusivamente, la heterosexualidad no es vista por Firestone como la base de dominio y sumisión en las relaciones de género. De nuevo, una clara discre- pancia con Wittig.

Entre otras cuestiones, se ha criticado especialmente La dialéctica del sexo por su capítulo quinto: «El racismo o el sexismo de la familia humana». Sobre él, Angela Davis afirmó que «Firesto- ne sucumbe al viejo sofisma racista de culpar a la víctima» y con su teoría facilitó «el resurgimiento del manido mito del violador negro» (2021: 183). En palabras de Sophie Lewis: «Este capítulo […] merece todo lo que las feministas negras han criticado sobre él» (2023: 19). Por lo que, aunque in- tentó introducir –o, como diríamos hoy, interseccionar– la cuestión de la raza con su análisis sobre el sexismo, digamos que, como mínimo, no obtuvo un resultado satisfactorio.

En suma, existieron entre ambas importantes coincidencias y, al mismo tiempo, latentes discrepancias. Todas ellas, no obstante, deben ser entendidas como una base enriquecedora sobre la que debatir y comprender el devenir de los feminismos del presente.



¿Fue Shulamith Firestone precursora también del feminismo queer? Según Lisa Downing (2018), tanto Wittig como Firestone, destacan por ne- garse a perpetuar el determinismo biológico, así como por imaginar unas sociedades posrevolucionarias que suponen una re-imaginación radical de las categorías de identidad de sexo y género. Esta autora asegura que el dis- curso y la lógica empleada por Firestone sobre la institución de la familia, la reproducción, la maternidad y el determinismo biológico son eminente- mente queer. Un discurso que protagoniza una «utopía queer» en la que el sentido de los términos «hombre» y «mujer» quedan obsoletos.

Las obras de estas dos autoras sentaron muchas de las bases de la teoría feminista que vendría después y es sugestivo prestar atención al tra- tamiento de las obras de aquel contexto por parte de los feminismos del presente. Porque actualmente nos encontramos en una tercera o incluso cuarta ola del feminismo y, en muchas ocasiones, «una ola se define en con- traposición con la anterior» (Garrido Rodríguez, 2021: 488). Esta auto-percep- ción tiene una serie de consecuencias cuando se habla de las obras que se escribieron en el pasado, porque se presentan las olas siguientes como una

82 corrección de las anteriores, como un modelo superior. En primer lugar, la lectura desde los valores políticos del presente de las obras del pasado se trata, en efecto, de un anacronismo, no consiguiendo comprenderlas con profundidad. Y, segundo, se acaban silenciando las voces de aquellas que hablaron en esos tempranos años (Downing, 2018).

El problema es que, como advirtió Adrienne Rich, «toda la historia de la lucha por la autodeterminación de las mujeres ha sido ocultada una y otra vez. […] frente a cada trabajo feminista, existe la tendencia a reci- birlo como si saliera de la nada» (1983: 19). Los debates actuales entre y desde los distintos feminismos no se pueden comprender sin trasladarnos al pasado. Las obras de Firestone y Wittig, por lo tanto, se convierten en referentes a los que volver para comprender muchas de las problemáticas del presente, ya que de ellas –al igual que de muchas otras– nacieron y se vieron influenciadas las posteriores. Ciertamente, las aportaciones «de estas teóricas y militantes feministas del movimiento de liberación de las mujeres de fines de los años 60 e inicios de la década de los 70, han sido fundamentales para dar luz a una propuesta de teoría revolucionaria» y para «desplegar los múltiples análisis posibles sobre la opresión de las mu- jeres» (Apilánez, 2020: 64-65).

Así, en lugar de concebir el feminismo de los setenta como un ves- tigio de un pasado superado, sería más interesante y enriquecedor com- prender las temporalidades de la teoría feminista de modo que se tenga en cuenta tanto la continuidad como la ruptura. De hecho, como señala Kathi Weeks (2015), La dialéctica del sexo es un ejemplo de producción teórica

¿TEORÍA PROTO-QUEER? FIRESTONE Y WITTIG

EN LA ENCRUCIJADA



que formó las bases iniciales del proyecto de la teoría feminista que poste- riormente la rechazaría.

Resulta evidente, no obstante, que todo ello no significa que se deba evitar una lectura crítica sobre las obras de teoría feminista. Al contrario, di- cho análisis es necesario, porque, en palabras de bell hooks: «Resistimos a la dominación hegemónica del pensamiento feminista insistiendo en que es una teoría en construcción, una teoría a la que necesariamente hay que cri- ticar, cuestionar y reexaminar, explorando nuevas posibilidades» (2020: 40). Una crítica comprendida como algo que enriquezca la teoría posterior y no como un juicio de valor desde el presente que fomente su olvido.

Desde esta perspectiva, en definitiva, sería posible leer la obra de Mo- nique Wittig, pero también la de Shulamith Firestone, como parte de una

«teoría proto-queer». Y es que ambas, como feministas materialistas, recono- cieron que la biología de las mujeres ha sido utilizada como una herramienta de la opresión patriarcal. La autora estadounidense mantiene que «se ha he- cho necesario librar a la humanidad de la tiranía de su biología» (1976: 242) y la escritora francesa posiblemente defendería que «se ha hecho necesario librar a la humanidad de la tiranía de la construcción social de su biología». Pero sus propuestas coinciden en que la interpretación de la biología puede modificarse socialmente. Las dos están de acuerdo en que se ha de alcanzar una sociedad en la que las diferencias genitales –y las diferencias corporales– dejen de importar socialmente.


A finales de los sesenta del siglo XX se comenzó a (re)construir en Es- tados Unidos un movimiento que marcaría la vida de millones de personas. Parte importante lo ocuparon las feministas radicales, quienes buscaron no solo una reforma legislativa, sino una transformación profunda de la socie- dad. En Francia, con la brecha abierta por su Mayo del 68, pasarían de ser unas pocas concentrándose frente a la tumba del soldado desconocido, a conformarse, a partir de 1970, como un movimiento social. Todo ello condu- ciría a la explosión de los feminismos que configuran –y transforman– nues- tro presente.

¿Es posible imaginar una sociedad sin género? Shulamith Firestone y Monique Wittig lo hicieron en aquella convulsa década, así que es posible responder afirmativamente. También es plausible concluir con que la elabo- ración de obras que contemplen una transformación radical de la sociedad son muy difíciles de escribir, e incluso de imaginar, sin un contexto asimismo radical en el que se vean inmersas sus autoras. Trasladarnos desde el presen- te a ellas resulta muy enriquecedor, pues permite comprender la historia de la teoría feminista desde una continuidad histórica.


83


CONCLUSIONES


Por otro lado, a través de este recorrido surgen inevitablemente otras cuestiones, en esa intención de centrarnos en el legado de estas autoras para los feminismos del presente: ¿Es posible una sociedad sin categorías de identidad? ¿es factible construir categorías de identidad para luchar por la destrucción de esas mismas categorías? ¿es realizable la construcción de un movimiento social sin un sujeto identitario? Volver a quienes han teorizado sobre ello favorece el devenir de estos debates.

En definitiva, sean cuales sean las estrategias que se planteen desde las distintas corrientes, la proyección de un horizonte utópico está siempre presente, mediante esa capacidad de imaginar un futuro mejor hacia el que caminar. Porque como dice Judith Butler, «debemos hacerle sitio a otro mun- do, debemos insistir en la posibilidad de un mundo estructurado sobre la no violencia; proclamar, incluso, que semejante mundo es factible, aun cuando no encontremos la manera de llegar a él» (2020b: 54).


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05

VIDA DE DELHY TEJERO

África Cabanillas Casafranca Madrid: Eila Editores



BEATRIZ FERNÁNDEZ DE CASTRO


Universidad de Cádiz

¿Quién fue realmente Delhy Tejero? Esa es la 87

principal pregunta a la que África Cabanillas, profesora de la UNED con una amplia y comprometida trayecto- ria en la investigación de la Historia del Arte con una perspectiva feminista, trata de dar respuesta a lo largo de esta obra.

Delhy Tejero (1904-1968) es principalmente re- conocida por los dibujos y pinturas que se publicaron en periódicos y revistas nacionales durante los años 30´ del siglo XX, así como por su asociación con la Ge- neración del 27´. Sin embargo, su carrera fue mucho más prolífica. A lo largo de prácticamente cuarenta años, desde la década de 1930 hasta su muerte a fi- nales de la década de 1960, desarrolló una produc- ción muy amplia y cambiante, reflejando su constante búsqueda de nuevas formas de expresión. Por ello, destacó como una figura clave en la renovación del arte español, “por hacer de todo y hacerlo todo bien, tanto lo figurativo como lo abstracto, y no sólo por las nuevas formas, sino por las originales técnicas”, según afirmaba la crítica de la época.

A lo largo de diez capítulos, la autora realiza un acercamiento a la pintora, explorando no sólo su contri- bución al mundo del arte, sino también su experiencia


Fernández de Castro, Beatriz (2023). « Vida de Delhy Tejero. Madrid: Eila Editores». Filanderas. Revista Interdisciplinar de Estudios Feministas (9), 87-89.



como mujer en ese complejo período histórico. Los siete primeros capítulos abordan diversos aspec- tos de la vida de Delhy, componiéndose de un prólogo y un epílogo acompañados de un recorrido detallado por su biografía. Los últimos tres incorporan distintas imágenes de la pintora, como foto- grafías y algunas de sus obras, así como un glosario y una bibliografía.

Cabe destacar que se trata de la primera biografía completa de la artista, ya que hasta ahora sólo se habían publicado estudios parciales. Enfatizamos también el análisis riguroso llevado a cabo por la autora, basado en una amplia variedad de fuentes que incluyen testimonios de familia- res, entrevistas, los diarios (o “Cuadernines”) de la propia Delhy, críticas, catálogos de exposiciones y documentación de archivos. El hecho de que la obra esté escrita desde una perspectiva femi- nista permite no sólo replantearse y completar las muchas lagunas existentes hasta la fecha en su historia, sino también corregir errores que han persistido y contribuir a realizar una genealogía exhaustiva de las artistas españolas.

Esta pintora recibió un amplio reconocimiento por su trabajo. Sin embargo, tras su falleci- miento en 1968, su legado comenzó a desvanecerse gradualmente, cayendo prácticamente en el olvido tanto para el público en general como para los expertos en arte. Ello se debe a diversos factores, como su condición de mujer en una época donde el reconocimiento para las artistas era muy limitado, el sufrimiento que le generó la Guerra Civil, su decisión de regresar del extranjero y crear arte en el contexto de la férrea dictadura de la España franquista, así como por la naturaleza

88 de su obra, la cual resultaba difícil de encasillar en categorías convencionales.

Tal y como la propia Delhy afirmaba, destacó por “ser pintora siempre y hasta el final”. Partici- pó en diversos certámenes, mostró sus obras en exposiciones individuales y colectivas, y compa- ginó este trabajo con la enseñanza. Su determinación por forjar su propio destino, desafiando las expectativas impuestas por la sociedad de su época, fue una constante en su vida, una lucha que vivió y defendió con firmeza.

La noción de Delhy Tejero como una artista caleidoscópica sugiere que no existe una úni- ca versión de ella, sino varias. La artista no se limitó a ser sólo la joven proveniente de provincias, llena de ambición y sofisticación, que llegó a las redacciones de los principales periódicos de Madrid para ofrecer sus ilustraciones de estilo art decó a finales de los años veinte y principios de los treinta. También fue la misma persona que, en la década siguiente, en medio de un país devastado por la Guerra Civil y la opresiva dictadura, alcanzó su madurez tanto en la vida perso- nal como en la artística, emergiendo como una destacada muralista. Además, fue la misma que, a pesar de enfrentarse a distintos problemas de salud, continuó trabajando y experimentando con su arte. A lo largo de toda su carrera se mantuvo en la vanguardia artística española y des- empeñó un papel fundamental en el surgimiento del arte moderno en el país, siendo recono- cida por su versatilidad.

La autora también aborda la dualidad en la personalidad de Delhy, exponiendo sus dos facetas: una paciente, resignada y tradicional, y otra revolucionaria, sublime y guiada por la in- tuición. Aunque a menudo su “solitarismo” se haya asociado con aspectos negativos como el aislamiento y la falta de comprensión, también está vinculado a elementos positivos como la independencia. A su vez, el hecho de que la artista pudiese experimentar un exilio interior es una cuestión compleja, dado que pudo continuar trabajando en España durante el régimen franquista, a pesar de haber sido víctima del proceso de depuración experimentado en el país



Fernández de Castro, Beatriz (2023). « Vida de Delhy Tejero. Madrid: Eila Editores».

Marías. Entre la adoración y el estigma… / Reseña



tras la Guerra Civil. Llama la atención el hecho de que llegase a recibir encargos oficiales, si bien su trabajo no se alineaba con la propaganda del régimen y no debe interpretarse como un tipo de producción afín al mismo.

Delhy encarnó el modelo de la “mujer moderna”: culta, educada en áreas que tradicional- mente se consideraban masculinas, artista profesional que vivió de su trabajo y, en el ámbito per- sonal, rompió con el modelo tradicional optando por no casarse ni tener hijos. Exhibió una curio- sidad y valentía notables, así como una firme determinación de priorizar su arte por encima de todo lo demás. No obstante, a pesar de romper con muchos de los estereotipos del momento, Delhy quedó limitada por sus profundas convicciones religiosas y tampoco se identificó con los movimientos feministas de su época. También tenía una actitud crítica hacia las exposiciones ex- clusivamente femeninas. En este sentido, su seguridad y conciencia de su valía como artista eran evidentes en su rechazo a ser etiquetada simplemente como una “mujer que pinta”.

El principio de no traicionarse a sí misma fue una constante en sus diarios, pero su com- promiso e independencia personal se vieron limitados por las restricciones impuestas por el régi- men. Además de no encajar en los círculos afines al franquismo, sufrió las consecuencias de haber mostrado simpatía por las ideas liberales en su juventud, así como por dedicarse a la pintura, una actividad sospechosa para la dictadura. Resulta evidente que la artista no simpatizaba con el régimen y que simplemente lo toleraba para poder desarrollar su carrera. Su constante deseo de

independencia se reflejaba también en su defensa de la autonomía del arte, rechazando cualquier 89

implicación política o comercial que pudiera comprometer su integridad artística.

Como sostiene la autora durante toda la obra, es incorrecto reducir a Delhy Tejero a una úni- ca representación, pues existen múltiples facetas desde las que poder aproximarnos a su produc- ción y personalidad. A menudo, se ha prestado más atención a ciertos aspectos de su vida, como su belleza, precocidad y singularidad, que pueden ser más estereotipos que realidades concretas. A lo largo de su vida, la artista experimentó y trabajó incansablemente, motivada por cumplir su principal objetivo: ser pintora hasta el final de sus días.

En Toro, su localidad natal, su memoria ha persistido, aunque de manera tenue, gracias a la preservación de su casa familiar como museo desde 1971 hasta 1987, y a la ocasional organización de exposiciones centradas en su trabajo, generalmente coincidiendo con efemérides.

La obra tiene carácter divulgativo, difundiendo el conocimiento de una manera accesible y empleando un enfoque científico, pero a la vez atractivo para el/la lector/a. Ello es especialmente relevante, ya que permite acercar la vida y obra de esta artista a un público más amplio. Esto es crucial porque, a menudo, los trabajos sobre mujeres, incluso los de naturaleza feminista, tienden a ser limitados en número y, en ocasiones, quedan reducidos a los círculos académicos. Supone, por tanto, una aportación imprescindible para el conocimiento de la pintora Delhy Tejero y, por exten- sión, para contribuir a completar el discurso en torno a las artistas españolas del siglo XX, ya que su ausencia en los relatos históricos impide obtener una comprensión completa de los mismos.



Fernández de Castro, Beatriz (2023). « Vida de Delhy Tejero. Madrid: Eila Editores».

Filanderas. Revista Interdisciplinar de Estudios Feministas (9), 87-89.

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06

INTERVIEW WITH

LENA M. MEARI

(Palestinian researcher at Birzeit University)


SANDRA BLASCO LISA


Zaragoza/Birzeit, 14 de julio 2024


Blasco lisa, Sandra (2024). «Interview with Lena M. Meari».

Filanderas. Revista Interdisciplinar de Estudios Feministas (9), 91-102.


We are in a context of multiple crises. Among them, one of the most problematic is the war crisis, nu- clear proliferation, and the rearmament of some of the world’s most powerful countries, in terms of economy and military investments. China has become the world’s largest economy, allied with countries like Russia or Iran. Meanwhile, the United States seeks to strengthen

its influence by dragging Europe into a policy of rear- 91

mament and confrontation with Russia and China. This leads us to a situation of threat of world war.

In addition to this, we are experiencing a situa- tion of discredit due to the incoherence of Western discourses on human rights and peace regarding the policies carried out by European countries led by the United States and NATO in other parts of the world. Also from academia, from the sources of knowledge creation in Europe, there is a certain disconnection and a lack of critical studies on the consequences of the policies that our countries carry out in other parts of the world.

We believe that feminism, which in countries like Spain has gained a remarkable stance, must ad- vance in an international feminist solidarity that im- pacts the violence suffered by populations in other countries. One of the most glaring examples today is the case of arm sales and international support for Is- rael. Since the creation of this state in 1948, with the argument that it is the only consolidated democracy in the region, the violation of human rights is omitted. In Europe and in Spain, there is misinformation about the history of Palestine and Israel, and the ma-



jority of the population, influenced by the discourse of political parties and the media, still believes that what happened on October 7th is the beginning of a war between two sides.

We must work scientifically, publishing papers with a gender and feminist perspective, but always keeping our feet on the ground in line with the objec- tives, perspective, and values that prevail in our work with the reality we experience in our context. Femi- nism is diverse; it has multiple forms of expression. Not all feminisms are pacifist, but certainly feminism has not been characterized by advocating for war, much less for defending genocide or the massacre of civilian populations, knowing that it is elderly people, women, and children who make up the majority and suffer the ravages of violence. Therefore, we believe it is appro- priate for this issue to incorporate the perspective of someone from the Palestinian scientific community, so

92 that they can convey the reflections and lines of thou- ght that exist in the women’s institutes of universities in the Arab world in the face of the current situation. These are aspects that allow us to better connect with those other realities outside of Europe that are someti- mes difficult to access.

For this purpose, we have spoken with Lena Meari, born in Haifa to a refugee family from Al-Birweh village which was destroyed in 1948. Lena is an assis- tant professor of Sociocultural Anthropology/Feminist Theory and Research at the Department of Social and Behavioral Sciences and the Institute of Women’s Stu- dies at Birzeit University.


Dear Lena, How are you? Thank you for ac- cepting this conversation.

I appreciate your initiating this conversation at this historic moment for the Palestinian people, for the region and the world.

We are living in a defining moment that reveals the observable Zionist genocidal acts perpetrated against the Palestinian people, as well as the underl- ying, non-observable structural cruelty of the Zionist settler colonial order supported by imperial capitalist


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powers. Israel’s current ongoing atrocities not only aim to destroy all aspects of Palestinians’ present life, but also their future. Since October 7th Israel have killed, to date, 45,045 Palestinian men, women and children, injured 110,888, displaced 2,000.000, arrested and bru- tally tortured 16,900 and damaged 227,591 housing units (PCBS 2024). It has also damaged and destroyed all schools, universities, hospitals, bakeries, mosques, workplaces and cultural centers. These atrocities prove that the Zionist settler colonial system is a brutal vio- lence machine ready and capable, at any moment, to initiate acts of extermination against the colonized people of Palestine when they actively resist their more than seventy-five years of colonialism.

The situation at this historical moment, as the world watches on air the procession of the total vicious destruction of material, cultural and biological lives of Palestinians, is extremely hard to bear, but what makes it possible to endure this scale of devastation, is the profound aspirations for freedom and the organic rela- tion of Palestinians to their land that has always existed among Palestinians and the oppressed peoples. The persistent struggle for a liberated future and the su- mud (steadfastness) enacted by the Palestinian people



in the face of extermination is what provides us with resilience, solidity and hope.


I know it’s difficult to condense and sum- marize everything that has historically happened to your people, but how do you see this situation? Can you explain to us what has happened since the creation of the state of Israel and the current situa- tion in Palestine? What is Zionism?

The personal story of each Palestinian has di- mensions that condense and narrate the historical col- lective brutal injustices the Palestinian people endured and their heroic sumud in facing these injustices.

Instead of trying to list the atrocities that have been and are being committed in Palestine since the violent and forceful introduction of Zionism onto the land and people of Palestine, as well as the crimes of British colonialism that preceded it and enabled its ful- filment, I will approach these crimes through my per- sonal story.

My family originated from Al-Birweh village in the Palestinian Galilee, nine kilometers from the coast- al city Akka. The village was attacked and destroyed by the Zionist forces on June 24, 1948. Its inhabitants were uprooted and forcibly expelled from their land and became refugees either in nearby villages in the Galilee or in Lebanon, Syria and Jordan. On its ruins the Zionists established two Jewish settlements to replace its indigenous Palestinians, who are still struggling to return to their land.

My village is one of 530 Palestinian villages and cities destroyed by the Zionist forces during the Nakba- a term used to refer to the Zionist criminal operation of uprooting the indigenous people of Palestine and the conquering of their lands through massacres, destruction, dispossession and expulsion of 800,000 Palestinians, replacing them with settlers and announcing the creation of Israel on the ruins of the Palestinians’ lands that embraced their mode of being. Israel, backed by European and then American capitalist imperial powers that considered it as colo- nial base in the midst of the Arab region, created a


fictitious legal web to continue the project of confis- cating the remaining Palestinian lands within its then declared borders.

Because elimination and expansionism are essen- tial tools for settler colonialism, the Zionist colonial pro- ject continued to expand in 1967 with the occupation of the remaining parts of Palestine (West Bank, Gaza and East Jerusalem) as well as parts of Arab countries (The Egyptian land of Sinai and the Syrian Golan), displacing 300,000 Palestinians, some of them for the second time. This means that a large portion of Gaza’s population that are being killed and displaced by Israel today are displa- ced from their original villages and cities.

The Nakba led to the fragmentation of the Pales- tinians. Some Palestinians remained on their land and were subjected to Israeli military rule that continued until 1966. Some Palestinians are living under Israeli mi- litary rule in the West Bank and Gaza, some Palestinians

live in Jerusalem as residents threatened by expulsion, 93

and some Palestinians are in diaspora.

Like my entire generation, I embodied the ago- nies and hardships of the Nakba through the stories of our grandmothers and grandfathers, who witnessed the destruction of their lives, the forceful cut off from their lands and the mode of life it entailed. The Nakba is not a historical event but a continuing structure that condi- tions the material and subjective forms of life under Zi- onism as a settler colonial order. The Zionist institutions, policies, practices and relations toward the colonized are structurally organized according to eliminatory log- ic which takes multiple forms that resembles genocide, ethnic cleansing and apartheid. The current war against my people across the Palestinian colonized geography, and specifically in Gaza is the continuation of the settler colonial racist logic which considers the indigenous Pal- estinians as sub humans and a constant potential threat worth of killing, torture and elimination.

The Zionist settler colonial logic of elimination and expansion is constantly pursued through the pro- cesses of war and “peace”. Following the Oslo accords between Israel and the leadership of the Palestine Li- beration Organization (PLO), that its first agreement



(Declaration of Principles) signed in 1993, the Jewish settlements on Palestinian lands proliferated. At the time of the signing of the Oslo Accords in 1993, there were approximately 110,000 settlers in the West Bank and around 140,000 in East Jerusalem. Today, about 30 years later, there are about 465,000 settlers in the West Bank, residing in around 300 settlements and outposts. In East Jerusalem, there are approximately 230,000 se- ttlers, in addition to about 3,000 who are residing wi- thin Palestinian neighborhoods in East Jerusalem (Pea- ce Now 2023).

In this sense, Zionism is an eliminatory expan- sionist colonial ideology, that is a heir of European co- lonial modernity, specifically its mode of settler colo- nialism. The inception of Zionism, its realization in the form of the settler colonial State of Israel, its historical and current trajectory is only possible through the eli- mination of the colonized Palestinians.

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The Palestinian people suffer multiple legal violence in their daily lives, the denial of culture and traditions by the State of Israel... From outside Palestine, it’s hard to imagine the effects of a mi- litary, colonial regime, of daily repression. How is life lived under this oppression? What is the day- to-day like?

“Legal violence” is one form of oppression that Palestinians face. The law, the judiciary system, the prison, the academic institution, the curricula and the media are among the other multiple apparatuses that enable the implementation of the comprehensive Zio- nist settler colonial project of elimination, disposses- sion, displacement, control, and subjugation of Palesti- nians and affect the details of the reality and daily lives of Palestinians.

Being colonized is a fragile positionality that exposes the colonized to multiple forms of atrocities manifested in the constant dispossession of your land and preventing you from accessing what remained of it, controlling your resources, surrounding your cities and villages with walls, checkpoints and roadblocks, being prevented from accessing your farms. Being


colonized means being a constant hostage subject to mass imprisonment, torture, and captivity at any time. It also means you are subject to repeated attempts to shape your consciousness to submit to the colonial reality.

Despite the reification of evil in the brutal day to day life of Palestinians today, it is worth noting that vi- cious maneuvers of the genocidal colonial project are not necessarily a complete project, as the aspirations for liberation is part and parcel of the consciousness, conscience, mode of being and practices of Palesti- nians in all their colonized geographies. For instance, Palestinian political captives who had been subject to mass imprisonment and torture had historically turned their prison walls into revolutionary castles, resistance spaces and popular universities. From within the walls of prisons and its harsh material conditions, the com- munity of Palestinian captives invented creative means to develop an educational system, organizational structures and communication networks within and beyond the colonial prisons. The achievements of the Palestinian prisoners’ movement were gained through a long process of struggle that entailed suffering, sac- rifice and hope.

Hence, in the details of daily colonized lives of Palestinians we notice the effects of brutal oppression as well as, the effects of the refusal to surrender. Co- lonial atrocities had constantly incited its negation re- flected in Palestinians’ steadfastness, perseverance and resistance.


What does it mean to you to be a Palestinian woman? Tell us about your life. What gender diffe- rences does this oppression have?

The formation of my subjectivity as a Palesti- nian-woman embodies multiplicities and transforma- tions. My subjectivity as Palestinian-woman is shaped by historical-material structures of power as well as my personal and collective struggle against these intersec- tional structures of power.

I am Palestinian as part of the colonial grievan- ces that my people face. At the same time, I am the



product of my class position on the one hand and my class stance on the other. I am also a product of gender power dynamics and relations that shift over time. My subjectivity as a Palestinian woman is shaped by the- se intertwined structural oppressive colonial, class and gender power relations and my personal and collective agential resistance to them.

To approach gender differences in the Palesti- nian context we need to employ a historical analytical approach that assist us to focus on observable gender differences present in the Palestinian reality today whi- le clarifying how gender norms and relations in Palesti- nian society, as in other societies, have changed throu- ghout history, as they are not fixed or rigid, but rather transform in response to political, social and economic changes that occur in society.


“From the river to the sea, Palestine will be free”. What does this mean for you? What do you think about the solution of “creating two states”?

“From the river to the sea Palestine will be free” as a chant signifies the negation of the multiple for- ms of colonial oppressions Palestinians from the river to the sea confronted and continue to confront under Zionist settler colonialism. In colonial situations the as- piration for liberation from all forms of oppression is an aspiration for a liberated and free future.

Regarding the discursive political slogan of “two states solution”, the on the ground reality of settler colonial expansionism turns it into political delusion. The unceasing land expropriation, uprooting of Pales- tinians, besieging them in walled spaces and the pro- liferation of Jewish settlements on Palestinian lands turn the “commitment to the two state solution” into repetitive empty slogan employed by the U.S official regime to cover-up its financial and military support to the continuation and consolidation of the Zionist sett- ler-colonial project implemented by Israel in the ma- terial reality. The recent rejection of the Israeli Knesset of the establishment of a Palestinian state, which was voted for by overwhelming majority means that exter- mination and wiping out Palestinians is the final aim.


Always armed resistance against the occu- pation is considered. Are there women’s groups in this resistance?

From a conceptual anti-colonial standpoint, as the theorist-struggler Frantz Fanon explicated more than sixty years ago, revolutionary violence has po- litical and psychological function. On the political le- vel, the systematic logic and practices of colonialism are based on violence and continue through vio- lence, hence it can only be stopped by counter-re- volutionary violence. On the psychological level, to be liberated from the subjective positionality of the subjugated colonized and the psychological distor- tion resulting from living for long period under racist, superior colonialism, is only possible through revolu- tionary violence.

The Palestinian history witnessed the resort to revolutionary violence and anti colonial armed resis-

tance since the British colonization of Palestine. The 95

involvement of women in armed resistance at that period and the secret women’s armed groups were mainly exposed by oral history held by Palestinian fem- inists such as Faihaa Abdulhadi, Janan Abdo and others who conducted oral history interviews with some of the women involved in these groups. Some of these groups are “Al-Qassam Companions” which included female students who were trained to carry weapons by Al-Qassam in 1930 in Haifa, as well as “The Black Palm” organization, which was active in the Jerusalem area and some of its members were arrested and tried in military courts. In addition to “Zahrat Al-Uqhuwan” group, which was active in the year of the Nakba in the Jaffa region. Oral history also revealed the roles of pea- sant women in transporting arms to revolutionaries before and during the Nakba.

Following the Nakba and the establishment of the PLO in 1964, women joined the various political organizations, including their military sections. Sha- dia Abu Ghazaleh, Fatima Bernawi, Lila Khaled, Dalal Almoghrabi, Tarez Halasi are among the most known. Women engaged also in popular and armed resistance during the first and second intifadas. Recently, during


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the prisoners exchange deal on November 2023, we witnessed women in Al-Qassam brigades military uni- form.


Were there feminist women’s groups before the occupation? What were their demands?

Historically, Palestinian women participated in anti-colonial liberation struggle and had established various women’s movements. The involvement of Pal- estinian women in organized political activism goes back to the beginning of the twentieth century. This involvement began in 1921 when the first Palestinian women’s union was created in Jerusalem, under Bri- tish colonization and came to exemplify the organic link between national liberation and social struggle (Kuttab 2009, 104). Palestinian women’s activism had been since then, linked to the Palestinian anti-colo- nial liberation struggle. This wasn’t an exception, as in her classic book Feminism and Nationalism in the Third


World Kumari Jayawardena (2016) traces the women’s movements in the third world and argues that femi- nism had originated from the specific struggles of women against colonialism. This means that the emer- gence of women’s movements and women’s activism was not instigated out of pure gender agendas. Never- theless, as Frantz Fanon (1965) reveals in his analysis of the Algerian revolution against the long-lasting French colonialism in Algiers, the Algerian woman and her po- sition had transformed as a result of her revolutionary commitment. Fanon asserts that the radical change during the revolutionary anti colonial war “could not occur without having profound repercussions on the other components of Algerian family life”, society and the cultural values (Fanon 1965, 98).

Hence, despite the fact that the Palestinian wo- men’s movements and their attempt to mobilize women emerged out of national liberation desires and commit- ments, it had affected a change in Palestinian women’s gender roles and resulted in their empowerment.

The political participation of Palestinian women did not stop after the Nakba, despite the devastating conditions of the Palestinian people who became sca- ttered and separated from their homeland. Between the years 1948 and 1967 Palestinian women initiated charitable organizations aiming at supporting the or- phans and elders as well as the families affected by the expulsion. These organizations had also worked with Palestinian poor women aiming at integrating them in vocational trainings. After the establishment of the Palestinian Liberation Organization (PLO) in 1964, wo- men activists had established the Palestinian women’s general union as a popular organization working with women on social-economic issues and mobilizing them to participate in the liberation struggle.

Following the Israeli occupation of the remaining parts of Palestine in 1967, Palestinians, specifically during mid 70s and 80s had established an extraordinary net- work of grassroots organizations and community level committees, including student and youth organizations, workers’ unions, women’s committees, and voluntary work committees. The emergence and proliferation



of these mass organizations reflected a sense of com- munity and collective responsibility. They were “open, semi-legal structures, designed to mobilize and work among specific sectors within the population”, through recruiting new membership and engaging in sustained effort to widen the social base of their membership and constituency” (Taraki 1989, p. 433). They become an or- ganic component of the national liberation movement and the liberation struggle.

When the first Palestinian Intifada (uprising) erupted in 1987, it was these grassroots organizations and community groups that carried out and sustai- ned the struggle and provided the needed social and economic support to victims of political and military violence (Makkawi 2009, 78). The Intifada reflected not only a revolution against the colonizer, but also a social revolution in its own right, in which “women rebelled against their traditional place in a patriarchal society” (Hiltermann 1991, 48). It is worth noting though, that the women rebellion against patriarchy had been ena- bled and legitimized through its links with the Palesti- nian national liberation struggle.

Women’s activism during the Intifada had been organized and mobilized by four women’s committees each linked to different political faction that composed the Palestinian national liberation movement. Women committees had thousands of members including educated, urban middle class women, housewives and working women (Hilterman 1988, 50; Taraki 1989). The women committees had organized demonstra- tions and confrontations with the military occupying forces, and their demands included national, class and women liberation. Women’s committees had also es- tablished women’s productive cooperatives that con- tributed immensely to economic self-sufficiency (what was called sumud economy) during the Intifada. The women’s mass-based organizations had crucial role in consciousness-raising and delivering much needed services in areas of health, education, agricultural ex- tension, and daycare (Hammami 1995, 55).

The signing of the Oslo Accords in 1993 consti- tuted a rupture in the history of the Palestinian strug-


gle for liberation. The Oslo accords not only changed the Palestinian liberation project into a “state building” project amid the continuation of the colonial rule, it also transformed the political culture of Palestinians in the West Bank and their organizational structures. One of the main post-Oslo transformations was reflected in the NGOization of political activism or what Rema Hammami (1995) calls “the professionalization of po- litics”. Throughout the post-Oslo years, the Palestinian mass organizations (including the women commit- tees) were deliberately invaded by overseas funding from Western capitalist countries. Rather than having the opportunity to develop their own social and eco- nomical infrastructure, Palestinians were taken hosta- ges by funding conditional upon satisfying Western capitalist demands which had penetrated the com- munity from the top down, including the Palestinian Authority itself. With a widespread network of funded

Non-Governmental Organizations (NGOs) operating 97

throughout the Palestinian community, the old grass- roots voluntary organizations simply disappeared from the map (Makkawi 2009, 78).

The transformation of mass-based, voluntary organizations into more elite, professional and politi- cally autonomous institutions was a complex process in which a variety of forces were at play (Hammami 1995, 56). The main pitfall of this transformation was the dependence on foreign funders and foreign do- nors who put political conditionality on their funding. This political conditionality tended to fall in with the interests of the professionals within organizations who wanted to find means of asserting more control over priorities and ways of working. More importantly, donor and NNGO support accelerated a shift that was already under way from what had been the radically informed ideologies of a mass movement to discour- ses more narrowly defined in terms of development (Hammami 1995, 56).

According to Eileen Kuttab (2008), The emerging phenomenon of feminist NGOs during the post-Oslo years played a prominent and highly controversial role in sustaining feminist organizations as a women’s


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movement. These NGOs have come to denote particu- lar kinds of groups with orientations and practices dis- tinct from those of the historic women’s groups of the 1970s and 1980s. During the early 1990s, as women’s NGOs grew and proliferated, they started to play a pro-

98 minent role in transforming the local women’s agen- da. Growing numbers of specialized and professional feminist NGOs dedicated themselves to intervening in national and international policy processes, as the mo- vement’s leadership sought to use this opportunity to impact new national policies through specialized and professional work. Consequently, they became more noticeable on the national map because they received funds from bilateral and multilateral agencies. They adopted a new agenda, more oriented to policy and advocacy, which provided expertise to international and national organizations for the preparation of offi- cial documents and assessment reports. This structural transformation of women’s activism further detached women’s issues from broader national issues, depoliti- cizing women’s rights.

Nevertheless, amid the continuation of settler colonial eliminatory policies and the deteriorating con- ditions, a more revolutionary discourse and new inde- pendent feminist groups had emerged. This discourse and groups adopted a de-colonial feminist approach seeking to struggle against all forms of oppressions constraining women’s lives and opening possibilities for emancipatory future.


What is a woman? What is feminism to you? Which female authors have been most influential for you? Do you participate in any women’s or fem- inist groups or movements in your city or at Birzeit University?

Women are not abstract subjects. They are his- torical subjects contextualized in their material con- ditions and constrained by intersected structures of oppression and exploitation at the local and global le- vels which include colonialism, imperialism, capitalism, racism, white supremacy and patriarchy. These structu- res of power are intertwined and create multiple and transforming formations of masculinities and femini- nities. These formations and the working and implica- tions of entangled structures of oppression need to be studied and analyzed in nuanced ways and in context. A nuanced analysis is often distorted by Orien-

talist- colonialist and Eurocentric forms of knowledge production which portray women of the global South in general and Palestinian women in particular in uni- fied-homogeneous way as passive victims of their culture and religion neglecting the effects of mate- rial colonial and economic factors that shape their life conditions.

Women of the South, and Palestinian women are heterogenous category constructed by their race, class and gender. They are also active actors not merely passive victims. They engage in resisting the specific and intertwined forms of oppression and



exploitation that limit their life opportunities and their liberation as well as the liberation of their com- munities and people.

Hence, I had never been concerned with the term woman, rather in historical material women. From within my material context, I am concerned with Pales- tinian women within the settler colonial order they live in. To approach their multiple situated positionalities, I adopt a decolonial stand and decolonial feminist theo- retical and methodological frames of analysis. In con- trast with most writings on Arab women’s conditions, which adopt analytical frameworks that overlook the structural basis of women’s oppression, a decolonial feminist approach seeks to grasp the visible aspects of domination and oppression while simultaneously ex- posing the structural nature of these oppressions. This dual process assists us to make sense of their experi- ences and struggles under conditions of war and set- tler colonialism in late capitalism, and lays the ground for formulating a transformative feminist methodolog- ical approach that contextualizes and historicizes the broader specific form of colonialism they were born into.

Instead of being influenced by specific theorists, I am influenced by decolonial emancipatory ideas that could assist in decolonizing feminism.


You have taught in California and you are a professor in the West Bank. Have you felt closer to Western professional deontology or to Arab deon- tology? Maybe it’s something you haven’t thought about.

I had been interested in thinking what theoreti- cal frames we employ in our research, how we position ourselves within the matrix of power in the specific his- torical conditions we live in and do research, and how do we reflect our political, and ethical commitments while doing research. These questions are related to the epistemological and political aspects of knowled- ge production and praxis. These questions drive me to constantly decolonize my mind from hegemonic Euro- centric-colonial deontology.


What lines of work are you developing at the Institute of Women’s Studies at Birzeit University? Are you working to reclaim the women who had to leave since the Nakba of 1948? How do you recover the memory of refugees?

There are various research interests and acade- mic works among the members of the Institute of Wo- men’s Studies (IWS) at Birzeit University. Nevertheless, our collective interest in confronting feminist co-opta- tion and backlash comprised the main theme of IWS last conference held on June 2023.

The conference discussed the various contem- porary forms of colonialism, neoliberalism, and anti-fe- minism that feminist struggles in the Arab world, and the global south in general, confront; how feminism has been co-opted (in both its imperial liberal and glo- balized forms) in the service of projects that are coun- ter to the basic principles of liberatory feminisms that

strive to overturn racial, class, and colonial domination; 99

how ideas and rhetoric rooted in feminism have been taken up to further goals of capitalist exploitation and inequality, imperial domination and colonial dispos- session, and led to a belief among some that neoli- beralism offers women new forms of feminist libera- tion, on the one hand, and to a conservative backlash against feminist ideas based on accusations that it is in the service of imperialism and colonialism, on the other. Within this frame, we asked: what are the pos- sibilities for feminist struggles in formulating through theory and practice strategies to confront contempo- rary neoliberal-globalized and colonial projects? The conference’s panels considered three challenges: the entangled histories of feminism and colonialism in the global south; neoliberalism, globalized institutions, and the confiscation of women’s liberation; popular anti-feminist backlash.

During the current ongoing genocidal war, IWS had engaged in an initiative of collecting and publish- ing women’s testimonials from Gaza – an initiative that has built relationships and networks with women in Gaza as well as anti-imperialist feminists international- ly. Building on earlier work of the Institute, particularly


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in its journal, Review of Women’s Studies, where testi- monials by women in Gaza were published during earlier Israeli wars on Gaza, the work involves docu- mentation, translation, and publication of women’s testimonials.

Additionally, IWS had Public engagement on the current moment of increased genocidal violence

- This involved public talks and written interventions for Arabic and English language audiences in different forum, including Arabic research centers and media platforms, regional and international activist and soli- darity-informed spaces. One example was an event we held to discuss the violation of the Palestinian body in the Zionist colonial machine in which we asked about the violations of the Palestinian body practiced by the Zionist colonial machine against Palestinian men and women, on the ground and in captivity. The discussion involved how the colonial machine uses attacks on the Palestinian body, including those that carry the natu- re of sexual assault, with the aim of humiliation in an effort to suppress resistance. We also discussed how Palestinians, male and female, confront these attacks, while questioning the societal and political silence that often accompanies these forms of attacks.


The United Nations Security Council finally approved the resolution to stop the war. Special Rapporteur on the situation of human rights in the Palestinian territories occupied since 1967, Fran- cesca Albanese, has presented the report “Ana- tomy of a Genocide”. Do you think this massacre and genocide will be a turning point in the occu- pation of Palestine?

It is pathetic that “International organizations” including the International Court of Justice continue to contemplate and speculate if there is a legal base to assert that a genocide is being committed in Gaza and whether the formal legal definition of genocide is applied to Gaza, while the corpses of tens of thousands of starved and burned children, women and men and their smashed skulls and body parts under the rubble are aired on live stream for months.


Palestinians as all oppressed, enslaved and colo- nized people of the World had long grasped through their bodies, souls and minds the disillusionment with international organizations and “global governance” that stem from the existing global system which serves the interests of the colonial-imperial-capitalist elites in power. Colonized people deeply understand that an emancipated future necessitates the unity in struggle of the oppressed people, the exploited working class, the landless rural workers, indigenous peoples, as well as revolutionary students, revolutionary feminists and organic intellectuals immersed in the struggles of the oppressed and exploited masses.

The current genocidal war against Palestinians in all over Palestine and more specifically in Gaza is en- abled by the current international system under impe- rial capitalism. Nevertheless, the recognition that such extreme forms of extermination lay at the core of the international system under imperial capitalism, should comprise the first condition of genuine unity of the op- pressed. The second condition is the need to combine national and international struggle—each as the basis for the other. The unity in struggle entails engagement and radical solidarity with the local struggles against the oppressive local forces forming the historical-ma- terial conditions of the masses. It also entails uncover- ing the dialectical connections of the local and global oppressive forces and interests by understanding the ways in which local forces are intricately intertwined with global capitalist, imperialist racist power struc- tures.

This unity should be designed to counter capi- talist imperial globalization- the form of international exploitation- and to develop mass movement that is both national and international, local and global in its organization and alliances. The oppressed’ struggles could not be actively promoted if confined by nation- al walls when faced with an imperial capitalist system that expanded globally and that take its surplus from the capitalized blood of the colonized.

A realization that “no one is free unless every- one is free” is a must today. Yet, we need to restore the



meaning of radical freedom away from the imaginary liberal conception of freedom in the sense of freedom of choice and freedom of contract existing in a capita- list world in which the minority owns and monopolizes the world’s wealth and in which as Ali Kadri says war had become the basis of accumulation.

In this context, we can capture Palestine’s position in the global struggle against colonial, imperial and ca- pitalist domination, oppression and exploitation and for liberation and social justice struggles. Ghassan Kanafani, a Palestinian novelist and revolutionary who was assas- sinated by Israel in 1972 once said that The Palestinian cause is not a cause for Palestinians only, but a cause for every revolutionary, wherever he/or she is, as a cause for the exploited and oppressed masses in our era.”

Kanafani’s words lay the framework for the con- nection between the Palestinian liberation and social justice struggle, and other radical anti-imperial an- ti-capitalist and social justice struggles. Kanafani high- lights the global significance of the Palestinian strug- gle, and positions the Palestinian cause at the heart of every struggle against exploitation and oppression. He emphasizes the intertwinement of the anti-Zionist and anti-imperial struggles.

The phrase “Gaza liberated us” heard recently by so many supporters who took the streets around the world is informing. It means that the blood of Gazans, the bombed bodies of Palestinian children, women and men, and the tortured bodies of Palestinian captives not only revealed to them the brutal face of Zionism as an eliminatory settler colonial machine that the indigenous people of Palestine encountered since late nineteenth century, but also exposed the oppressive nature of their own regimes and the imperial racist policies promoted by the elites as well as the hypocritic essence of the dis- courses of humanity and democracy they utter.

I would end by asserting that Palestine is a fem- inist cause, a cause about liberation and justice. The struggle for decolonizing Palestine is interconnected to the struggles of all oppressed peoples who endured and continue to endure colonization, imperialism, ex- ploitation and dehumanization.


Palestinian women demand political radical solidarity from revolutionary feminists who believe in dismantling all forms of oppression everywhere. Fem- inists who struggle with us to liberate Palestine and engage with the global movement for the Boycott, Divestment and Sanctions (BDS) against Israel as one manifestation of resistance to colonialism, imperial- ism and capitalism and envisioning an alternative fu- ture. Feminists who build a joint cross-movement and transnational feminist revolutionary solidarity with Palestinian feminists, and strategize, with an anti-co- lonial lens, around local and international activism in feminist movements.


With this, we conclude. The readers of the review will be able to read and learn about your work, as well as that of the Institute of Women’s Studies at Birzeit University. Getting to know your history, the history of the Palestinian people, is undoubtedly a step forward in bringing visibility to the oppressed and achieving justice in other parts of the world.

Thank you for your time, Lena.


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