La aparición del libro Jorge Oteiza y lo arquitectónico. De la estatua-masa al espacio urbano (1948-1960), de Emma López Bahut, viene a cubrir -de manera sistemática- el necesario estudio de la aproximación a la arquitectura y disciplinas afines (urbanismo, paisaje, etcétera) del escultor seguramente con mayor interés en este terreno durante nuestro siglo XX.

En efecto, el papel de Oteiza en el arduo camino de la refundación de la arquitectura moderna en la España de la segunda mitad del siglo XX resulta un clamor creciente, a la luz del estudio de su participación en numerosos episodios de aquella historia. Desde Aránzazu, donde sus esculturas para el santuario ideado por Sáenz de Oíza y Laorga, hubieron de esperar décadas literalmente postradas en las cunetas, hasta sus trabajos en las Arcas Reales de Miguel Fisac, pasando por la Cámara de Comercio de Córdoba de los De La-Hoz y García de Paredes, o los múltiples trabajos con los Garrigues, Corrales y Molezún, Vallet, Puig, Barroso, Orbe, etc., sus esculturas describen un vector inequívoco en aquel sentido de "modernidad abstracta", como señala Miguel Ángel Alonso del Val en su certero y clarificador prólogo del libro.

Precisamente Alonso del Val apunta el papel "vanguardista en los treinta, nómada en los cuarenta, activista en los cincuenta, desvanecido en los sesenta, aislado en los setenta, polémico en los ochenta y recuperado en los noventa", que viene a ser el correlato en el eje temporal de la participación de Oteiza en aquella emocionante historia.

No obstante, el cuidadoso desmenuzamiento conceptual del trabajo del escultor, tejido por López Bahut resulta una profundización verosímil en los complejos intereses de Oteiza en su aproximación a la arquitectura y el paisaje. Una invitación al acompañamiento del escultor en el devenir de sus reflexiones planteadas al hilo de los proyectos y encargos recibidos.

De hecho, esta secuencia de capítulos del libro bien podría servir como eventual programa de explicación de aquel proceso de refundación moderna. Desde el primer epígrafe, dedicado a la "Situación inicial de Oteiza", donde se da cuenta de las iniciales conexiones con el mundo arquitectónico, como los episodios de la IX Trienal de Milán (1951) o la Primera Bienal Hispanoamericana (1951) -junto a otros episodios menores- donde, si bien no abandona su condición de escultor, sí apunta el desbordamiento disciplinar que caracterizaría su actividad posterior.

El segundo capítulo, significativamente titulado "De la masa a la activación del vacío en el espacio arquitectónico" presenta colaboraciones con lo arquitectónico desde otra postura: una postura más activa, más consciente del desbordamiento anunciado. Es el camino transitado desde el concurso del Monumento al prisionero político desconocido (1953), a las colaboraciones con el De La-Hoz y el García de Paredes de la Cámara de Comercio de Córdoba (1950-55) y otros trabajos menores con arquitectos abiertos a la modernidad abstracta, una postura que hoy merece nuestro reconocimiento y admiración.

No obstante, es el tercer capítulo, el dedicado a "El vacío activo en el muro-masa. Intervenciones en la caja de muros de la arquitectura", el que marca la madurez definitiva del trabajo de Oteiza en relación con la arquitectura. En este epígrafe se recogen las fecundas colaboraciones con Sáenz de Oíza, seguramente su mejor partner en el terreno que nos ocupa, y cuya inteligencia y generosidad permitió alumbrar los proyectos de las fachadas del Santuario de Nuestra Señora de Aránzazu (1952-1969) y de la propuesta para la Capilla del Camino de Santiago (1954), el primero junto a Luis Laorga y el segundo con José Luis Romany. No es éste el sitio para profundizar la importancia de estos dos proyectos en la historia de la arquitectura española del siglo XX, pero sí para apuntar la fina lectura que López Bahut hace de estos episodios y que complementan los estudios de los que disponemos sobre estas obras.

Los dos siguientes capítulos -"Del muro-masa a la pared-luz" y "El vacío de la pared-luz convertido en espacio"- narran el proceso de maduración del escultor, paralelo al de la propia historia de la arquitectura, de valoración del espacio frente a la materia, del vacío frente a la masa. Una línea sutil que viene no obstante a condensar siglos de esfuerzo en torno a lo arquitectónico. Es posiblemente en estos ejercicios donde Oteiza se demuestra más arquitecto, incluso encarnando una figura superior e integradora, de quien es capaz de leer, estudiar y aplicar con acierto a Malévich o Le Corbusier. Al margen de las circunstancias particulares que dieron lugar al cambio de arquitecto del proyecto de Irún, hay algo de maduración personal, de superación mítica, en el distanciamiento con respecto a Sáenz de Oíza.

Los dos capítulos finales -"La mirada de Jorge Oteiza a la ciudad. De la estatua-caja al espacio urbano" y "El tercer viaje de Oteiza a Latinoamerica, el círculo se cierra"- se dedican a la definitiva encarnación del 'abandono de la escultura y el paso a la ciudad' que Oteiza enunció como conclusión de su proceso de experimentación. No se trata sólo de un cambio de escala, si no una redefinición de su mirada. Se atisba un cambio de paradigma, una cierta refundación personal que alumbraría casi inmediatamente su prodigioso Quosque Tandem...! Ensayo de interpretación estética del alma vasca (1963).

El estudio de López Bahut culmina en 1960, con lo que quedan fuera algunos proyectos clave, como el Cementerio de San Sebastián (1985) o la Alhondiga de Bilbao (1988), donde Oteiza se reencontró con Saénz de Oíza y con quien en realidad nunca había roto. Este encuadre temporal permite sugerir que López Bahut se centra en el proceso de transformación interior del escultor y no tanto en su obra, ya fuera proyectada o construida. Se trata de una cierta biografía y no tanto de un catálogo. Y es ésta ambición la que hace definitivamente imprescindible el trabajo de López Bahut: hoy más que nunca se echan de menos los profetas verdaderos y proteicos que, como Oteiza, se propongan un programa personal vital no dependiente de los vaivenes de las modas, y lo persigan con fidelidad y entrega. Cuando se encuentran, es obligado dejarlo todo y seguirles.