El debate sobre los orígenes y naturaleza de la Carta de Atenas ha dado lugar a una extensa literatura entre arquitectos, urbanistas e historiadores urbanos. El paradigma del urbanismo funcionalista moderno que dominó durante los años del gran crecimiento urbano, es decir, desde la Segunda Guerra Mundial hasta bien entrada la década de los sesenta, tuvo como base esa especie de biblia en la que se codificaron los principios fundamentales de la zonificación, con el protagonismo de las infraestructuras y la edificación abierta. A pesar de las aportaciones de la historiografía y de los estudios urbanos, lo cierto es que, al menos desde los años setenta, la Carta –aunque sea mediante su entendimiento y aplicación oportunista como ‘vulgata’ de esos principios– se ha visto como responsable de un ‘urbanismo real’ de baja calidad, segregado en zonas monofuncionales, con escasa vida urbana y poco atentas a su inserción en los tejidos urbanos existentes, con extensos y, a menudo contraproducentes espacios libres de carácter residual, con excesiva prioridad a las infraestructuras viarias, etc.

La interpretación más convencional y aceptada hasta ahora es que la Carta recogía las conclusiones del famoso cuarto congreso de los CIAM: el famoso CIAM IV, celebrado del 29 de julio al 31 de agosto bajo el título de “La Ciudad Funcional” a bordo del Patris II, el crucero donde se desarrollaron las sesiones en el viaje de Marsella a Atenas (también en la universidad politécnica de esta ciudad). En realidad, lo que muestra esta monumental publicación, el Atlas of The Functional City, es que se trató más bien de un estudio abierto que pretendía analizar sistemáticamente los procesos urbanos en distintas ciudades con una perspectiva comparada. Esos trabajos se concebían como una ‘primera fase’ para obtener un diagnóstico basado en el análisis de 34 ciudades, con planos preparados previamente por los grupos nacionales después de meses de trabajo y de acuerdo con cuestiones estandarizadas. El subtítulo de la publicación subraya el carácter instrumental del encuentro: Ciam 4 and Comparative Urban Analysis. De este modo, se quiere decir que la intención y la idea fuerza del mismo no sería tanto la de proponer un modelo rígido basado en las concepciones del taylorismo y el fordismo, con la consiguiente y mecánica separación de las cuatro funciones –‘se loger, travailler, se divertir et circuler’, en la versión original, o ‘vivienda, esparcimiento, trabajo, circulación’, en la versión española–, como la de servirse de una aproximación instrumental para entender los procesos y los diagnósticos de las ciudades analizadas.

Es importante entender que las concepciones confrontadas y los análisis urbanos que estaban en la base del congreso recogían visiones diversas elaboradas con anterioridad. En particular, los códigos que sirvieron de pauta para los planos de todas las ciudades provenían esencialmente del Plan de Ámsterdam, entonces casi aprobado (su aprobación definitiva se produjo poco después del congreso, en 1934). En ese Plan se elaboraron los tres planos modelo que luego se aplicarían en otras ciudades: el primero, a escala 1:10.000, describiendo las zonas industriales, residenciales y de ocio; el segundo, a la misma escala, con las infraestructuras de transporte; el tercero, a escala 1:50.000, con la ciudad en su entorno regional, incluyendo los espacios libres públicos y privados, etc. Por tanto, el contenido teórico del Congreso partía de los principios ya enunciados por Le Corbusier (desde la Ville Contemporaine, en 1922), pero, al mismo tiempo, debía recoger los resultados de un análisis comparativo de 34 ciudades. Las concepciones de raíz arquitectónica de Le Corbusier debían entonces confluir con las de naturaleza urbanística, en la línea de Van Eesteren. En esta última tradición, el Plan siempre se veía como instrumento de integración de las lógicas sectoriales, transporte en particular, a pesar de la aceptación del zoning como técnica fundamental para el control de usos y aprovechamientos edificatorios.

¿Qué ocurrió en el Patris II y en esos 15 días durante los cuales los delegados debatieron sobre los problemas de las ciudades modernas y sobre las posibles ‘exigencias’ (tal como se recoge en el libro de Le Corbusier) de los expertos? Según parece, no hubo demasiado consenso en los diagnósticos ni, todavía menos, en las propuestas y en las soluciones. Las tensiones que se vivieron en el congreso pueden entenderse en el contexto de las diferentes tradiciones culturales y disciplinares de los participantes. Por un lado, hay que tener en cuenta que en el congreso se dieron cita más de 100 delegados, de 18 grupos nacionales CIAM diferentes, cada uno con sus tradiciones culturales y puntos de vista. Uno de los asistentes, Alvar Aalto, llegó a sugerir la reorganización de los CIAM en tres grupos ‘de temperamento similar’: uno ‘angloescandinavo’, otro ‘centroeuropeo’ y un tercero ‘mediterráneo’. En segundo lugar, las diferencias en las perspectivas disciplinares se entienden considerando la necesidad de conciliar las visiones de los responsables del encuentro: un historiador del arte como Sigfried Giedion, un arquitecto visionario como Le Corbusier, y un urbanista como Van Eesteren. Es interesante comprobar el liderazgo de Le Corbusier cuando, en realidad, el protagonismo y liderazgo técnico estaba claramente en manos de C. Van Eesteren, presidente de los CIAM desde 1930 y mediador entre los distintos grupos, además de arquitecto urbanista director del Plan de Extensión de Ámsterdam.

Al acabar el congreso, se planteó la publicación de las actas.También se pensó en dos tipos de publicaciones, una más popular y otra más técnica. Sin embargo, el proceso se dilató y fue interrumpido por la guerra. Finalmente, Sert primero y luego Le Corbusier publicaron sendos volúmenes en los que ofrecían su versión del urbanismo funcionalista moderno… El primero, fue el libro de Sert, Can Our Cities Survive?, publicado en Harvard en 1942; poco más tarde, en 1943, el Groupe CIAM-France publicó La Charte d'Athenes (en realidad Le Corbusier, sin su nombre). Un documento, la versión publicada de la Carta de Atenas, que recogía instrucciones específicas para la acción, olvidando la diversidad de visiones que existían dentro del CIAM.

En este magnífico Atlas of the Functional City, el gta (Institut für Geschichte und Theorie der Architektur) de Zúrich ofrece una mirada más completa sobre el congreso gracias a una explotación a fondo de los archivos, con cartografía temática e ilustraciones inéditas. A través de numerosos documentos hasta ahora no publicados, podemos hacernos una idea de la estructura urbana de las ciudades analizadas y de los complejos procesos en curso. Además de los ensayos y de manera más bien implícita, se proporciona algo más que una colección de planos y mapas: una aproximación más compleja a una reflexión más o menos compartida sobre nuevo urbanismo funcionalista. Aunque la Carta, como dice Corboz, si bien no representa todo el pensamiento CIAM “es perfectamente emblemática de su visión extremista y de su espíritu jacobino”[1].


[1] A. Corboz, “L’urbanistica del XX secolo: un bilancio”, in Urbanistica 101