Isabel Gil-Naveira
múltiples, en diferentes ámbitos” (1999: 277), como las relaciones sexuales, el
poder político y el poder económico, y que se podrían estudiar “desde el punto
de vista de la psiquiatría, de la sociedad, de la familia” (278). Es decir, si las
relaciones entre individuos son políticas, no podremos cambiar la sociedad a no ser
que cambiemos estas relaciones. Por este motivo, resulta especialmente relevante
para este artículo entender las relaciones que se establecen en Sudáfrica entre las
distintas comunidades, oprimidas o no. A este respecto, Óscar Pérez de la Fuente
señala la coalición multicolor que propone Iris Marion Young (2000), en la que
“cada uno de los grupos que la constituyen afirma la presencia de los otros, así
como la especificidad de su experiencia y perspectiva respecto de las diversas
cuestiones sociales” (Pérez de la Fuente 2021: 33), como una posibilidad para la
aparición de sinergias entre minorías, forjando “lazos de solidaridad, desde una
política de coalición” (35).
Esta conexión entre la solidaridad, la comunidad y el mundo político y social es
aplicable al estudio de la vida y obras de la autora sudafricana Sindiwe Magona.
Nacida en la zona rural de Ciudad del Cabo en 1943 (Shober 2021), Magona
pertenece a la comunidad Xhosa o AmaXhosa, una de las seis naciones catalogadas
bajo la etiqueta de bantú7 por el sistema del apartheid, por lo que vivió gran parte
de su juventud en Guguletu, uno de sus distritos segregados.8 En la década de 1960
Magona aunaba ya una serie de características que la relegaban a un segundo plano,
tanto para el gobierno y la sociedad sudafricana como para su comunidad. El hecho
de haber sido abandonada por su marido en 1966, con 23 años y embarazada de su
tercer hijo, restringía sus posibilidades laborales, siendo la economía sumergida la
única opción posible durante un tiempo. Más adelante, como mujer negra casada,
Magona sólo podría ejercer su profesión de profesora en puestos temporales,
independientemente de si su marido estaba presente y contribuía o no a la economía
familiar. La obra autobiográfica Forced to Grow relata esta situación, señalando que
“[p]ermanent posts were for real breadwinners — all men, irrespective of their
marital status, and also unmarried women” (Magona 1992: 45). Por otro lado, el
abandono sufrido también suponía un cambio en la posición de Magona y de sus
hijos en la comunidad. Las mujeres abandonadas por sus maridos, o idikazi, eran
discriminadas o, como se recoge en la autobiografía, para su comunidad pasó a ser
“a woman alone, a woman considered by consequence of that fact alone as morally
bankrupt” (48). Sin embargo, es desde esta posición de otredad que Magona
se involucra en acciones sociales y se convierte en un miembro relevante en su
comunidad, ejerciendo, como defiende este artículo, prácticas de resistencia que
van de lo local a lo global, ante el fracaso del gobierno en las mismas.
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En su análisis sobre Michel Foucault y Maurice Blanchot, Carolina Villada Castro
alude a la figura del intelectual como vigía o centinela anónimo, “una voz anónima
miscelánea 72 (2025): pp. 169-187 ISSN: 1137-6368 e-ISSN: 2386-4834