"¿Quién eres tú? -preguntó la oruga…Alicia respondió, más bien tímidamente:-Casi..., casi no lo sé, señora. Hasta el momento..., al menos, yo sé quién era cuando desperté esta mañana, pero me parece que he tenido muchos cambios desde entonces".
Lewis Carroll, Las aventuras de Alicia en el país de las Maravillas.
El concepto de paisaje es, sobre todo, una construcción cultural que recoge la relación del hombre con su entorno y en la que se integran compresión y construcción del medio en un proceso iterativo. De este modo, el paisaje es al mismo tiempo constructo y construcción, puesto que implica una "lectura" y una "escritura" no solo comprensivas, sino creativas del lugar. La complejidad y el dilatado alcance del concepto de paisaje dan lugar a que en torno a él se aglutinen un amplio abanico de perspectivas, como las formuladas desde la ecología por Leopold, Carson o McHarg, o aquellas que, como las de Long y Smithson, provienen del mundo del arte. Y entre ambas, otras muchas de diferentes disciplinas como la arquitectura, la planificación o el diseño. Todas estas miradas surgen de nuevos marcos conceptuales ya enunciados por Heidegger, Merleau-Ponty, Foucault, Baudrillard, Deleuze y Guattari y de su relación con pensamientos científicos, como los desarrollados por Lovelock, Prigogine o Holling, entre otros.
La convocatoria de este número de la revista Zarch es una invitación a compartir algunas de estas perspectivas que abrazan esta renovada concepción de paisaje. Arte, filosofía, ecología, arquitectura, planificación, ninguna disciplina queda hoy, en la era del Antropoceno, fuera de la agenda del paisaje. Una agenda que nos convocan a recuperar la riqueza que aportan las diferentes perspectivas paisajísticas, apelando a la dimensión formal, social, cultural y ecológica del concepto y a su potencialidad creativa.
Parece cada vez más evidente que una mirada comprometida con los límites del planeta exige una visión holística e integradora, que necesariamente ha de tener en cuenta la complejidad del territorio y su composición, su funcionamiento, metabolismo, sus estructuras formales y la percepción que del mismo tiene la sociedad. Una lectura que vaya más allá de éste como un objeto concreto o aspectos meramente visuales. En este contexto surge, desde mediados del siglo pasado y a ambos lados del Atlántico, la renovación del concepto de paisaje y su aplicación a campos tan diversos como el campo del diseño, la arquitectura o la planificación regional y urbanística. Su utilidad tiene que ver con las oportunidades que el paisaje ofrece de construir relatos que enlazan el tiempo y el espacio de la mano de procesos socio-ecológicos, también su capacidad de analizar y diseñar lugares, sistemas, redes e infraestructuras a todas las escalas. Su potencial reside, además, en su capacidad para convertirse en medio, en herramienta para restaurar territorios degradados y activar otros abandonados. Espacios unas veces físicos, otras inmateriales.
Una revolución silenciosa que nos convoca a la reconciliación, al menos al diálogo, entre los agentes y actantes del Planeta, hasta conseguir abarcar el complejo universo espacio-temporal que configura el entorno del hombre. En definitiva, un universo de complejas relaciones que se ha configurado el marco de una disciplina y cuyas trazas se pueden encontrar en textos como los Cosgrove, Schama, Whiston Spirn, Dixon Hunt, Corner, Waldheim o Weller, entre otros.
Esta actitud abierta y conciliadora permite, además, transitar por todas las escalas del territorio, desarrollando, en su proceso de creación y transformación, el diseño de la mano de la ecología y la tecnología. Tal y como reclamaba Richard Weller en su conferencia Global Landscapes, impartida en abril de 2013 en la Universidad de Siracusa (USA), sólo desde esta aproximación seremos capaces de reorganizar lo urbano en armonía con los ecosistemas del planeta, aproximándonos a sistemas más resilientes desde el diseño. Ésta es la nueva agenda del siglo XXI, la integración de la planificación y el diseño desde la perspectiva del paisaje.
"Who are you?- asked the Caterpillar. …Alice replied, rather shyly:- I-I hardly know, sir, just at present - at least I was when I got up this morning, but I think I must have been changed several times since then".
Lewis Carroll, Alice's Adventures in Wonderland.
The concept of landscape is, above all, a cultural construct which includes the relationship between mankind and his setting, and it is a concept into which understanding and construction of the environment is incorporated by means of an iterative process. Thus, landscape is both construct and construction, given that it involves "reading" and "writing" about the place that are both comprehensive and creative. The complexity and extensive scope of the concept of landscape gives rise to a wide range of perspectives with regard to its nature, such as those formulated from the viewpoint of ecology by Leopold, Carson and McHarg, and those by Long and Smithson, which originate in the world of art. And between both of these lie many more coming from disciplines such as architecture, planning and design. All of these viewpoints arise from new conceptual frameworks already put forward by Heidegger, Merleau-Ponty, Foucault, Baudrillard, Deleuze and Guattari, and from their relationship with scientific thought, such as those developed by Lovelock, Prigogine and Holling, among others.
The call for papers for this issue of Zarch is an invitation to share some of the perspectives that embrace this renewed concept of landscape. Art, philosophy, ecology, architecture, planning - there are no longer any disciplines, in this the Anthropocene epoch, that are not included in the agenda of landscape. It is an agenda that calls on us to recover the wealth brought about by different landscape perspectives, one that appeals to the formal, social, cultural and ecological dimensions of the concept and to its creative potential.
It seems increasingly evident that a outlook that engages with the limits of the planet requires a holistic and integrating vision, one that has to take into account the complexity of land and its composition, its workings, metabolism, formal structures and the perception that society has of it. A reading that goes far beyond that of a specific object or purely visual aspects. In the middle of last century and on both sides of the Atlantic, this context gave rise to the renewal of the concept of landscape and its application to fields as diverse as those of design, architecture and regional and urban planning. Its usefulness is related to the opportunities landscape offers for constructing stories that link time and space by the hand of social and ecological processes, and also their ability to analyse and design places, systems, networks and infrastructure on every scale. Moreover, its potential lies in its ability to become an environment, a tool for restoring degraded lands and bringing neglected lands back to life. These are spaces that are at times physical, while at others, intangible.
A silent revolution summons us to reconciliation, or at least to dialogue, between the players and actants of this planet, until it extends to the complex universe of space and time that gives shape to the human environment. In other words, a universe of complex relationships that has given shape to the framework of a discipline, and traces of which can be found in texts by Cosgrove, Schama, Whiston Spirn, Dixon Hunt, Corner, Waldheim and Weller, among others.
This open and conciliatory attitude also allows transit through land at every scale. In its process of creation and transformation, design comes through the hand of ecology and technology. As Richard Weller claimed in his Global Landscapes lecture given in April 2013 at the University of Syracuse, United States, it is only through this approach that we will be able to reorganise urban systems in harmony with the planet's ecosystems, approaching more resilient systems by design. This is the new agenda for the 21st century, the integration of planning and design from the perspective of landscape.