Un jardín de invierno. Arquitectura animada / Naturaleza inanimada
DOI:
https://doi.org/10.26754/ojs_zarch/zarch.201429334Resumen
Desde que Nikolaus Pevsner lo convirtiera en protagonista de su Pioneers of Modern Design de 1936, William Morris (1834-1896) ha sido considerado la figura fundacional del diseño y la arquitectura modernos, en su doble vertiente, la doctrinaria y la práctica. Morris partía del convencimiento de que el arte había dejado de tener verdaderas raíces y se había perdido la idea de un arte para todos. Pero la exigencia de un arte para todos no era su única demanda, ya que reclamaba al mismo tiempo un retorno a la artesanía y a un arte capaz de expresar al placer del hombre en su trabajo. Como señala el propio Pevsner, en el pensamiento de William Morris no es posible disociar la estética de la sociología, separar el arte de la moral, la política o la religión, tal como había sucedido antes en las ideas de sus maestros Pugin y Ruskin, firmes defensores de las formas góticas y de la honradez y sinceridad en cualquier tipo de diseño. Pero aunque William Morris, cuya formación tuvo lugar simultáneamente como arquitecto y como pintor, se dedicó sobre todo a la práctica de las artes aplicadas, para lo que fundó su propio taller, también se adentró en el mundo de la literatura y, más concretamente, de la poesía. Los tres volúmenes de su poema The Earthly Paradise, publicados entre los años 1868 y 1870, constituyen una obra en la que se presenta una particular visión social que se inscribe dentro de la llamada tradición pastoral y cuyas marcas distintivas serían la referencia al pasado, la relación del hombre con la naturaleza y la homogeneidad social. La tradición pastoral o también llamada arcádica, cuyo origen está en la Antigüedad, fue una tendencia dominante en la poesía inglesa de los siglos XVI y XVII, pero recibió un nuevo impulso con los poetas románticos y victorianos del siglo XIX, que ampliaron y enriquecieron tanto sus temas como sus formas y sus puntos de vista. Este nuevo pastoralismo establece una cierta vinculación con la arquitectura, tanto en la sociedad que presupone como en el tratamiento estilístico del paisaje, y alude a la sociedad de los pastores como medio para preservar la vida rural. Los paisajes evocados por William Morris tendrán rasgos particulares, reales, propios de un lugar concreto y así, las imágenes que utiliza serán las de los campos cercanos a Londres y las granjas existentes en las riberas del río Támesis.